"Hay una agitación desde abajo y no la pueden controlar ni los partidos ni el Gobierno"
¿Antipolítica?La crítica a los partidos ha arreciado. En los lados oficiales el descontento se desparrama hacia el PSUV, que es la cripta de la cual se han apoderado militares y ex revolucionarios.
En la acera de la disidencia la situación se le parece; hay descontento porque los partidos parecen andar divorciados de los bríos de la sociedad.
El contraste es brutal entre la protesta estudiantil con su estupenda y vigorosa huelga de hambre, y enfrente unos partidos que parecen más preocupados por competir entre sí, cuando no en suicidarse en porfías domésticas.
Esta situación de los partidos opositores no es nueva.
Lo nuevo es que quienes acusaban a quienes criticaban a los partidos de ejercer la profesión de la antipolítica han tenido que arribar a las mismas conclusiones.
No era antipolítica ayer; no lo es hoy. No es que los partidos en general no sirvan y no tengan posibles -aunque inciertos- futuros; el busilis de la cuestión es que los de hoy y los de aquí están afectados de males que se expresan en su centralismo, carencia de procesos democráticos, pugnas internas e incapacidad de conectarse con la conflictividad social que los arropa y supera.
Lo Concreto.
En el horizonte que vive Venezuela es posible que haya elecciones en 2010. No es seguro porque Chávez puede ordenar al CNE, a la Asamblea Nacional o a algún togado que decida no realizarlas. Pero no le es fácil seguir en la táctica ilegal del aplazamiento indefinido; la hoja de parra que usa para que Moratinos y Lula digan que en Venezuela hay democracia es que celebra no una sino muchas elecciones.
Las elecciones son una coartada necesaria para los autócratas. Mugabe también hace algunas de vez en cuando. El instrumento para participar en las elecciones son los partidos.
Claro que puede haber grupos de electores organizados, pero no pueden sustituir a aquéllos, a lo más, complementarlos.
El monopolio que ejercen los partidos para la concurrencia electoral les permite ser los que canalicen las posiciones y el descontento cada vez que hay que votar. En general, nadie vota por ONG o por un concepto general como el de sociedad civil. Se vota por partidos. Esta realidad ha llevado a la confusión a los dirigentes opositores.
No; los partidos no son populares; no se están recuperando; siguen en terapia intensiva y se sospecha que algunos ya están embalsamados. Sin embargo, a la hora de votar hay que hacerlo por su intermedio. Votar por alguno no significa que sean representativos; en muchos casos son el peor-es-nada que el elector tiene a mano.
Votantes desesperados por derrotar a Chávez, cuando se presenta un proceso electoral, lo hacen con el instrumento del cual disponen, pero ni apoyan a los partidos por los cuales votan en la mayor parte de los casos ni se sienten por ellos representados.
La característica señalada no es una condena a esas organizaciones sino una descripción de su realidad actual, a lo cual han contribuido sus dirigentes, pero, muy especialmente, las condiciones que los rodean, con un régimen autoritario que sustrae el oxígeno democrático del ambiente político y social.
Escenarios.
El escenario electoral es posible pero ni es inevitable, por lo dicho, ni es el único. Si se presentara y los partidos siguen como hoy están, la promesa es una matazón por los 40, 50 o 60 puestos que el Gobierno permitirá si la única política es la electoral.
Si ésta es la política, sola y aislada, ya se sabe que no habrá registro electoral confiable, que las auditorías serán sesgadas, que las circunscripciones se unirán o separarán de acuerdo con la conveniencia oficial, que las cazahuellas seguirán asustando a muchos, y que las amenazas de pérdida del empleo harán lo suyo; sin contar con las posibilidades de fraude electrónico adicional.
En cambio, si hay una estrategia que vaya más allá de lo electoral aunque lo incluya eventualmente, las posibilidades de un mejor resultado electoral aumentan exponencialmente. Por ejemplo, luchar por un REP fumigado y transparente no es un acto electoral en sí mismo sino un combate que antecede y supera la conquista del voto, pero ayuda a asegurar más votos.
El acto de escoger a los venezolanos más representativos como candidatos a las eventuales elecciones evidenciaría también una nueva postura. El centro de lo que ocurre está en el conflicto social, en el tumulto de las calles, universidades, fábricas y barrios.
Las masas, un concepto casi olvidado y sustituido por el más aséptico de ciudadanos, vuelven a estar en los espacios públicos.
No son sólo las marchas -de inconmensurable valor- sino la revuelta de los trabajadores, la resistencia estudiantil, la rebelión de las víctimas de los crímenes cotidianos. Las masas vuelven a tener la palabra. No se afirma que exista una insurrección plebeya en puertas, lo cual es posible mas no predecible, sino que hay agitación desde abajo y no se puede controlar; no lo pueden hacer los partidos del gobierno ni los de la oposición, ni Chávez ni nadie.
El Acento.
Todos los partidos están sometidos a intensas pugnas internas. El debate doméstico no es un acontecimiento negativo, por el contrario. Sin embargo esas pugnas de hoy no tienen posibilidad de ser procesadas democráticamente.
Las disidencias de Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, AD, Copei y otros partidos menores han finalizado en expulsiones y marginamientos, lo cual no es fundamentalmente producto de la intolerancia -que la hay- de muchos dirigentes, sino de la carencia de una sociedad democrática en la cual puedan procesarse los conflictos.
Por mala fortuna no es cierto que los partidos u otras instituciones puedan funcionar como islas democráticas, sanas, en medio de la vorágine chavista. No es que Chávez y su gobierno son los malos y tienen enfrente a los buenos y puros. No. Esta sociedad enferma produjo a Chávez y la mayor parte de sus sectores está contaminada; todos ostentan su ángulo de chavismo, sea en la intolerancia, en la actitud represiva, en la promoción del miedo para imponerse, en la censura a la discusión y en el personalismo.
Por esta razón es que la rebelión fundamental que hay que promover es contra lo que ha sido y es en variados aspectos la sociedad venezolana.
La reforma de los partidos pasa por su disposición a enfrentarse a muchas cosas, pero la más importante es enfrentarse a sí mismos, a sus prácticas, ideas y sobre todo a lo que nadie quiere destapar: cuánto y cómo contribuyó cada cual a que Chávez y su destrucción llegaran al poder e hicieran lo que hacen. En este espejo letal nadie quiere verse y sin hacerlo no hay cambio.
Las Masas.
Las masas van mucho más allá de los individuos que las integran, tienen su propia personalidad y encuentran fuerzas de su existencia movilizada. Están integradas por los mismos seres limitados y llenos de conflictos que son todos los ciudadanos, pero en el momento de su efervescencia pueden llegar hasta donde nadie se atreve.
La clave está en las masas y sus luchas.
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