La historia le cobrará a Chávez y a su plana mayor el despreciable acto de llamar traidores a la mitad de los venezolanos, de tildar de apátrida a la oposición por no acompañarlos en su irresponsable aventura de guerra contra Colombia
Por: Vladimiro Mujica
La reacción que se siente entre muchos colom-bianos frente a las declaraciones guerreristas de Hugo Chávez y su partido es de calma y sorna frente a lo que se evalúa como una bravuconada más del presidente venezolano.
El gobierno colombiano ha actuado con mucho tino, desactivando por un lado las comprensibles aprensiones de sus vecinos frente al acuerdo entre Colombia y los Estados Unidos sobre el uso de bases militares, y, por el otro, acudiendo a la ONU y la OEA.
Ambas acciones se han traducido en una fuerte reacción internacional contra el desafuero de la conducta venezolana. No deja de ser irónico que mientras nuestro gobierno le otorga carta blanca a cubanos, rusos, iraníes y, por supuesto, a la guerrilla colombiana para que actúen libremente en nuestro territorio, se escandalice frente al acuerdo militar entre EEUU y Colombia.
Como de costumbre en la cosmogonía chavista hay intervenciones buenas, las estimuladas por ellos, y malas, las de quienes se les oponen. De nuestro lado, hablo de al menos la mitad del país que se opone al chavismo, creo que debemos tomarnos el asunto con la máxima seriedad porque el verdadero objetivo de la declaración de guerra somos nosotros.
La historia en algún momento le cobrará a Chávez y su plana mayor el despreciable acto de llamar traidores a la mitad de los venezolanos, de tildar de apátrida a la oposición por no acompañarlos en su irresponsable aventura de guerra contra Colombia.
Pero mientras llega ese momento, hay mucho que nosotros podemos hacer para defendernos de un peligro real. Debemos usar la amenaza presidencial como un elemento de cohesión.
Si algún catalizador faltaba para que cese la cada vez más incomprensible polémica dentro de la oposición acerca de cómo dotarse de una efectiva dirección.
Asumir la amenaza chavista como un factor de unidad en la acción no es oportunismo. Es elemental sentido de supervivencia y ha sido utilizado en situaciones similares por individuos y naciones.
Si en verdad nos tomáramos en serio la naturaleza inescrupulosa y sectaria del chavismo muchas de las conductas que impiden que se actúe unificadamente se derrumbarían.
Y, paradójicamente, iría surgiendo el programa alternativo capaz de propiciar la creación de una nueva mayoría porque la conducta de la oposición tendría algo de lo que con frecuencia carece: credibilidad.
¿Qué pensará en este momento gente como el inefable profesor Monedero de la Universidad Complutense de Madrid, devenido cerebro local de la revolución bolivariana?
El y otros tantos que prestan sus no escasos talentos e inteligencia para presentar al "hiperlíder" como la encarnación del liderazgo necesario. Solamente una visión antropológica de la política, una que sostiene que países como el nuestro no están en condiciones de tener nada mejor, explica la posición del catedrático español. Su próxima tarea es explicar la guerra de Chávez contra los venezolanos.
Adelante profesor que con ganas, dinero y mucha gimnasia intelectual bolivariana todo se puede.
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