Libertad!

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domingo, 25 de julio de 2010

"Sin observadores imparciales el 26-S carecerá de legitimidad"

El senador chileno Patricio Walker dice que asumirá todas las consecuencias de venir a Venezuela y se hace eco de la regresión autoritaria denunciada por la Internacional Socialista y los atropellos documentados por la CIDH

Elecciones regionales 2008 Manuel Sardá
Patricio Walker fue el principal promotor del acuerdo del Senado de Chile en procura de una observación internacional plural y representativa de todos los interesados en contribuir a la preservación de la democracia venezolana. Afirma que las descalificaciones y amenazas del presidente Hugo Chávez no lo intimidan y que está dispuesto a perseverar en la defensa de los derechos y libertades ciudadanas, como lo habría hecho desde su adolescencia en contra de la dictadura de Augusto Pinochet, y desde hace ocho años a favor de la liberación de los presos de conciencia de Cuba.
"Básicamente, no me gustan las dictaduras", razona, sin atreverse a calificar el Gobierno de Venezuela.
­¿Cuál es el origen de la inquietud de los senadores chilenos sobre el próximo proceso electoral en Venezuela? ­La observación internacional es una práctica regular de los países democráticos.
Sin embargo, tuvimos conocimiento de que no habría interés de parte del Gobierno venezolano de aceptar la participación de algunos observadores internacionales, como, por ejemplo, el Parlamento Europeo.
­¿Qué opina sobre la posibilidad de que a Venezuela sólo vengan observadores simpatizantes del chavismo? ­Sería lamentable que sólo se admita la participación de incondicionales, de amigos del gobierno de turno. Sería una observación internacional parcial, poco representativa; en consecuencia, carente de legitimidad. Sin observadores imparciales, caerá un manto de duda, de sospecha, sobre las elecciones del 26-S.
­¿Cómo fue el debate entre los senadores de distintos partidos políticos para lograr aprobar el acuerdo? ­Hubo una inquietud generalizada sobre las denuncias de regresión autoritaria en Venezuela formuladas por la Internacional Socialista y los hechos documentados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La mayoría de los jueces son provisorios y en consecuencia no gozan de la independencia necesaria para ejercer sus funciones; muchos medios de comunicación, entre ellos cerca de 40 radioemisoras, han sido cerrados; periodistas han sido inhabilitados para trabajar como tal, simplemente por hacer alguna crítica.
­¿Qué significado tiene que la socialista Isabel Allende haya suscrito el acuerdo? ­Que la observación internacional que proponemos no está determinada por aprehensiones o críticas respecto del presidente Chávez.
­Sin embargo, Allende luego aclaró que rechaza la demonización del gobierno de Chávez.
­Yo respeto todas las opiniones.
­El senador Alejandro Navarro, del MAS, ha dicho que el acuerdo es parte de la campaña internacional contra la revolución bolivariana.
­No es cierto
El Senado chileno se ha pronunciado en varias ocasiones sobre temas que son propios de otros países. Y respecto de Venezuela, en 2007 adoptó un acuerdo en contra del cierre de RCTV porque atentaba contra la libertad de expresión y el derecho a informar y a ser informado. En esa oportunidad hubo un reclamo del Gobierno venezolano y la presidenta Michelle Bachelet pidió respeto a la decisión del Senado de Chile. Con el senador Navarro tenemos muchas diferencias. Él, por ejemplo, es una persona que ha apoyado la dictadura comunista cubana. Yo siempre he condenado las dictaduras.
­¿Usted cree que en Venezuela hay una dictadura? ­Yo jamás he dicho que en Venezuela existe una dictadura.
No hay dudas de que el gobierno del presidente Chávez tiene una legitimidad de origen democrática. Lo que no comparto es que haya habido una regresión autoritaria, que afecta de manera importante las libertades. Es un gobierno que trata a un presidente de mafioso (Álvaro Uribe, de Colombia); al secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, de pendejo; a un cardenal (Jorge Urosa), de troglodita.
A nosotros nos han tratado suave, pues sólo nos han dicho estúpidos, ridículos...
Hoy en día, la democracia es un bien universal. Los debates son globalizados y nadie puede molestarse porque algún ciudadano de otro país tenga una opinión respecto de un proceso nacional o transnacional.
­Frente a las críticas provenientes del extranjero, el Gobierno siempre invoca la soberanía nacional.
­Los observadores internacionales sólo serán testigos de unas elecciones en las que los propios venezolanos decidirán su futuro; si quieren o no un parlamento monocolor o uno donde haya contrapesos institucionales.
­La Asamblea Nacional es monocolor porque la oposición decidió no participar en los últimos comicios parlamentarios.
­Sin duda, fue un error político. En todo caso, la oposición ha decidido participar con una lista única de candidatos que incluya todo el arco iris político venezolano. En junio, constatamos una oposición madura que tiene una propuesta para todos los sectores de la sociedad venezolana.
Me dio la sensación de que el voto Ni-Ni, el voto blando, es el que definirá estas elecciones. Pareciera un voto asociado a la preferencia por una posición de centro, constructiva, que no radicalice el discurso, que no trate a las personas de amigos y enemigos, que no trate de dividir al pueblo entre proletarios-burgueses, capitalistas-socialistas. El voto moderado está asociado a las aspiraciones de oportunidades, trabajo, beneficios sociales, progreso.
­¿Qué entiende por socialismo del siglo XXI o socialismo bolivariano? ­Yo creo que el dilema de América Latina es democracia con gobernabilidad o populismo, que ofrece soluciones simplonas a problemas complejos. Yo no soy el más indicado para caracterizar el Gobierno venezolano. Pero sí quiero decir que no basta contraponer socialismo y capitalismo. En América Latina hay gobiernos demócratas como en Uruguay, Chile, Brasil, Costa Rica que han demostrado ser exitosos. En la región hay socialismos renovados, a diferencia del socialismo que busca restringir la libertad de las personas y no respeta la independencia de poderes.
­Si el Presidente, la AN y el CNE han rechazado la observación del Senado chileno, ¿por qué insisten en venir? ­Es un tema de convicciones democráticas, no de tozudez.
Oponerse a la presencia de algunos observadores internacionales afecta la calidad de la democracia. Si no nos aceptan como observadores, iremos como cualquier ciudadano que acompaña a un amigo de otro país.
­ En febrero de 2009, por orden del CNE, se expulsó al eurodiputado Luis Herrero, crítico del Gobierno venezolano. ¿No teme correr la misma suerte? ­Las amenazas sólo logran reforzar nuestras convicciones. Yo, personalmente, no tengo temor y estoy dispuesto a afrontar todas las consecuencias.

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