Oscar Reyes
Jueves, 20 de agosto de 2009
Lograr movilizar a una sociedad que estaba deprimida luego de la derrota en el referéndum de febrero pasado, no es poca cosa. Cada vez que tocan el tema de la educación de nuestros niños sucede, llámese decreto 1011 o nueva ley de educación. Aquella vez, la movilización contra ese decreto inició una escalada que culminó el 11 de Abril. Pero soñar que eso va a ocurrir de nuevo, es una estupidez.
Hegel decía que la historia y sus personajes suelen repetirse: la primera versión puede ser trágica, la segunda vez usualmente se trata de una parodia, de una comiquita. Es obvio que hay gente conspirando para eludir el camino electoral y montarse en el poder sin trabajar mucho, tipo Carmona Estanga: les importa un bledo el hecho de que si son derrotados por el Presidente, contribuirán a atornillarlo de por vida, y esta vez sí habrá que inflar la balsa y cruzar a nado el estrecho de la Florida. Les importa un bledo el hecho de que el Presidente los está cazando, azuzando, y que está rogando a Dios –ahora que va palo abajo en las encuestas- que este tipo de ilusos irredentos logren copar las instancias de decisión de la oposición y que a partir de las muy justas y valientes movilizaciones de los gremios educativos, enloquezcan por la ambición y consigan crear un alboroto sin control –que no es lo mismo que una resistencia organizada, orgánica- que justifique un reacciones pendulares, como un estado de excepción permanente o algo peor. Ese expediente ha sido usado por las dictaduras de derecha en América Latina, mediante la excusa de que se trata de la seguridad de la nación contra enemigos comunistas internos o externos. Que se use desde el campo de la izquierda no tendría nada de raro, porque al fin y al cabo, en el eje ideológico izquierda-derecha los extremos comparten muchos rasgos comunes, como bien supo Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo.
Vamos a las leyes. Le dije a una señora que estábamos trabajando en un proyecto que llamamos La Universidad de los Ciudadanos, a través de la cual aspiramos adelantar un programa intenso de formación en valores de la democracia, en oratoria, dicción, técnicas de debate, resolución de conflictos, manejo de asambleas, para los chamos, para las redes, los grupos de base, para quien quiera, y me dijo lo que toda señora clase media suele decir: “¡Ay! ¿Y tú vas a dejar que aprueben la nueva ley de educación, es que ya te rendiste? Es que tú eres chavista, en el fondo lo eres.” He prometido que no voy a hacer más boutades, así que repetiré ante el teclado el profundo respiro costo-bajo-diafragmático que ejecuté ante la honorable dama para no responder como suelo hacerlo. (¡¡¡Fiuuuu!!!). Bueno, que aprueben o no la ley no dependía de nosotros la oposición: la aprobaron entre otras razones porque se abandonó la Asamblea Nacional en uno de los actos de imbecilismo político más patéticos que recuerdo, incluso de entre los que sólo haya leído. Recuerdo clarito la cara de Cabeza de Motor, de Ledezma, de Ramos Allup en la tele defendiendo la abstención, los artículos de Milagros Socorro, en los cuales se hacía una profunda meditación cartesiana para justificar el no ir a votar y se incitaba al pueblo a seguir se noble ejemplo. Yo le decía a señoras similares que la abstención era un suicidio y ellas –creo que son clones que me persiguen- me decían: “Ya me di cuenta, tú quieres contribuir a legitimar al tirano. ¿Cuánto te está pagando?” Este tipo de obcecación es la que temo al decir que uno debe tener mucho cuidado al convocar las fuerzas de la sociedad para marchas, escaladas políticas, referendos y demás: a todo el que diga que es un riesgo ir a un referéndum le van a mentar la madre, y luego nadie va a querer pagar los platos rotos.
Por eso hay que tener mucho cuidado con los habladores de bolsería que tienen diez años equivocándose y ensayando sus estupideces en carne ajena. Carajo, todos nos equivocamos porque somos humanos: pero al menos uno puede pedir disculpas y tratar de rectificar. Rectificar significa no ponernos nosotros mismos un trapo rojo delante de los ojos para andar dando bandazos mientras nos clavan las banderillas, de manera que el Presidente ni siquiera tenga que manejar el capote y la muleta para gritar ¡Olé! Nosotros mismos nos damos cabezazos contra el burladero, y le ofrecemos el lomo a los picadores para que se diviertan con la lanza.
Se ha propuesto salir a la calle en busca de firmas para un referéndum abrogatorio del paquete de leyes. Eso puede ser bueno si no se le vende a la sufrida gente de la oposición la desquiciada idea de que vamos nuevamente hacia la madre de todas las batallas, y que si la ganamos, se cae el régimen. Suponga usted que ganamos… ¿Y? ¿No ganamos el referéndum del 2007? ¿Y qué ocurrió? Pues que se desconoció el mandato de ese referéndum y se organizó una nueva elección, por inconstitucional que fuera. Exactamente igual va a ocurrir: si ganamos un abrogatorio, pues el Presidente le encarga un clon de todas las leyes abrogadas a la AN, y se vuelve a repetir la historia pero como parodia. Y vamos a estar deprimidos, reventados por el esfuerzo, y nos van a crucificar en las elecciones vitales, las que hay que ganar porque sí: las de los diputados a la Asamblea Nacional. Esa es la gran final por ahora, la madre de todas las batallas: ganar la maquinita de hacer leyes, de nombrar contralores, fiscales, defensores del pueblo, y un largo etcétera. Siempre que el referéndum abrogatorio sea como un partido de clasificación para el mundial de fútbol, en busca de la primera gran final en la AN, pues venga, sí va, como dicen los chamos. Pero no nos ilusionemos demasiado con estos abrogatorios, dejemos de pensar como leguleyos y despertemos a la política.
No es desquiciado ganar la asamblea y dejar al gobierno en una minoría abrumadora: la nueva ley lo permite. No estoy diciendo que sea justa, pero nos da esa posibilidad. Acuérdense que con un sistema parecido Aristóbulo y la Causa R lograron los 11 concejales para su gestión como alcalde de Caracas. En la elección siguiente los borraron del mapa. Ese tipo de leyes están mal pensadas, porque son concebidas para cuando uno es mayoría, imaginando que uno va a durar en el poder para siempre: ¿pero y si uno se convierte en minoría, si uno tiene que pasar a la oposición? Por eso algunos diputados del oficialismo estaban remolones en la AN con respecto a la nueva ley electoral: sacaron cuentas.
Vamos por partes, dijo Jack El Destripador. Movilicémonos, organicémonos, si se decide ir a buscar firmas para un abrogatorio busquémoslas (ya debo estar estoy sonando igual que los colombianitos de Radio Rochela) pero no pensemos que por la vía legal se va a lograr mucho; el logro tiene que ser por la vía política, recuperando las instituciones entregadas: concejalías, diputaciones, AN, AN, AN y más AN.
Lo más importante es ponerle un mecanismo de check and balances a este desmadre que vivimos en Venezuela, con una Asamblea Nacional que refrene los impulsos devoradores del ejecutivo. A partir de allí, se podría pensar en remendar el barco en alta mar, como decía Konrad Lorentzen; revertir la nueva geometría del poder impuesta de facto, cambiar el TSJ (¿te imaginas?) tener un fiscal imparcial (siempre habría que negociar con el chavismo y ellos tendrían que aceptar negociar con la oposición) que respete los derechos de ambos bandos y los de cualquier otro. Y bueno, partido tras partido, ir llegando a las presidenciales: con esa fuerza acumulada se puede ganar, desinflar el zeppelín del proceso y un largo etcétera.
Todo esto se resume en una frase muy simple: el presidente debe ser derrotado (con “T”) y no derrocado (con “C”).
Yo por si los Cññññ su mmmmm del “C” logran nuevamente empujar el país al precipicio, me dejé de vainas y ya saqué el pasaporte. La tolerancia a la estupidez, como todo en la vida, tiene un límite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario