No hay día en que no despiertes con la angustia de que se prepara una nueva ley...
Para todos. Si algo caracterizará a este período histórico será cómo lo vivió la población entera, no sólo una fracción de ella; aunque muchos la habrán vivido de un modo particularmente intenso. Todos, empero, con una clara consciencia de que si algo se encontró en minusvalía en estos tiempos fue la esperanza, sin la cual jamás sociedad alguna pudo -ni podrá- encontrar su camino.
Por supuesto que a este término puede resultar difícil llenarlo de contenido; por eso la pregunta: ¿esperanza de qué?. Bueno, esperanza de que vas a concluir tus días en un país en paz, donde los tuyos no se sientan amenazados. De que en ese país habrá leyes hechas para todos y logradas por consenso general, y por eso las harán suyas.
Esperanza de que vivirán en un país donde la vejez sea la conclusión de toda una vida de esfuerzos con sentido, y con logros que corroboren esos esfuerzos. Donde la mayor garantía de paz estará en que "lo mío es mío y lo tuyo tuyo", pues sólo así se consigue que el país sea nuestro. Sólo en un país al que sintamos nuestro, los ciudadanos se esforzarán de continuo para convertirlo en próspero y hermoso.
Lamentablemente no son estos los tiempos que vivimos. Son, más bien, tiempos de agobio, de un agobio que padecemos todos. Esa es, quizá, su característica más singular. Nadie escapa de él, aunque adopte la estrategia del avestruz. Y si me permiten el adjetivo, es un agobio hiperquinético. No es el que te deja estático, o el de la depresión melancólica, sino el que te hace ir de un tema a otro. De un agobio, en suma, ni te da cuartel, ni te permite concentrarte en nada concreto.
Irritabilidad No da chance de pensar con calma, ni de ponderar decisiones y, en el mejor de los casos, logran resultados magros. La ineficacia, entonces, se convierte en fuente de una irritabilidad espesa que penetra por los poros de la nación. No hay día que no despiertes con la angustia de que se prepara una nueva ley, o que, una vez más, decisiones vitales son pospuestas, vete a saber por qué; y que esa omisión no hará otra cosa que acelerar la caída libre que todos queremos evitar.
Y este agobio, que corta la esperanza, tiene un rasgo aterrador: ciega a la gente a cualquier luz que ilumine el final del túnel. Vamos de aquí para allá, porque secretamente nos acosa la idea de que son vanos e inútiles nuestros esfuerzos por cambiar la situación. La esperanza también se ve acorralada porque la gente no cree en el poder del tiempo, y por lo tanto, no utiliza el que tiene, del que dispone, para analizar con cabeza fría la fuerza y dirección del torbellino en el que estamos metidos; con eso se corta la posibilidad de descubrir -y utilizar cuando sea apropiado- los meandros que ese mismo torbellino deja entrever.
A estas alturas, muchos lectores podrían pensar que ese agobio es exclusivo de un sector de la población, que sólo se ceba entre quienes disienten y padecen agudamente el "proceso" que intentan imponernos. Nada más lejos de la verdad. Lo hace también, y de modo bastante perverso, quienes deberían estar encantados con el mismo y creen ser sus exclusivos beneficiarios.
En esa orilla ya no hay confianza. Y no la hay porque ya se tienen las primeras pruebas de que el "arrebatón" a Pdvsa, ofrece ya sus amargos frutos por doquier: desde la Costa Oriental del Lago hasta Anzoátegui y Monagas, desde los Llanos hasta las arcas exhaustas del Banco Central. Están las pruebas de la devastación en Ciudad Guayana, donde cunde el desempleo y la falta de pago. Y están los anaqueles vacíos: el "no hay" y el "llegó poco y con nuevos precios" es una realidad que no escapa a los consumidores.
Rabia Las quejas -que nutren una rabia sorda que pronto estallará por doquier- son ya el coro que se entona por todas partes. Y eso se contagia a los amigos del "Proceso", que, ni pueden ocultarlo, ni ocultárselo a sí mismos, y perciben que ya la población apunta a los culpables.
La luna de miel se agota mientras se agolpan las facturas. Y el cobro comenzará rápido y con estrépito. Por ello está inquieta la boliburguesía, siente que su riqueza súbita igual podría evaporarse; mientras los de La Piedrita y los chamos del "Alexis vive", ven -y sienten- la sistemática posposición de la Revolución... y sus efectos.
Mientras, la burocracia del régimen crece descontroladamente, viendo mermar recursos y posibilidades. Los resultados, por tanto, se aproximan cada vez más a los de una metástasis ¿Hay razones para las de su agobio? ¿Qué creen ustedes?
antave38@yahoo.com
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