Lástima que tenga que abrir y cerrar el libro “Cancionero Serrat” que unas amigas me obsequiaran para saber quién fui y quien no eres. Rabia digo porque lo hago en el fragor que me producen unas declaraciones políticas de Joan Manuel Serrat desde el Festival de la canción en Viña del Mar, Chile. Suerte de ángel humanizado a través de su guitarra, voz, música y poesía, ha caminado por el mundo y por nuestros corazones cantando sus cantares, sin la ayuda de nadie. Más que familia, se metió en nuestras vidas sin permisos ni puertas. “Hola Leandro; Hola Juan Manuel”. Ídolo que no necesitó de monoteísmos o colmos. Un hermano del alma. “Hola Juan Manuel; Qué tal Leandro”
Pero hay relámpagos de sombra que pueden enlutar el respeto. Y esta propensión mía de hoy al epitafio viene a cuento por esas declaraciones malhadadas, públicas y notorias ofrecidas por el ciudadano Serrat. Allí, dicen los medios, habló de lo divino y de lo humano y sobretodo se refirió al festival, a la bondad de los vinos chilenos, a los problemas del medio ambiente, y al triunfo incontestable, según él, de Hugo Chávez en Venezuela. Dijo allá el señor Serrat lo siguiente: “Todas las reformas que impone las impone con las urnas. Chávez planteó elecciones limpias, abiertas y las ha ganado. Hay toda una historia detrás de esto, sin la cual es imposible buscar una respuesta. Una historia de partidos corruptos, que trajeron estos lodos. Y hay una respuesta de la gente. Esto es inexorable. Chávez no ha llegado al poder por otro camino que por las urnas. La descalificación de esto, no me parece el camino correcto. Otra cosa sería que la oposición democrática, al gobierno de Chávez, debería aprender de los resultados, y hacer sus conclusiones”. El texto antes citado ha sido transcrito de la página Web del P.S.U.V., Partido Socialista Unido de Venezuela, y ha sido multiplicado por esa misma red gubernamental como un triunfo de la revolución bolivariana. “Qué estará pensando la oposición de uno de sus ídolos”, dice un comentarista jactancioso de estas declaraciones.
Aunque mejor le va de turista o de cantante, que no de pontífice, porque si a ver vamos desde esta “Tierra de Gracia”, se le advierte simplista, parcializado y pienso, equivocado. Y óigase bien que respeto sus inclinaciones políticas. Sin ironías. No es a “inclinado” que apuntan mis palabras, es a la falta de información, a la banalidad, a lo superfluo, a lo fuera de sitio con los que usted emite opiniones con ese mar de la felicidad de colofón, con la Presidenta Bachelet llegando de La Habana apuradita a remendar lo irremediable. Con la irresponsabilidad suya que toca una herida abierta en una sociedad divida en dos por gusto y mandato de Hugo Chávez, y que usted alienta con la solidaridad, sí, de alguien que conoce y maneja el impacto político que sus opiniones tienen cuando las coloca al lado o en contra de alguien. A favor de la causa.
¿O es que usted no sabía, lo cual dudo, de las repercusiones que tendrían sus afirmaciones? O mejor entiendo que estuvo todo muy bien planeado y digerido, previa cita, porque eso de ir a decir lo que usted dijo, en dónde lo dijo, a quién se lo dijo, y cómo lo dijo, sin que nadie se lo preguntare, es como para ponerse a pensar. No hay que ser vidente, para percibir, suponer, un cercano tufillo a “cocinado”, no en el sentido malsano de preparado o aliñado para ganar bonos o favores que ni usted ni yo necesitamos. Cuando digo adobado quiero señalar que su opinión fue producto de una reflexión anterior e interiorizada, creída por usted y por los que lo rodean, que en general pertenecen, puedo suponer y así lo hago, a la vieja y nueva izquierda europea, que ve en Chávez, a pesar de su hipérbole estética y política, una especie de aliado tropical muy a lo afrocubano y caribeño. ¡Sabor, azúcar, tabaco y ron!
Pero resulta que en esta realidad nuestra, hipersensible e hiperreal, cualquier desliz o indiscreción se convierte en insulto para unos y cofradía para otros. Y es lo que la mitad de este país, si es que a cálculo electoral vamos, ha resentido con los desproporcionados y a cuenta de nada reconocimientos suyos de Usted al gobierno de Chávez. Y ya lo tenía claro en su mente, reitero. Pues si al rompe ola va y lo deletrea es porque ya lo había resuelto de oído, convicción y palabra. Es la mentalidad torcidaza de la izquierda europea. ¡Cómo si no lo supiéramos! ¡Pero es que no envejecen ni cambian! Viven en el formol, fascinados por lo exótico y barroco, por el realismo mágico y no comprenden, no quieren comprender, que en Venezuela existe un régimen de democracia totalitaria e ilegítima, atornillada en el abuso del poder, con la contumacia de los poderes públicos que hacen caso sumiso a ordenes militares, que se camufla en procesos electorales, más que dudosos, y no por la cantidad de los votantes sino por la claridad de las decisiones.
Lo que hay en Serrat es, imagino, un cambio en la sintonía de sus edades, haceres y quereres. Pero bueno, a esto llaman madurar: que quien menos esperas te de un garrotazo donde más pueda penarte y lo aguantes. Pero no nos pongamos gramáticos. Pamplinas, pamplinas, que aún queda mucho Fito Páez por delante.
Leandro area
leandro.area@gmail.com
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