Pedro Lastra
Septiembre 9, 2009
Las zarrapastrosas del canal 8 están de orgasmo multicefálico, incluido el sicoanalista nocturno: Chávez desfiló por la pasarela del festival de Venecia del brazo del cineasta norteamericano Oliver Stone. Ambos agarraditos y de corbatas rojo-rojitas sobre alfombra de igual color. Hollywood no deja nada al azar. Rodeados de paparazzi, periodistas de farándula y productores sedientos de un presupuesto tan suculento y libre de impuestos como el obtenido por el cuatriboleado Oscar de la Academia a cambio de una jaladera digna del Marqués de Sade. A las periodistas del canal de todos los venezolanos que les interese el recurso literario, que lean Justine. Un manual de la moral digno del loquero de Charenton, del que parece haberse escapado nuestro caudillo sabanero.
Allí verán la distancia que va de Oliver Stone a la modelo Naomi Campbell. Que pasó una noche en Miraflores por un gran puñado de dólares y gracias a la mediación de unos chulos bonaerenses que de chulerías saben como nadie en la región. Pregúntenselo a Pingüino o a doña Cristina Botox. Caprichos de la moral en la era de la globalización. Más barato lo tuvieron el Cabito y Juan Vicente Gómez, gallitos indiscutidos del gallinero nacional y comprobados hombres de pelo en pecho que las tenían a manos llenas sin gastar un centavo.
No faltan los escuálidos que sufren por el impacto mediático de este matrimonio de conveniencia. A este fablistán no le causa la menor roña. Como bien dice el refrán, más vale solo que mal acompañado. Y en el caso de las tierras del Duce, don Benito Mussolini, no sé cuál de los dos es más impresentable. Si el lameculos cinematográfico o el gorila nebuloso. Infinitamente más importante y digno de respeto que Oliver Stone, el clásico bolsa made in NYC dispuesto a lamerle las botas al primer orangután latinoamericano, me parece Kevin Macdonald, el director de El Último Rey de Escocia. Y soberanamente superior al actor Hugo Chávez me parece Forest Whitaker. A no ser que vayamos al grano y comparemos a Chávez con Imi Amin Dadá, el auténtico otro yo del teniente coronel.
Pero Kevin Macdonald, el joven director británico, le lleva una morena en asuntos de decencia y ética política al pillo norteamericano. No admira a Idi Amin Dada, lo desnuda. Stone admira a Chávez porque hijo putativo de Castro, el tirano. Y trata de vestirlo con los falsos oropeles de la meca. De allí la baba que le corre por las comisuras ante la sola idea de tocar a un gorilón con las manos manchadas de sangre.
No es el primero ni será el último caso de coprofagía político-intelectual. Según se colige de los anales, la babosería de un artista o de un intelectual por los tiranos la inició nada más y nada menos que el propio Platón, quien intentó en dos ocasiones retratarse con el tirano de Siracusa. Tuvo que salir con el culo a dos manos. Se salvó del cadalso por un pellejo. Después han sobrado los comemierdas de los tiranos. Hitler y Stalin tuvieron los suyos a raudales. El primero contó con un Oliver Stone en versión femenina llamada Leni Riefenstahl. Fotografió al Führer en todas las posturas. Murió en el 2003 a los 101 años Ante Stalin se babearon grandes entre los grandes. Neruda, el bardo chileno, se cansó de cantarle loas. Precisamente él, el melancólico y prolífico poeta chileno digno de su merecido Premio Nobel, no se cansó de escribirle odas homéricas. Al más carnicero entre los carniceros. Castro no se quedó atrás. Todavía le lame culo el colombiano García Márquez. Uno de los casos más ominosos y repugnantes de babosería intelectual ante un tirano.En cuanto al gusto de los tiranos y sus secuaces por las luminarias es conocido el caso de Porfirio Rubirosa, que se cogía a Zsa Zsa Gabor.
Una diferencia signa al tirano made in Sabaneta de todos los anteriores. Guardando las debidas distancias, ellos tuvieron sus propios artistas e intelectuales. De Sartre a Paul Eluard y de Rafael Alberti a Picasso. El nuestro tiene que importarlos y pagar altísimos honorarios. Los del patio que forman parte del entorno no valen nada. Desde Sol Musset a Crespito y desde el catire Hernández de Jesús hasta Ilan Chester. Pura nadería.
Así son las cosas.
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