Una "guerra cultural" libra el régimen para imponer a los venezolanos lo que no quieren
Cuando, luego de haber logrado la creación del II Reich alemán, su canciller, Otto von Bismarck -el poder tras el trono del reino de Prusia, núcleo originario del nuevo imperio- hubo de iniciar la institucionalización del nuevo ente político, chocó de frente con la poderosa Iglesia católica, (que parecía expresarse en el partido Zentrum) cuya red institucional pretendió controlar. Entonces nacería ese singular período de la historia de Alemania que se conoce con el nombre de la Kulturkampf.
La "guerra cultural" sería la más aproximada traducción a nuestra lengua.
En tiempos recientes el término fue utilizado por Pat Buchanan, político conservador norteamericano, para designar a los continuos enfrentamientos entre los "liberals" y la derecha norteamericana.
Si nos apuramos, el mismo término podría utilizarse para todos los enfrentamientos entre diversas -y antagónicas- visiones del mundo que se observan en algunas naciones. Tal fue el caso de la Segunda República Española y el que hoy mantienen los judíos religiosos frente a los seculares en Israel.
El concepto es muy apropiado para el presente venezolano, aun cuando éste no sea un conflicto muy visible para muchos. En este presente hay, a no dudarlo, una severa Kulturkampf que es menester reconocer y analizar.
Comencemos por la más amplia: la guerra continua que libra el régimen para imponer a los venezolanos lo que estos obviamente no quieren, como se lo hacen saber cada vez que sobre ello se les inquiere, sea en encuestas, sea en elecciones.
El rechazo contundente que produce el patria, socialismo o muerte, impuesto a los militares, los retratos del Che Guevara -incluso su estatua, por dos veces destruida en los páramos andinos- y los envejecidos slogans de la eterna izquierda latinoamericana muestran, tanto el afán del régimen por hacerlos cotidianos, como el rechazo con el que responde la población.
La reciente lucha contra el llamado currículo bolivariano, que pretendía arrimar la historia al molino del régimen y servir de instrumento para que éste impusiera su particular visión del mundo, y la jerigonza "contra el imperio" son otros de los momentos más destacados de esta Kulturkampf.
Hasta ahora luce que es el público, la población, la que va ganando la batalla. Desde la reacción airada hasta el "voltear pa'otro lado" son estrategias que la población ha ido ensayando. El régimen, entonces, tiene, por fuerza, que conformarse con que sólo sea la izquierda de siempre -y como siempre- la que le compre y se sienta cómoda con toda su quincallería ideológica. Nadie más.
Pero es justamente esa izquierda la que pretende convertir sus batallas de facciones y capillas -aporrea es su mejor tribuna- en un asunto de "interés nacional" y, al hacerlo, distrae con ello a un gobierno (que ya se destaca por lo monumental de su incompetencia, que no pega una en lo que para el grueso de la población es lo fundamental) de lo que sería la única razón de ser de un régimen que alardea de su veta revolucionaria: una gestión de gobierno seria.
Hay otros dos mundos que tendrían que ser terreno apto para una gestión normal, esperada -y exitosa- de cualquier régimen: las universidades y el vasto mundo de la expresión de la cultura. Pero es allí, precisamente, donde la ejecutoria del régimen chavista ha sido verdaderamente deplorable.
Para comenzar, la gestión supervisoria de las universidades comenzó mal; a un pequeño grupo de burócratas (los del tal Ministerio de la Educación Superior) se le encomendó una guerrita que no van a ganar: viven a las greñas con los miembros del CNU y son los "malos" del reparto presupuestario. Y algo peor: la "estrategia universitaria" del chavismo se fue por crear universidades como si fuesen potreros, cuando lo que parecía recomendable era propiciar lo que querían con el mundo desde las universidades existentes. No al margen de ellas.
Y en este margen se quedaron. ¿Será por eso que son marginales? ¿Eran borbotones de gente lo que necesitaban? ¿O también cuidar infraestructuras, nivel del profesorado, buenas bibliotecas y adecuados laboratorios? Sin eso, nada valioso saldrá de ellas. Nadie se saca universidades de la manga, salvo que el objetivo sea ¡una manga de universidades!
El otro mundo desolador ha sido el de la cultura, ahora en manos de un veterinario. ¿Un símbolo? Aunque por fortuna la gente ha comenzado a responder, es tanto lo que hay que decir que vale la pena dedicarle un trabajo especial, que ofreceremos más adelante.
antave38@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario