Libertad!

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lunes, 15 de diciembre de 2014

Un argumento demasiado frágil.


Alberto Medina Méndez


Es bastante habitual que ciertas posiciones políticas intenten defenderse desde un complejo arsenal de justificaciones. La lectura acerca de lo que ocurre en el mundo real es invariablemente subjetiva, pero encuentra usualmente algún soporte intelectual en el nutrido intercambio de diversas miradas que procuran explicar cada uno de los acontecimientos.

En ese contexto y de modo recurrente, sobrevuela una estrategia argumental que tiene un marcado sesgo utilitarista y que se apoya en los hipotéticos resultados exitosos obtenidos. Desde allí, pretende advertir que una decisión política es instrumentalmente más conveniente que otra.

Es una gran tentación hacerlo. Es muy inocente caer en esa infantil trampa. De hecho hasta los más inteligentes, inexorablemente incurren en esta práctica, buscando tomar un atajo para demostrar sus eventuales razones.

Ese sendero procura conducir hacia una especie de camino breve que demuele cualquier comentario desde una pretendida objetividad manifiesta. A veces parece que se tratara de la ingenua tarea de ganar una pulseada mental para señalar que cierta idea ha sido más eficaz que otra.

En ese tipo de debates se corre el riesgo de vaciar de contenidos el valioso flujo de ideas. Sería bueno enriquecerlo con nuevos ingredientes en vez de buscar aplastarlo todo como metodología secuencial. El uso de datos técnicos, de estadísticas y cifras, no deja de ser solo una perspectiva particular sobre lo que ocurre y siempre puede alejar a la verdad.

La mayoría de los sectores políticos que gobiernan, y muchos de sus defensores acérrimos, apelan a este tipo de razonamientos de dudosa fortaleza. Sostienen que durante una etapa de tiempo consiguieron que un aumento del salario real, récord de exportaciones o una masiva compra  de vehículos nuevos, por solo citar ejemplos tan reiterados como irrelevantes.

Un peligro evidente es creer que esos números, demuestran algo realmente importante, sin visualizar que esos datos son cambiantes, que pueden revertirse velozmente y desmentir lo antedicho con excesiva simplicidad.

Es cierto también que esos movimientos políticos, tienen un manual preparado para su rutinaria manipulación informativa. Saben de antemano que cuando los vientos son favorables se adjudicarán el mérito, y cuando todo muestre lo contrario, encontrarán rápidamente un culpable, hecho a la medida, para endilgarles la responsabilidad del cambio de rumbo.

En realidad, el análisis esencial debería basarse en una escala de valores de orden conceptual. No se está mejor o peor porque un indicador u otro así lo determinen, sino en la medida que esas presuntas mediciones sean compatibles con los objetivos definidos como prioridad en un momento.

Que una persona obtenga más dinero no garantiza que sea dichoso. Pero tampoco el hecho de que consiga más ingresos lo convierte en desdichado. Si el parámetro fuera su felicidad, pues la evaluación no debería pasar entonces por indicadores que no pueden explicar una correlación directa.

Con las sociedades pasa algo muy parecido. En una comunidad, inclusive, esto constituye un fenómeno de mayor complejidad ya que supone la existencia de una voluntad difícil de establecer, ya que los objetivos de la misma no se pueden fijar con tanta contundencia porque se trata del deseo de la suma de muchos individuos con características y metas disimiles.

El dilema de fondo es interesante y merece ser discutido con suficiente profundidad. La libertad es un valor superior, lo es también la vida y por supuesto la propiedad, por solo citar los ejemplos más elementales.

Para medir el éxito de un sistema político, es imprescindible enfocarse en esas cuestiones y no en meras fórmulas estadísticas sin contenido y supuestos utilitaristas prejuicios tan encarnados en la sociedad moderna.

Aunque suene algo extraño, importa muy poco que un sistema económico sea eficiente en términos de índices si lo hace a costa de limitar libertades, irrespetar vidas humanas o apropiarse de lo ajeno. Esto mismo podría decirse en términos inversos, es decir en el caso de sistemas menos eficientes pero que permiten mayores márgenes de libertad individual, respeto a la integridad humana y al derecho de propiedad.

Estos debates pueden conducir innecesariamente hacia un callejón sin salida porque ponen en el centro de la escena a mediciones superfluas. La comparación con el deporte tal vez ayude, aunque a veces justamente este esquema es el que invita al error. En la actividad competitiva, muchos suponen que lo importante es ganar, y entonces los métodos, el estilo y hasta los ardides, no parecen ser primordiales y pasan a segundo plano.

Sin embargo para otros es posible que lo importante sea divertirse, disfrutar, compartir con amigos o hacerlo en armonía. En ese caso, si se gana será mucho mejor, pero igualmente anecdótico. Lo significativo no habrá sido el resultado, sino todo lo demás, claramente más importante.

Los números no están de más y pueden aportar un extra, un plus que agrega, y hasta convertirse en una consecuencia natural de todo lo fundamental. Nuevamente, como dirían los analistas deportivos, existen más oportunidades de ganar un campeonato jugando bien que haciéndolo mal, mostrando talento que siendo incapaz. Sin embargo, es probable que el mundo actual prefiera inclinarse frente a la linealidad que proponen los argumentos exclusivamente estadísticos.

El desafío es discutir las cuestiones de fondo, las trascendentes, las esenciales, superando la mediocridad que propone el debate superficial que se apoya en la mera conveniencia del corto plazo. Las sociedades maduras son aquellas que han logrado darle el espacio necesario a las discusiones vitales sin caer en el perverso juego de utilizar los números circunstanciales para demostrarlo todo. Hay que evitar tropezar con esa dinámica que solo invita a exhibir un argumento demasiado frágil.



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martes, 9 de diciembre de 2014

Venezuela económica 2015: final de la ficción.


Economista Jesús Alexis González
En el campo económico encontramos una vasta literatura que aborda las causas que propician el crecimiento económico, destacando entre otros temas los efectos macroeconómicos y complementariedad del (1) gasto público y de la expansión fiscal sobre la demanda agregada y el dinamismo del aparato productivo nacional (oferta agregada), en el entendido que debe asumirse como una estrategia de corto plazo ya que al tiempo puede generar déficit fiscal hasta afectar negativamente las variables económicas y en especial las reservas internacionales; así como la relación de la (2) inversión privada en capital físico y el aumento del bienestar al inducir un incremento del ingreso y por tanto de la demanda a la luz del mercado laboral. Por otro lado, es de marcada obviedad el impacto directo que tiene el tipo de cambio sobre el desenvolvimiento de la economía habida cuenta de su condicionamiento a la inflación interna entre países, que en la práctica se traduce en una sobrevaluación que impulsa las importaciones a la par de disminuir la oferta futura de divisas ante el estrangulamiento de la producción interna en respuesta a un “modelo” económico (caso Venezuela) que confiere prelación al consumo y el comercio por encima de la inversión; para un Gobierno que manejó (1999-2013) más de $1 millón de millones (un 1 seguido de 12 ceros) para un promedio anual de $66.700 millones; lapso donde el precio del crudo venezolano experimentó un incremento superior al 980% que en mucho indujo impactos negativos como una inflación acumulada del 2.850%, un crecimiento en la liquidez monetaria de 11.500%, siete devaluaciones, caída de las reservas internacionales, gestión deficitaria del sector público en los últimos 7 años (16,9% del PIB en 2013 y un estimado 2014 de 21% del PIB), eliminación en 2005 del Fondo de Estabilización Macroeconómica (FEM) que tenía carácter contraciclico (ahorrar para contrarrestar caídas del precio petrolero) para dar paso al Fondo Nacional para el Desarrollo Nacional (FONDEN) con objetivo preciclico (gastar sin control el excedente en paralelo al presupuesto nacional) que a la fecha ha manejado más de $100.000 millones, caída de la inversión extranjera directa (54% en 2014), debilitamiento sector manufacturero nacional (trabaja actualmente al 49% de su capacidad instalada), aumento desproporcionado en el control y regulación de precios bajo la excusa de procurar equidad social favoreciendo al consumidor final en lugar de orientar acciones para inducir una eficiencia del mercado para elevar la producción en pro de garantizar a la población el acceso a más y mejores bienes y servicios (distinto a distribuir poco entre muchos).Este conjunto de hechos indeseables, nos llevó a estar  ocupando en América Latina el último lugar en competitividad.
Inferimos, que en 2015 se inicia el final de la ficción que en esencia implica un ejercicio de autocrítica tanto del enfoque ideológico como de la política económica como un todo, en un horizonte que va más allá de la caída del precio promedio de nuestro crudo por un mediano plazo ($61,92/b al 5/12/14) hasta definir un concreto modelo económico. Se hace imperiosa la adopción de medidas, que tengan como norte rescatar la confianza en el bolívar, las cuales sin duda tendrán un “costo político” que debe asumirse so pena que la avalancha social las imponga anárquicamente. Ahora bien, ¿qué visualizamos para la Venezuela económica 2015? Veamos: una ¡contracción de la economía! caracterizada por un ciclo recesivo en el primer semestre; precio promedio de nuestro petróleo de unos $75/b ante la presencia del petróleo esquisto (fracturación hidráulica de rocas); inflación superior al 110%; déficit fiscal de un 25% del PIB; reducción de las importaciones (fundamentalmente privadas); dólar paralelo de Bs 140 en promedio; crecimiento negativo del PIB de -3%; déficit de divisas por encima de los $20.000 millones; deslizamiento del tipo de cambio Bs 6,30 hasta unos Bs 13/$ (devaluación soterrada); deterioro superior al 60% en la capacidad de compra; promedio ponderado del tipo de cambio de unos BS 32/$ (que bien puede asumirse como cambio único); ampliación del desajuste económico ante la ausencia de precios relativos; expansión de la liquidez monetaria (emisión de dinero inorgánico); disminución de la oferta de empleo; disminución del consumo; elevación de la pobreza; desabastecimiento generalizado; magnificación de la escasez de alimentos y medicinas; manejo mediático de un supuesto “éxito” del manejo gubernamental de la economía y del “enfrentamiento” de una guerra económica; criminalización del sector privado de la economía. En fin, observamos una situación grave no solo para el presente sino para el futuro de la economía, de la cual es complicado salir y la recuperación es lenta y difícil. Superando la sumisión,  exigiendo nuestros derechos y cumpliendo los deberes ¡¡lo lograremos!!.

Jagp611@gmail.com        @jesusalexis2020       08/12/2014