Libertad!

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martes, 1 de junio de 2010

Sacerdote al New York Times: “Me siento feliz y orgulloso de mi vocación”

Carta de un misionero desde Angola

LUANDA, lunes, 24 mayo 2010 (ZENIT.org).- “Soy un simple sacerdote
católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años
que vivo en Angola como misionero”. Así comienza una carta que el
misionero salesiano uruguayo Martín Lasarte envió al New York Times
sin obtener respuesta. En la misma, explica la labor silenciosa en
favor de los más desfavorecidos de la mayoría de los sacerdotes de la
Iglesia católica que, sin embargo, “no es noticia”.

En la carta remitida a ZENIT por el padre Martín Lasarte, explica que
la envió el 6 de abril al diario neoyorquino y desde entonces no ha
obnetido respuesta. En ella expresa sus sentimientos ante la ola
mediática que han despertado los abusos de algunos sacerdotes mientras
sorprende el poco interés que suscita en los la labor cotidiana
de miles y miles de sacerdotes.

“Me da un grande dolor que personas que deberían de ser señales del
amor de Dios hayan sido un puñal en la vida de inocentes. No hay
palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no
puede estar sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por
lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección,
prevención de la dignidad de los niños serán siempre una prioridad
absoluta”, afirma en su carta.

Sin embargo, añade, “es curiosa la poca noticia y desinterés por miles
y miles de sacerdotes que se consuman por millones de niños, por los
adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del
mundo”.

“Pienso que a vuestro medio de información no le interese que yo haya
tenido que transportar por caminos minados en 2002 a muchos niños
desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola) pues ni el gobierno se
disponía y las ONG no estaban autorizadas; que haya tenido que
enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de
guerra y retornados; que le hayamos salvado la vida a miles de
personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000
kilómetros cuadrados, así como con la distribución de alimentos y
semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10
años y escuelas a más de 110.000 niños...”, subraya.

“No es de interés –añade- que con otros sacerdotes hayamos tenido que
socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los
acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no
llegaban las alimentos del Gobierno y la ONU”.

Y enumera a continuación una serie de acciones realizadas, muchas
veces con riesgo o pérdida de la vida, por compañeros suyos que son
ignoradas por los medios.

“No es noticia que un sacerdote de 75 años, el padre Roberto, por las
noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle,
llevándolos a una casa de acogida, para que desintoxiquen de la
gasolina, que alfabetice cientos de presos; que otros sacerdotes, como
el padre Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son
golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.
Tampoco que Frei Maiato con sus 80 años pase casa por casa confortando
a los enfermos y deseperados”.

“No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, religiosos
hayan dejado su tierra, su familia para servir sus hermanos en
leproserías, hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños
acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con sida,
en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional,
en centros de atención a seropositivos… o sobre todo en parroquias y
misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar”.

“No es noticia que mi amigo, el padre Marcos Aurelio, por salvar a
unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de
Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el
camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por
ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un
accidente en la carretera; que decenas de misioneros en Angola hayan
muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que
otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su
gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros
sacerdotes que llegaron a la región... Ninguno pasa de los 40 años”.

“No es noticia acompañar la vida de un sacerdote ‘normal’ en su día a
día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a
favor de la comunidad que sirve".

“La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar
la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de
Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”,
subraya.

“No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes
–añade--. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple
hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus
hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser
humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…”.

“Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la
visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del
sacerdocio católico en las que me siento ofendido”, afirma.

Y concluye: “Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien
y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión”.

Por Nieves San Martín

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