Maturín se convirtió en un escenario donde la lucha argumentativa reinó. Quisiera resumir, desde mi perspectiva, los puntos álgidos de la discusión. Un asunto que se trajinó de diversas formas fue la ciencia.
La elección no fue azarosa, Rigoberto Lanz ha sido uno de los intelectuales que desde su juventud ha bordeado esa temática y en el actual gobierno, es uno de los promotores de la misión ciencia. La crítica que se le hizo fue la confusión existente en su obra, en su pensamiento y, por lo tanto, en la construcción de una política pública, a propósito de lo que se ha llamado crisis de la ciencia. Se sostuvo que la crisis de la ciencias naturales fue por crecimiento, por exceso, por un adentrarse cada vez más en las posibilidades y límites del conocimiento del mundo subatómico y astronómico.
Einstein, por ejemplo, no supone la negación de Newton, sino que restringe su teoría universal a un ámbito particular.Por el contrario, la crisis de las ciencias sociales y humanas es una crisis por hundimiento, por defecto, por incapacidad de dar cuenta de aquello que se planteó como su objeto, la historia, el sujeto, las relaciones intersubjetivas…La asunción de la noción crisis como algo idéntico en el ámbito natural y social no sólo es una inconsistencia, sino que tal planteamiento tiene un supuesto implícito propio del positivismo más primitivo, la comprensión de lo social desde las lógicas científico-técnicas, tal como fue el sueño del joven Augusto Comte.
De lo anterior se desprende que se pueden hacer revoluciones en el ámbito social y político e, incluso, se pueden plantear formas distintas de apropiación de los efectos del desarrollo científico-técnico en la sociedad, pero la revolución en el ámbito de las ciencias (duras) y la tecnología, del cambio de su suelo epistemológico, se hace imposible desde la periferia de su quehacer, tal asunto no es una política pública que se decreta, mucho menos se logra porque unos hombres de buena voluntad se lo propongan como misión… Sólo alguien con una imaginación desbordada podrá sostener que en Venezuela se está generando un cambio de paradigma epistemológico en el ámbito científico-técnico, sólo porque se anunció en unos textos de la Misión Ciencia.
Otra interpelación que se colocó de relieve tanto al autor como a su obra fue su defensa de una posmodernidad libertaria, su apuesta por una crítica radical, que quizás se podría resumir como un no a toda situación de dominio, por un respeto a la diferencia, por una apuesta en el diálogo crítico como forma de interacción en el ámbito público, por un enfrentamiento radical al poder y a lo existente, con el objeto de construir una sociedad otra… Cómo se puede sostener tales ideas si, de manera simultánea, el pensador argumenta que la modernidad ha muerto, dígase sus valores como progreso, libertad, razón, sujeto, historia…. ¿Entonces?... Desde dónde se hace la crítica… ¿Será que aquél quién declaró la muerte de la razón, está defendiendo un nuevo chance de la razón? ¿Desde dónde se funda esa noción de libertad? No se trata de la respuesta fácil y rápida de una resignificación de la palabra libertad o de la palabra razón…. Como el autor sostiene, las palabras no son neutras, están cargadas de historia, de tradiciones de pensamientos…
Retematizar, revisitar, supone un diálogo con la tradición, es un acto de reapropiación, es una lectura, desde el presente, con lejanías y cercanías, un juego de opacidad y claridad, con la distancia que proporciona el devenir, con el objeto de pensar la condición epocal. En esa tarea, ¿Tiene algún sentido la metáfora de la muerte?... Aún más, en ese juego de reinterpretación, ¿Qué queda del pensamiento de Kant, Hegel o Marx? ¿O, Sócrates o Aristóteles…? ¿Será posible desembarazarse de esos autores, los podrá seguir tratando como piezas de museo?Al final de las cuentas… ¿Será posible seguir hablando de posmodernidad? ¿En qué sentido, como condición epocal, como corriente sociológica o como crítica a la modernidad…? Esto fue sólo una silueta de la discusión en homenaje a Lanz.
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