Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas
Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009
Tengo la impresión de que cada vez que los países
caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente
de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o
para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a
Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y
futuros. No creo que eso sea del todo justo.
No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades
antes de que Estados Unidos creara Harvard y William &
Mary, que son las primeras universidades de ese país. No
podemos olvidar que en este continente, como en el mundo
entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran
más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra,
otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia,
Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda... y así
la Revolución Industrial pasó por América Latina como un
cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la
oportunidad.
También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia
de América Latina, comparada con la historia de Estados
Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John
Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia
en su mano dispuesto a construir "una Ciudad sobre una
Colina", una ciudad que brillara, como fue la
pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950,
un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más
elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras
tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur
-en cuestión de 35 ó 40 años- es un país con $40.000 de
ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los
latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que
hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7
años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y
no es el caso de la mayoría de los países asiáticos.
Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y
Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de
los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la
secundaria en América Latina, en algunos países solo uno
termina esa secundaria. Hay países que tienen una
mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el
promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9
ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del
12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de
nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la
gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de
eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces
más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un
ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que
un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es
culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho
que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es
que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el
que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI,
es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que
el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para
aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo -en un
planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un
ingreso de $2 por día- y que gaste 13 veces más
($1.300.000.000.000) en armas y soldados.
Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina
se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me
pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo
nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted
apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el
analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro
pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los
caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que
no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la
degradación del medio ambiente; es la desigualdad que
tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre
muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a
nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece
que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se
nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy
importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo
cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto,
y en eso francamente pienso que todos los académicos, que
toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que
todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo
XXI es el siglo de los asiáticos, no de los
latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos.
Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre
ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los
"ismos" (¿cuál es el mejor? capitalismo,
socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo,
socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un
"ismo" muy realista para el siglo XXI y el final
del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un
ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó
Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de
que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una
manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos
camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga
Marcha: "Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que a
mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único
que me interesa es que cace ratones" . Y si hubiera
estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que
" la verdad es que enriquecerse es glorioso ". Y
mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a
un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes
de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre
ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho
tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando
tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no
veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo
les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los
cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.
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