Libertad!

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viernes, 2 de octubre de 2009

Argelia Ríos // ¡Qué pena con esos señores¡

Los estudiantes no están en la rebatiña, ni exhiben mezquindad. Simplemente perdieron el miedo
En todas partes del mundo los estudiantes llevan las de ganar. Sus protestas suelen sintetizar las tribulaciones y quimeras de la gente. Ellos sensibilizan a los indiferentes porque sus banderas involucran siempre el bien común y estimulan la indignación frente a la injusticia, la soberbia y el abuso del poder... Pero la excarcelación de Julio César Rivas no es producto del azar. Se trata de la respuesta bien calculada que la revolución le ofreció a una "necesidad sobrevenida" en el trayecto de su campaña electoral.
Como dice Julio César, "lo primero es perder el miedo": una prédica impecable que describe su correcta percepción del drama& Ya después se impone comprender que, en el marco de la justa parlamentaria, Chávez seguirá intentando lavarse el rostro, mediante "sorpresas" -como la libertad del líder de JUVE-, con las cuales procurará diluir las certezas en torno a su condición autoritaria y enmascarar la tentación dictatorial en la que se regodea, manoseándose con sus malas juntas internacionales.
Hay que recordar que la amnistía a los procesados por el 11-A, coincidió precisamente con una estación electoral. No sorprende que, ante la huelga de hambre de los estudiantes, el Presidente se haya jugado la liberación de Julio César Rivas. Sin embargo, no ha logrado mercadear esta acción como la prueba de su "naturaleza democrática". La espada de Bolívar en manos del salvaje libio (y en las de Mugabe) descubre la treta.
Hasta el chavismo está sacudido por el intenso intercambio de fervores entre Chávez y sus impresentables amigotes. A esta hora la sala situacional debe estar buscando un atajo para abordar la terquedad de los estudiantes. Es difícil que los jóvenes no sean percibidos como los triunfadores de este lance. Son un ejemplo de arrojo; han sumado a la descaraqueñización de la resistencia; lograron refrescar de nuevo al movimiento estudiantil y exponer, una y otra vez, el retrato de una revolución deformada, marchita, dispuesta a las acciones más aborrecibles, con tal de mantener secuestrado el poder.

Al coronar el milagro de la solidaridad, Julio César Rivas también ayudó a reconfirmar el boceto del liderazgo democrático para este tiempo. La burocracia opositora -desafiada por el temple de los estudiantes- también debe estar tomando notas acerca del secreto de este líder y de sus acompañantes: ellos son ejemplo de una renuncia personal invaluable.
No están en la rebatiña, ni exhiben mezquindad. Simplemente perdieron el miedo e incrementaron su atrevimiento: de las manos blancas pasaron al hambre prolongada y a los labios cosidos. Tienen estampa de vencedores y visibilizan el tremendo contraste que existe entre el país democrático y la Mesa"Unitaria", anclada en el conservadurismo y el reparto: ¡qué pena con esos señores! Ni lavan, ni prestan la batea.

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