Libertad!

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Carlos Blanco // Tiempo de Palabra

"La dirección partidista opositora no se presenta como alternativa ni las masas en la calle lo son"
El vacíoLa prisión del estudiante Julio Rivas quiere ser un disuasivo fulminante. Así funciona el terror. Se ensaña contra uno para inmovilizar a miles. Es lo que explica tantos presos, perseguidos, exiliados y muertos por parte del régimen.

Es el implacable método cubano, bien diferente a lo que fue el estilo venezolano aun en épocas duras. Inspiradores y ejecutores del terror de hoy tuvieron la mano amiga desde la otra acera en los momentos aciagos de ayer.

Ahora, Venezuela está dividida entre los que persiguen y los perseguidos; la brecha del odio se ha ensanchado como nunca.

En medio de esta estrangulación cabe preguntarse por qué si la mayoría está en contra de Chávez o lo abandona de puntillas, cada vez que aprietan duro el hombre vuelve a colocarse como jefe de una proporción importante del país. Aquí se intentará esbozar una explicación que esperaría promover más discusión que mordiscos: muchos venezolanos no ven después de Chávez más que el vacío.

No les gusta Chávez, pero el día después aparece como un espacio lleno de nada. La dirección partidista opositora no se presenta como alternativa ni las masas en la calle lo son en su inmensa y anónima potencia.

Las Masas.

Las fortalezas del régimen están fuera de éste y se ubican en el campo de sus adversarios.

Chávez ha iniciado un proceso de intensa represión contra las autoridades electas que no le son afines y contra los dirigentes de la sociedad civil. Procura un efecto-demostración: si sacas la cabeza te degüello.

La disidencia vive el asedio despiadado de un régimen que sabe que pasado cierto umbral la protesta civil se hará inmanejable por parte de la GN, la PM y grupos paramilitares del oficialismo. Chávez sabe que las masas no abandonarán la calle cuando el miedo a lo que él promete sea mayor que el miedo a ser reprimido.

Como lo sabe, entonces se dedica a sojuzgar en embrión todo gesto independiente, airado o violento de protesta. Las masas en fábricas y barrios, en hospitales y escuelas, en universidades y avenidas, testimonian hartazgo y desesperación.

Lo que parece, sin embargo, es que no hay un más allá de cada acción. La protesta está a flor de piel; septiembre ofrece sus días postreros como territorio para la multiplicación de la ira. Sin embargo, parece que faltara algo que potencie el motín cotidiano y lo convierta en alternativa. Dos Explicaciones Posibles.

La oposición tiene algunas limitaciones que por explicables no dejan de existir. La primera es que pareciera que no recoge todo el espectro de la protesta popular sino la de los sectores más informados de la sociedad.

En el caso de la Ley de Educación la oposición se ha centrado en el tema del dominio ideológico que ofrece el instrumento legal, pero ha colocado en segundo plano lo que pareciera importarle más a la mayoría: si existen o no escuelas para que sus hijos asistan, reciban una comida o merienda, y puedan estar un número apreciable de horas para que sus madres puedan ir al trabajo.

Esto podría ser lo que importe más a los padres, antes que una eventual monserga en el salón de clases sobre las bondades de algunos vagabundos notables como Daniel Ortega o Mel Zelaya. Lo que interesa a las parturientas no es de quien depende la maternidad sino si hay camas, médicos y enfermeras.

No se sugiere en estas líneas que los dirigentes opositores no saben lo anterior, sólo que ocurre un deslizamiento conceptual que coloca el discurso (y por tanto la política) en un terreno inasible para padres desesperados porque la educación no significa sólo formación ni posibilidades de progreso hacia el futuro, sino que también significa algo muy concreto hoy: un ritmo familiar específico que puede querer decir, por ejemplo, que la madre, el padre o ambos puedan trabajar o no.

Otro ingrediente es el de la propuesta política ofrecida por la mayor parte de los dirigentes opositores, consistente en ganar la AN en 2010. Si hay elecciones -lo cual no es seguro- tal vez puede ser recomendable participar.

No se va a insistir aquí en los temas de la depuración del Registro Electoral ni el control del ventajismo institucional ni en la Ley Electoral ni sobre otras modalidades de fraude puestas en vigor en el pasado, porque pareciera que la orientación es no levantar olas no vaya a ser que los votantes se desestimulen.

Cosa curiosa porque lo que no se pierde con la abstención se pierde con las trampas oficiales. Pero en estas líneas no se insistirá en el tema. La cuestión es que si hay un real propósito de participar electoralmente en las supuestas elecciones de 2010, en varios aspectos esenciales la dirigencia no se prepara para hacerlo.

Habría que escoger 167 candidatos, de los cuales supóngase que la mitad (los dirigentes aseguran que el país está 50-50 por ciento entre gobierno y oposición) deberían tener alguna probabilidad con un mínimo de higiene electoral. Se estaría en una cifra de 83-84 posibles diputados.

Tales candidatos no se han escogido y no parecen ser próximos a escogerse por dos razones básicas: la cantidad de candidatos y la situación de los partidos. Imagínese lector que cada partido tiene unos 25 dirigentes nacionales, 20 dirigentes regionales importantes en cada estado, más unas 50 personalidades afectas al partido en todo el territorio nacional, que tienen derecho (o creen tenerlo) a asomarse.

Lo cual da a cada partido una lista potencial de 555 aspirantes. Si se considera a AD, UNT, Copei, Primero Justicia, el grupo de Leopoldo López, el MAS, Podemos, La Causa R, se tiene una lista de potenciales candidatos de 4.440. Supóngase que se ha exagerado y que sólo 2.220 precandidatos se disputarán las 84 posiciones.

Esto da poco más de 26 precandidatos por cada eventual diputación. ¿Ustedes se imaginan el atajaperro? A esto se añade que, salvo los partidos unipersonales, todos están divididos. Quizá el que menos problemas parece tener es AD por poseer una pétrea dirección en manos de Ramos Allup, a pesar de que las protestas se han dejado escuchar. Todos los demás están literalmente fracturados en dos o tres toletes.

La Mesa de Unidad es un esfuerzo encomiable pero no altera los datos duros de cada uno de sus integrantes. En estas condiciones la pregonada estrategia electoral no tiene fundamento sólido y puede ocurrir lo que ya ocurrió el 23N cuando muchas alcaldías y gobernaciones significativas se perdieron, presumiblemente, por estas discrepancias; hecho sólo arropado por las espléndidas victorias obtenidas. Conclusión.

No parece haber una estrategia global. Su carencia hace que tampoco haya -aunque se desee- una electoral. No habrá estrategia electoral consistente si no se abordan los problemas relativos a cómo se lidia con un gobierno que hace rato dejó de ser democrático pero que es tratado como tal en buena parte del planeta y no sólo en Venecia. Apaciguado afuera pero que aplica hierro caliente adentro.

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