LAS CONFESIONES TESTAMENTARIAS DE MANUEL MARULANDA
Antonio Sánchez García
Dará juego a especulaciones de toda índole durante el tormentoso futuro por venir. Provocará desmentidos y silencios. Y hasta puede que algún desaprensivo estudiante de ciencias políticas de alguna universidad nórdica, bien calefaccionado con el petróleo del Mar del Norte, escriba una tesis de grado. Tema: Las FARC y el Socialismo del Siglo XXI. Historia de una conspiración planetaria.
Pues las revelaciones que contiene la carta del que llegaría a ser el guerrillero más viejo del mundo, muerto en marzo pasado en extrañas circunstancias – “nosotros decimos que murió de un infarto”, dijo el Mono Jojoy, dejando sembrada la duda acerca de la verdadera causa - tras una seguidilla de derrotas y catástrofes infringidas por el ejército colombiano a su semi centenaria tropilla revolucionaria, vienen a confirmar todos los rumores, sospechas y acusaciones que circulan en el mundo político latinoamericano desde hace diez años: Hugo Chávez es la agresiva, poderosa y financiera avanzada seudo legal de un vasto movimiento insurreccional que ha ido extendiéndose como una mancha de aceite, abarcando Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, países ya directamente bajo su control. Otros, como algunas repúblicas centroamericanas de las que Honduras sería la joyita de la corona, habrían resbalado al fondo de su esfera de influencias. Y los últimos, desde Brasil y Chile hasta Uruguay y la Argentina de los Kirchner, aliados cómplices o silentes, perfectamente enterados de los propósitos subversivos del teniente coronel, heredero y epígono dilecto de Fidel Castro, pero maniatadas sus autoridades de gobierno por viejas querencias e inveteradas inclinaciones políticas o el compromiso fundacional del llamado Foro de Sao Paulo. Algunos de ellos – y ellas - militaron en la izquierda revolucionaria de los años sesenta, se exilaron en países comunistas o en la Cuba castrista, asaltaron bancos y secuestraron empresarios y hoy manejan sus países por causa y honra del simple relevo generacional. Con la OEA – vaya sorpresa - reconvertida gracias a un birlibirloque digno de una novela de política ficción, en la Quinta Internacional del Socialismo del Siglo XXI o, parafraseando a los pujos cubanos de los sesenta, en la OSPAL de los nuevos tiempos: Organización de Solidaridad de los Pueblos de América Latina. Con Irán, Afganistán, Corea del Norte, Bielorrusia, Rusia y otras perlas dictatoriales como aliados planetarios.
A confesión de partes relevo de pruebas. He aquí algunas de estas estremecedoras revelaciones: el acceso a la presidencia de Rafael Correa, quien saltara al primer plano de la política luego del defenestramiento de Lucio Gutiérrez - que no causara la más mínima preocupación de la OEA a pesar de constituir un guión con los mismo ingredientes que la salida de Manuel Zelaya - fue financiado por las FARC con los dineros obtenidos del narcotráfico y del secuestro de colombianos y venezolanos, fuentes financieras de que viven desde hace décadas. El amigo Hugo Chávez es el aliado privilegiado al que hay que proteger y con quien mantener y fortalecer los lazos que existen desde antes que asumiera la presidencia de la república. También contó con el financiamiento de las narco guerrillas. Las FARC son tan bolivarianas como el PSUV venezolano o el MAS boliviano, partidos de gobierno en ambas naciones. Todos esos gobiernos, hoy hegemónicos en la OEA forman parte del bloque de fuerzas revolucionarias caro a las FARC y su viejo proyecto insurreccional. Todo lo cual dicho por Marulanda, no por los dirigentes de la oposición venezolana. O por Don Mario Vargas Llosa.
Son tan contundentes y tan estremecedoras, tan insólitas y graves todas estas afirmaciones testamentarias, que cabe preguntarse si bajo las actuales circunstancias cabe alguna posibilidad de revertir los hechos que revelan. A saber: que Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua son Estados forajidos, según la famosa definición de J. Rawls (The Law of Peoples, 1993). Esto es: Estados en los que no se respeta la voluntad de los gobernados – el caso Ledezma termina por confirmar el desprecio del gobierno venezolano a los procesos electorales, que están suspendidos, y a sus resultados, violados pública y notoriamente -; las instituciones se encuentran secuestradas por una voluntad autocrática y totalitaria; los derechos humanos no son respetados y se contravienen todas las normas de la convivencia internacional, según los tratados y acuerdos que los rigen. En el caso venezolano cabe incluso preguntarse si su sociedad corresponde hoy por hoy a la categoría de las sociedades democrático occidentales o ya es una sociedad jerárquica, religiosa y militarizada, como la Irán, su principal aliado en el Medio Oriente.
El testamento de Marulanda constituye una base documental suficientemente amplia y prolija como para demostrar que Venezuela, bajo la presidencia de Hugo Chávez, se ha convertido en un Estado Forajido y en un Narco Estado, es decir, en un Estado que viola sistemática y sistémicamente los derechos humanos y mantiene vínculos asimismo sistemáticos y sistémicos con el narco tráfico. El ingrediente de la asociación con la criminalidad de las guerrillas termina por darle consistencia a las acusaciones de la oposición venezolana ante los foros internacionales y a su requerimiento de darle trato especial, urgente y categórico al tema de la gobernabilidad en Venezuela.
&nb sp; En el caso hondureño, la comunidad internacional ha solapado consciente y deliberadamente el proceso de internacionalización de la subversión propiciada por los estados mencionados, particularmente de parte del gobierno venezolano, y del derecho a la legítima defensa constitucional ejercido por las instituciones democráticas hondureñas, manteniéndose rígidamente prisionera de viejos y caducos preceptos de derecho internacional. Ello manifiesta la crisis insoluble de la OEA, objetivamente y estructuralmente incapacitada para hacer frente a los objetivos que le dieran origen a mediados del siglo pasado. El propio Secretario General lo ha reconocido al señalar que su Carta Democrática prescribe claramente los principios de defensa de sus presidencias, de manera alguna las de sus pueblos. Y lo que es muchísimo peor: los de sus instituciones.
De allí la incapacidad del organismo multilateral para dar lectura a las confesiones testamentarias de Marulanda y actuar en concordancia con los principios de su Carta Democrática. La presión de los pueblos por revertir el grave peligro que corren – como lo hiciera el hondureño –, y que se manifiesta ya en las derrotas electorales de importantes aliados del Club de los forajidos, la emergencia de nuevos gobiernos en países hoy controlados por esta pervertida comunidad de estados y las necesidades de policía internacional de Europa y los Estados Unidos llevarán irrevocablemente a la crisis de la OEA. Sus días, como los de su Secretario General, están contados.
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