Simón Alberto Consalvi
A 150 años de la Revolución Federal
El referéndum del 15 de febrero abolió uno de los principios fundamentales de la democracia: la alternabilidad republicana.
No es banal este adjetivo, porque cuando se habla de alternabilidad se entiende que es lo opuesto a monárquico, de modo tal que un presidente vitalicio es lo menos republicano que pueda ser imaginado. Como escribe Germán Carrera Damas, se trata de la abolición de la República. Es la negación de aquella gesta que tuvo lugar en Venezuela hace dos siglos y que, no en vano, ha sido considerada como "su más alto logro histórico".
Hace 150 años, el 20 de febrero de 1859, estalló la Revolución Federal. El 22 desembarcó en las costas corianas el general Ezequiel Zamora, procedente del destierro. En su primera proclama, el general exclamó: "...
La santidad de la causa que sostenemos no es otra que la verdadera causa de los pueblos, la República genuina, la federación, vuestro heroísmo debe ser premiado con el triunfo de los principios y el derrocamiento consiguiente de la tiranía".
Zamora terminó su arenga con palabras que siglo y medio después podrían ser prohibidas por el jefe único de la revolución bolivariana. Oigamos el grito que entonces retumbó de un confín al otro de Venezuela, un grito que entonces puso en ascuas a la oligarquía, y en el siglo XXI desenmascara a los enemigos de las regiones. Así habló Zamora: "¡Viva la federación! ¡Viva la verdadera República! Viva, y para siempre, la memoria de los patriarcas de nuestra Independencia, de los hombres del 5 de julio de 1811, los que en el acta gloriosa dijeron a los pueblos: federación".
A riesgo de que sea una desconsideración con el Presidente de la República, me atreveré a copiar textualmente algunos de los puntos del programa de Zamora. Leamos. "Independencia absoluta del poder electoral, que ni antes de su ejercicio, ni durante su ejercicio, ni después de él, dependa de ninguno de los funcionarios de los demás ramos de la administración". No se leen estas palabras como si se tratara de un hobby.
Ignoro por qué se me ocurrió abrir las páginas de esta historia. Qué desconsolado esto de pensar que vamos como el cangrejo. ¡Que en 2009 estemos peor que en 1859! Me abstengo de citar lo que el general del pueblo soberano pensaba de la propiedad, de la libertad de cultos, de la elección de los presidentes, porque podría tomarse como una provocación, y no estoy en ese ánimo. Sobre todo, sería una impertinencia citar eso de "libertad absoluta de la prensa" que formaba parte del programa.
En suma, Zamora abogaba por una "República genuina".
Remito a quienes duden de lo que escribo a uno de los grandes libros del siglo XX, Historia de la Revolución Federal en Venezuela de don Lisandro Alvarado, del cual tomo estas citas.
A 150 años de la Revolución Federal, leer la Constitución de 1999 es un ejercicio poco recomendable. Da terror pensar que no existe, que no importa que trajinemos el siglo XXI, porque aquí se comprueba que un país vive sin Constitución. Abro sus páginas y leo el artículo 6, que reza: "El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y de las entidades políticas que la componen es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables".
Este es sólo un artículo. No ha sido violado, simplemente ha sido borrado, y es una ociosidad que aparezca en la carta magna. ¿Gobierno descentralizado? ¿Gobierno pluralista? ¿Gobierno alternativo? La descentralización no es únicamente letra muerta, el centralismo decimonónico forma parte del dogmatismo revolucionario. ¿Pluralista, con partido único? ¿Alternativo, con presidencia vitalicia? ¿Por qué no monarquía en lugar de República, si estamos tan cerca del Reino de Buria fundado por el Negro Miguel?
Otros artículos consagran a Venezuela como "un Estado federal descentralizado". ¿Qué sobrevive de aquel Estado descentralizado que logró liberarse en los ochenta de la fatalidad de que fueran los presidentes quienes enviaran a sus amigos como gobernadores? Ante esa Constitución en vías de desaparición, los resultados del 15 de febrero dejan la carta magna en el limbo. Los diputados se encargarán de redactar todos los artículos afectados por la enmienda de la presidencia vitalicia. Podrían también adaptar a la realidad todos los otros que desautorizan el proyecto revolucionario, comenzando por borrar eso tan estorboso de la "alternabilidad republicana".
El Presidente logró desarmar el orden constitucional con sólo 1 millón de votos más de los que obtuvo la oposición. A la ventaja oficial es preciso restarle los 500.000 sufragios de los jóvenes a los que el CNE les impidió expresarse. Me abstengo de calcular cuántos millones de bolívares fuertes costó cada uno de los votos que negaron a Ezequiel Zamora siglo y medio después de haber proclamado la "República genuina". Una revolución traicionada entonces y ahora.
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