Tiempo de palabra
¡A votar!
Hoy la mejor estrategia es acudir a votar masivamente en las elecciones del 26-S porque será un punto de inflexión en la pavorosa crisis política que antes de esa fecha ha agarrado al régimen por el pescuezo. Desde estas líneas se ha insistido en que para derrotar electoralmente a Chávez hay que derrotarlo políticamente primero, lo cual parece posible pues ahora se le ha vuelto inmanejable la situación.
El símbolo del desastre actual es la podredumbre de Pdvsa en la cual se sintetizan incapacidad, ineficiencia, corrupción, desprecio a los pobres, autoritarismo, centralismo, militarismo y, al final, la arrogancia de los que creen nunca les tocará rendir cuentas. La ruptura con Colombia es una pieza para intentar aglutinar cierto apoyo interno cuando queda desnuda la presencia de las FARC-ELN en Venezuela. Mientras, el respaldo se desvanece y el fantasma del 26-S lo devora.
Sentido de las Elecciones.
Muchos dicen que hay que votar con el pañuelo en la nariz por la forma altanera en la que los partidos se repartieron las candidaturas y por las insuficiencias que ha tenido la Mesa de la Unidad. Desde esta esquina de la palabra se han levantado ésas y otras críticas, las fundamentales de las cuales son las deficiencias de representatividad en muchas de las candidaturas, el soslayo a ratos suicida en confrontar con Chávez, y el silencio en torno a las fullerías del Ministerio para las Elecciones que es el CNE.
Sin embargo, aquí se argumentará que hay que votar con decisión, sin el pañuelo en la nariz, porque se trata de un plebiscito en el cual es factible completar esta fase de la derrota política. Votar hoy, en el marco plebiscitario generado, es un acto de rebelión cívica.
Se emplea un camino que está allí. No ocurre como en un país democrático que las elecciones son instrumento del relevo institucional normal para escoger a unos que se suponen mejores que otros; sino de emplear el instrumento a la mano para propinar una derrota contundente al bochinche bolivariano y, para estos efectos, todos los candidatos opositores son buenos.
Es verdad que la oposición está financieramente arruinada debido al cerco creado por el régimen, lo cual tiene su efecto maligno, pero una buena porción de candidatos ha comenzado a transmitir mística cuando se saben medios para derrotar a los profanadores de tumbas y autores de PUDREVAL.
Habría que añadir que en buena medida la Mesa y otros sectores disidentes no agrupados en ella, por designio o por casualidad han focalizado su atención en el tema central de este momento, que es el de los contenedores de comida y medicinas podridas.
Ese caso es el que ha corroído con más fuerza a un régimen que solía ufanarse de su preocupación por los pobres; allí se contrasta cómo la corrupción se ha comido el sueño revolucionario y sobre las promesas lo que queda es el mosquero.
En una democracia, las elecciones son mecanismo que renueva y vivifica el sistema político mediante la puesta al día de representación popular. En un régimen autoritario las elecciones sirven dependiendo de las circunstancias, lo cual explica que los dirigentes opositores como Antonio Ledezma, Manuel Rosales, Henry Ramos, Leopoldo López hayan apoyado la abstención en 2005 y hayan llamado a votar en otros momentos, sin lágrimas ni arrepentimientos bobos. Recuérdese muy bien que los dirigentes que hoy promueven las elecciones, salvo Julio Borges, fueron los mismos que apoyaron la abstención de 2005 y ninguno -óigase, ninguno- se ha arrepentido, que se sepa.En 2005 el acto electoral sirvió para que 83% de los electores corroyera la legitimidad del régimen mediante la abstención, sólo que al poco tiempo quedó huérfana esa mayoría por parte de la dirección política. En 2007 la combinación de los dirigentes apersonados en el CNE, el general Baduel y un grupo de militares activos, junto al movimiento estudiantil, determinó que el fraude electoral habido no llevara a la derrota; hubo atronadora victoria, rebanada por el CNE y aceptada por los dirigentes y al poco tiempo también huérfana por parte de la dirección opositora. Ahora todo parece haber cambiado. Se ha ido logrando llenar de significado real al 26-S con la idea básica -que ojalá no se abandone bajo la presión de algunas encuestadoras- de que la disidencia es mayoría.
Tesis enarbolada desde hace tiempo por personalidades públicas como María Corina Machado y más recientemente por Teodoro Petkoff. La unificación opositora como mayoría permitirá -y obligará a- reclamar la victoria e impedir fraude. Signos de Desesperación.
Esta crisis política que carcome al régimen lo lleva a acciones desesperadas que combinan la represión, la distracción, el intento de deslegitimación de sus oponentes, el abuso sostenido, el coqueteo con el fraude y la profanación. El Gobierno está hundido en un tremedal y no sabe cómo salir de él. El fundamentalismo ideológico para manejar la economía se expresa en un colapso masivo. Pensaba que un torniquete aquí y otro más allá iba a permitirle controlar todos los flujos sin darse cuenta que lo que ha provocado es un infarto económico.
También creía que le iba a ser fácil cargarse a Globovisión y a la prensa independiente sin advertir que la importancia de los medios no deriva de su tamaño o influencia sino de su significación. No dudó en insultar al cardenal Urosa y a la jerarquía eclesiástica para apocarlos y han encontrado en ellos una firme respuesta. Suponía que la operación sicalíptica cuando la corte de astronautas de blanco hacía sus operaciones con los restos de Bolívar iba a contribuir a la gloria del caudillo, sin considerar que lo que ha ocurrido es un repudio masivo por convertir al Libertador en un amasijo de huesos toqueteados por los predicadores del rito pagano chavista.
Imaginaba que el flirteo con las FARC carecería de consecuencias debido a la prudencia tradicional de los dirigentes colombianos, y ahora es una evidencia internacional. No está amarrado de manos. Tiene poder para reprimir y hacer que los altos directivos del Estado hagan lo que quiere. Por eso hay enjuiciados, perseguidos, presos y exiliados.
Sin embargo parece ser que es lo que le queda. Reprime porque está débil y no porque está fuerte. Los conflictos entre sus partidarios se acrecientan, muchos estiman que la cordura se le extravió; los civiles lo dejan al descampado, los militares también. Reprime y mientras más lo hace más se hunde.
Pareciera que ahora la transición hilvanada entre chavistas y antichavistas se vuelve a plantear. Los que quieren cambiar esta situación son mayoría; si esta convicción prevalece, el asunto es cómo defender la voluntad de esa mayoría. Para que el 26-S funcione hay que ponerle el ojo al 27-S... www.tiempodepalabra.com twitter @carlosblancog
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