Libertad!

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sábado, 9 de febrero de 2008

La historia de Ernestine Kodin


Por : Mabel Ramón


Les voy a contar una anécdota curiosa que tiene que ver con este cuento de los "Blogs del pasado personal".
Como alguno de ustedes saben, yo vivo en Viena, Austria desde 1976, pues me vine a estudiar idiomas y aquí me quedé.

Hace unos años compré en un anticuario un banco de cocina de los que se les levanta el asiento y dentro son como un pequeño baul para guardar cosas. Este era un mueble muy común en la Europa de la post-guerra, pues las viviendas eran muy pequeñas y había que aprovechar el espacio de almacen al máximo.

Cual fue mi solpresa cuando al abrir el baul me encuentro con una caja llena de fotos de jóvenes en uniforme del ejército alemán y cientos de cartas en sobres con estampillas con la cara de Hitler, los sellos postales que dicen "la precaución es la mejor defensa de la patria" y "correo del Frente". Además había muchos diseños de moda dibujados a mano, un título de una Maestría de Alta Costura a nombre de Ernestine Kodin, todas las placas antiguas que se ponían afuera de los negocios con el texto y el logo de un taller de costura y mapas de una región cercana a Viena con la leyenda que dice que es de la provincia de "Ostmark", dentro del Reino Alemán (ese era el nombre de Austria durante el tiempo que estuvo anexada a Alemania).

Como a mí me encanta el trabajo de investigación me puse a leer las cartas y a organizar las fotos de acuerdo con las historias que contaban. Con ello pude descubrir lo siguiente:
- El nombre de soltera de Ernestine era Kodin
- Ernestine se casó dos veces.
- La primera vez se caso el año 1942 con un soldado rubio y guapo llamado Heinz Hofbauer que debió morirse, pues hay una foto de un soldado y una chica guapa ante un juzgado donde el cartel dice "Juez de Paz" y luego hay una foto de una cruz rudimentaria de madera con un casco de soldato puesto encima y escrito a mano está el nombre del pobre Heinz. Además, las cartas firmadas con "tu amado Heinz" teminan en octubre de 1944. ¡Pobre, murió un año antes de que terminara la guerra y en la flor de su juventud!
- El segundo matrimonio tiene lugar en Noviembre de 1962 con Roman Hacker. De esa boda no tengo fotos, pero tengo la tarjetas de felicitación que recibió de varias amistades. Por lo visto Ernestine guardó luto por Heinz por 18 años y decidió volverse a casar mucho después de que terminara la guerra.
- La mitad de las fotos de soldados son escenas de soldados echando broma, tirados en el suelo exhaustos, tomando cerveza, bailando, sin camisa y sucios, con el uniforme limpio y pulido todos en línea, fotos con civiles campesinos vestidos como pastores de paises orientales (¿Yugoslavia?, ¿Rusia?).
- En casi todas el personaje central es el rubio guapo, pero en algún momento cambian las fotos y empieza a haber más monumentos (que yo no he podido identificar, pero que parecen más escandinavia) y el protagonista es un soldado de pelo oscuro, también guapo (se ve que Ernestine tenía buen gusto). Las cartas del frente también cambian y entonces las firma un tal Gustav. Esas cartas están fechadas a partir de 1944 y enviadas desde Dinamarca, sin mencionar la ciudad (supongo que por razones de estrategia militar los soldados no podía especificar dónde estaban, o a lo mejor no lo sabían).
Sospecho que el pobre Gustav también habrá muerto en la guerra, pues el marido del matrimonio posterior se llamaba Roman.
- En los años de post-guerra Ernestine terminó sus estudios de diseño y alta costura en la academia de nuevas profesiones (tengo su título) y puso su taller de costura en el distrito XV de Viena (tengo los carteles publicitarios y los libros de contabilidad).

Yo no conocí nunca a Ernestine, pero leyendo sus cartas y mirando sus fotos me hice su amiga y le aparté un pequeño lugar en mi corazón, cosa que no hicieron sus descendientes, que fueron tan brutos de botar todo los recuerdos de su antepasada al venderle el banco al anticuario. Quizás Ernestina no tuvo hijos y por eso los sobrinos o sobrinos-nietos no tuvieron ningún interés en recordarla. Su historia me dejó muy pensativa y triste de pensar que los seres humanos pasamos por este mundo sin dejar huella. Todos nos sentimos muy importantes, pero ya ven, Ernestina, Heinz, Gustav y Roman no dejaron huella, pues sólo una casualidad hizo que alguien los recuerde.

En el año 2006 me descubrieron un tumor cerebral que afortunadamente era benigno y puso ser extirpado por completo, por lo que hoy supuestamente estoy curada y he tenido la suerte de sobrevivir a esa tragedia. Pues bien, la noche del día en que me dieron la noticia de que tenía el tumor no pude dormir pensando en la proximidad de la muerte. Mi vida entera pasaba por mi mente como una película y después de pensar en mis hermanos, mis padres, mis amigos y demás seres queridos, pensé en Ernestine. Hablando con ella en mi delirio, como si hablara con un fantasma, le pregunté qué se sentía cuando uno se muere sin que nadie lo recuerde. Me imaginé a mis hermanos y parientes metiendo mis fotos, mis documentos, mis certificados de estudios y las cartas de amigos y parientes que yo también acostumbro a guardar en el banco de cocina donde una vez estuvieron los recuerdos de Ernestine y pensé: a lo mejor tengo la suerte de que alguien compre el banco en un anticuario y el recuerdo de mi existencia perdure un tiempito más.

Y para concluir la historia con un final feliz, aquí va el epílogo:

En Noviembre del 2007 fui a la Feria del Libro en Viena y me metí por casualidad en un salón donde estaban presentando un libro sobre la participación de Austria en la Segunda Guerra Mundial. Me iba a salir pues pensé: ¡otro libro más sobre el tema del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial!, pero me detuve al ver que este libro era diferente.

Resulta que un joven profesor de historia de un colegio austríaco - su nombre es Ewald Crha - frustrado por la dificultad de explicar el periodo histórico de la Segunda Guerra Mundial a los descendientes de los que la iniciaron, decidió publicar un libro con fotos y cartas personales de personas que vivieron durante esa época, es decir, los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de sus alumnos. Para demostrarle a esos niños que fue gente NORMAL la que idolatró a un enfermo mental como Hitler, no eligió las fotos que todos hemos visto de Hitler, Göbels, Himmler, Bohrmann, etc., sino las fotos de chicos y chicas normales y corrientes en circunstancias normales y corrientes. Las escenas de sus fotos son de muchachos en uniforme bailando, tocando guitarra, brindando, parejas casandose, chicas con un bebé en brazos despidiendo a un soldado en la estación de tren, mujeres cocinando, etc. etc.

Al terminar la presentación, me acerqué al autor y le conté sobre mi material sobre Ernestine y le ofrecí regalárselo si él le podía dar mejor uso que yo, que al fin y al cabo sólo lo tengo guardado en una caja agarrando polvo. El joven se alegró muchísimo de mi oferta y me dijo que estaba escribiendo otro libro y que además en la ciudad donde el vive la alcaldía ha hecho un museo con la colección de fotos y cartas que él utilizó para su libro.

Una semana más tarde Ewald Crha vino a mi casa a tomarse un café y recoger el material de Ernestine, que ahora está expuesto en un museo donde los jóvenes alemanes y austríacos puedes verse confrontados con su historia y quizás aprender algo de ella. Así pues, mi amigos Ernestine, Heinz y Gustav van a pasar a la posteridad y su vida ahora ha cobrado sentido. ¡Qué Dios los tenga en su gloria y qué en paz descansen!

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