Lo de Chávez se llama comunismo, y no del heroico de los inicios de las primeras revoluciones, sino del troglodita que pronto se convirtió en la marca de su fracaso histórico
Por: Fernando Luis Egaña
Redundancia aparte, porque en pleno siglo XXI cualquier forma de comunismo es cavernaria, es decir troglodita; llama la atención la pataleta sufrida por el señor Chávez al tratar de insultar al cardenal Urosa de, precisamente, troglodita, por haberse declarado contrario a la orientación comunista del régimen imperante en Venezuela.
El parecer cardenalicio sacó de quicio al mandamás por la sencilla razón de que es verdadero, se ajusta a la realidad, y sobre todo pone en evidencia el doble juego oficialista de pretender imponer modalidades de comunismo bajo otras etiquetas y tempos, de seguro que siguiendo la directrices de Fidel Castro en cuanto al mismo fin pero con medios amoldados.
La neo-dictadura bolivarista, o sea una dictadura con faralaos de democracia, expresa una variante de neo-comunismo, o sea de afán totalitario-colectivista pero con ornamenta de socialismo redentor.
La lucha contra semejante barbarie hay que darla llamando las cosas por su nombre, y ello explica el hervimiento de sangre "presidencial" causado por las atinadas afirmaciones de Urosa Savino.
Además, el propio señor Chávez sabe de sobra que la inmensa mayoría de los venezolanos es contraria al contrara mayorre "presidencial" causado por las atinadas afirmaciones de una variante de neo-comunismo, como el de la Cuba fidelista; y que si eso aún no ha erosionado más su base de apoyo, es porque su estrategia política ha tenido éxito en el ambiguo disimulo de la dirección.
Algunos creen, incluso, que el desmadre de corrupción que caracteriza a la satrapía hace imposible un avance radical...
"La corrupción os salvará del comunismo", solía decir un embajador ibérico, tan cínico como avispado para los negocios miraflorinos. Pero no es cierto, porque el de Chávez a lo que se parece es al comunismo podrido de las dictaduras burocráticas, tan mercenarias y corrompidas como el más salvaje de los mercantilismos.
Y las señales no tanto abundan sino abruman en relación con la tintura comunista, aunque nunca usando esa denominación. Para empezar, la subordinación gubernativa venezolana al mando foráneo de la nomenklatura cubana, y desde luego la transmutación del Estado democrático y social en un aparato partisano-castrense que aumenta, paso a paso, su dominación sobre el conjunto económico-socialcomunicacional.
Se trata de un proceso y no de un "big-bang", y en parte allí está el meollo de su eficacia: comunismo por pedacitos.
Venezuela, hoy en día, claro que no es La Habana, pero hacia esas coordenadas ha ido y va el forzado rumbo de la "revolución bolivarista".
Si había dudas, la pataleta del 5 de Julio puso en evidencia por dónde hay que enfilar las baterías. Lo de Chávez se llama comunismo, y no del heroico de los inicios de las primeras revoluciones, sino del troglodita que pronto se convirtió en la marca de su fracaso histórico.
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