Alejandro Pietri C.
No extraña la supuesta sorpresa del régimen ante la presencia de Zelaya en la embajada brasileña en Honduras. Su habitual cinismo es ya un deleznable componente de la persistente contaminación sónica de la década robolucionaria. Ni debería sorprender tampoco, por molesta y abyecta que sea, la conducta de la OEA al unísono con los caprichos de poder de la trogloizquierda petrocomunista que intenta imponerse en el subcontinente apoyada en la mediocridad y la ignorancia de la clase política que se auto representa en esa organización, a espaldas de las ingentes necesidades de superación y desarrollo de sus pueblos.
Toda una bandada de intereses subalternos confluye ante la voz del amo que parasitan con una premura nunca vista en otras circunstancias mucho más apremiantes y justificadas, como el 11 de abril de 2002 en nuestro país –Venezuela-, cuando una marcha pacífica fue agredida a plomo limpio por huestes del régimen, o cuando la presencia de su Secretario General. Gaviria, quien a pedido chávez se encargó de enfriar unas calles que le atemorizaban o durante el largo período del fraude del Revocatorio que se inició año y medio antes y culminó con unos resultados en los que nadie creyó, como quedó demostrado con la abstención del 80% en las siguientes elecciones para la Asamblea Nacional.
Los petrodólares confiscados a la ciudadanía venezolana funcionaron para mantener y trasladar a Zelaya, quien no estaba embarazado, ni mucho menos tenía dolores de parto, a lo largo y ancho de Latinoamérica, en aviones venezolanos y con personal venezolano, mientras las madres venezolanas tenían que buscar donde parir por que los hospitales venezolanos, arruinados, exangües y miserables no podían atenderlas.
Una OEA lamentable, tanto como sus integrantes, o, mejor, sólo en cuanto a éstos, se mueve presurosa a agredir un pequeño país que tuvo el valor de cortar por lo sano el mismo proceso que envileció a quienes la integran, y el mismo que los unió en un clamor desesperado e hipócrita por levantarle al tiránico régimen cubano, comunista y genocida, unas sanciones internacionales bien merecidas y abrirle las puertas del sindicato de presidentes que en forma tan deshonrosa integran. No se oyó después de esto ni la más mínima voz de simulada protesta, de apariencia al menos, ante el desprecio del capo de tutti capi a la babosa invitación.
Estos hechos deben hacer reflexionar a los políticos emergentes, al nuevo liderazgo que por ley natural deberá llevar las riendas de sus diferentes países, sobre su papel y su responsabilidad con el futuro de sus pueblos. Si continuarán siendo herederos pasivos y aborregados de actitudes personalistas, subalternas, estatizantes y explotadoras de su ignorancia y necesidades –todas causas del atraso y el subdesarrollo-, o si tomarán las banderas del conocimiento, de la creatividad, de la iniciativa personal, de la democracia y la libertad tal como lo han hecho los países desarrollados. Si entenderán que los países son sus ciudadanos y lo que estos saben y producen; que los gobiernos existen por decisión de los ciudadanos y que por lo tanto no pueden ser más que una consecuencia voluntaria de ellos y necesariamente sus subalternos, y, que lo contrario, es decir, colocar prioritariamente las necesidades del gobierno por encima de las de los ciudadanos, es una violación inaceptable, una perversión autoritaria y una desnaturalización de la delegación de poder que el pueblo les confió.
Si bien un pueblo, como el venezolano, que no ha podido ver una violación sangrienta a sus derechos por parte del régimen cuando le exige poner su confianza y su vida en manos de supuestos médicos cubanos cuyas credenciales nadie ha visto, no está en capacidad de juzgar la conveniencia de una política económica o social o de defensa, la clase política, casi toda con formación universitaria, sí debería estarlo. Las enseñanzas de la historia de nuestros países, un siglo y más de atraso por conceptos de desarrollo erróneos; ese socialismo esclavizante y embrutecedor que en más o en menos se nos ha aplicado a todos y que ahora estimulado por la pobreza y el resentimiento intenta conducirnos forzadamente a los venezolanos a la tragedia comunista, debe ser expulsado de nuestras mentalidades y sustituido por la educación, el conocimiento y la libertad creadora, y es aquí donde deberá estar la voluntad política de quienes sí estén en capacidad de entenderlo.
Es un secreto a voces, muy simple: la sociedad avanza si se le permite crear, y, para ello, debe tener conocimiento, libertad, voluntad y estímulo. Los obstáculos a la iniciativa individual, es decir, personal, es decir, privada (insisto), sólo paralizan, embrutecen y empobrecen, mientras favorecen y enriquecen a los gobernantes que los imponen.
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