Cuando entiendan qué es lo que se pretende, todo el país será Curiepe
Tan reconocidamente incompetente luce la actual Asamblea Nacional, que hasta su propio jefe quiere arrebatarles la simulación a la que parecen dedicarse. Exige otra ley habilitante, para hacer él lo que cree que sus focas no logran hacerle en el tiempo que él cree se necesita. Y ellas, sumisas y obedientes como siempre, se lo concederán. Después de todo, gozar del sueldo y los beneficios que con ese cargo van aparejados, sin tener que realizar la labor para la que fueron elegidos, es un privilegio imperdible. Un solo hombre, pues, a quien nadie eligió como Supremo Legislador, se arrogará la tarea de cambiarle la vida a los venezolanos. Lo insólito es que parece creer que se saldrá con la suya, y que esas leyes -sus leyes- serán el marco dentro del que se desarrollará la vida entera de los venezolanos. ¿Será eso factible?
Examinemos esa posibilidad haciendo acopio de la mayor atención. Las leyes fueron creadas por los hombres. No vinieron con su cordón umbilical. Por eso mismo son cambiantes; pero más importante aún, requieren, en su arduo proceso de elaboración, de la participación de todos aquellos cuyas vidas regirá. Nada que no se amolde a las vidas verdaderas, a las que los grupos humanos viven día a día, tiene chance alguno de ir más allá de una mera ficción. Para que las leyes sean tales, la gente tiene que brindarles anuencia y sólo si ella les acompaña, esas leyes tienen vigencia. Desde los mismos inicios de la humanidad, los seres humanos comprendieron la importancia de la existencia de un conjunto de leyes y normas para garantizar la convivencia humana.
Tanto lo hicieron que muy rápido captaron la necesidad de que el conjunto normativo se blindase contra desafíos perniciosos y desobediencia masiva. Nada mejor para lograr ese propósito que verlas como "voluntad de los dioses". Para los hebreos, incluso, Moisés no hizo otra cosa que transmitirles la voluntad de Dios, que eso y no otra cosa es la Ley mosaica. En la medida en que las sociedades fueron creciendo, se fueron diversificando y aumentando de volumen, se tornó perentorio el garantizar que mucha gente se sintiese regida por las mismas leyes.
El problema se concentró, entonces, en cómo elaborarlas y a quiénes tocaría realizar esa labor. En las poleis griegas, su tamaño posibilitó un sueño: que todos los ciudadanos participaran en su elaboración, (la "democracia participativa"). A medida que aumentasen el volumen y densidad se haría inexorable lo que Durkheim llamó la "división del trabajo social", donde el participacionismo radical devendría imposible. Se iniciaba así la edad de oro de la llamada democracia representativa. Los ciudadanos elegirían, por un tiempo determinado, a un grupo de entre sus paisanos, a quienes encargarían las leyes. Y en esa labor, sólo a los ciudadanos electores responderían; y estos se reservarían el mayor de todos los poderes: brindar su aprobación expresa, no simplemente presumida. Y una vez que esa aprobación fuese otorgada, toda desobediencia se tornaría ilegal, y como también lo vio Durkheim, la sociedad la percibiría como una agresión.
Todo eso se está violando con estas pretensiones del autócrata. Pero lo que más violado resulta es el criterio; o si ustedes prefieren, el sentido común.
Si los habitantes de la Norteamérica de 1776, al grito de: "ningún impuesto que no haya sido decidido por nuestros representantes", ("no taxation without representation"), resistieron al poder monárquico inglés y terminaron creando Estados Unidos, ¿puede alguien en su sano juicio creer que por una habilitación concedida por una minoría espuria, la gente aceptará que le quiten lo suyo? ¿Aceptarán que le acallen sus voces, le tapen sus oídos y le venden sus ojos? ¿Se tragarán que le enseñen que lo negro es blanco y lo blanco negro, y cuantas mentiras el conocimiento actual hace ya rato arrinconó, aunque lo disfracen de "Curriculum bolivariano"? Creer que es posible es creer en la ficción jurídica.
Ninguna ley logrará eso, y mucho menos una hecha a sus espaldas y contra sus intereses, porque ello atenta contra su ser humanos. Por eso, en cuanto lo vean, y entiendan de qué se tra- ta y qué es lo que se pretende, todo el país será Curiepe.
Y ya allí no habrá ficción, sino pura -y dura- realidad, porque, o la ley la creamos todos o la desobedecemos todos. Nadie se tragará lo intragable ni confundirá vida con muerte. Ya lo dijo Vaclav Havel, "algo que va contra la vida, colapsará, tarde o temprano, colapsará". ¿Quieren probarlo?
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