……..sino todo lo contrario. Aquí, visto el proceso refrendario que culminó el domingo 15 de febrero, viene como anillo al dedo ese aparente disparate que en Venezuela se le atribuyó a Carlos Andrés Pérez, en su primera presidencia, y antes al presidente mexicano Luís Echeverría.
¿Fue fraudulento el acto electoral en el que los votantes venezolanos debían decidir si Chávez y todos los que ocupan cargos de elección popular podían postularse hasta el final de sus días y quizá de los nuestros?. Hubo denuncias de atropellos y presiones por parte de los militares del Plan República, de amenazas a los empleados públicos y beneficiarios de Misiones y otros programas sociales del gobierno, de parcialización de los funcionarios del Consejo Nacional Electoral al permitir a los acólitos del régimen cometer faltas o delitos electorales no tolerados a opositores.
Se produjerón hechos aislados de violencia relacionada con preferencias electorales. Quienes debían impedirlo, se hicieron la vista gorda ante el despliegue de propaganda electoral por la opción oficialista de SI, puertas adentro y puertas afuera de los centros de votación.
En muchos casos la tinta indeleble se borraba fácilmente. Y cuando se analice con detenimiento el número de votos obtenidos por las dos opciones en pequeños pueblos, en caseríos y en lugares apartados de las ciudades más pobladas, se descubrirá que la opositora, sin testigos, no obtuvo un solo voto.
Si se suman todos esos vicios, tropelías, abusos y actos violentos ¿podría decirse que el gobierno cometió un fraude de tales proporciones que logró voltear los resultados electorales? Ya comienzan a circular por Internet las denuncias de presuntos ingenieros presuntamente honestos de un presunto CNE, que nos explican, con pelos y señales, cómo fue que se armó la trampa después de las 4 de la tarde. También escriben con furia los que se sienten engañados, arreados, burlados por los dirigentes de la oposición.
Y alguna columnista de prensa acusa de cobardes a esos dirigentes “que no arriesgan el pellejo”. Mandar -desde una computadora o un estudio de radio- a los demás a que entreguen sus vidas por la causa, es igualito a lo que hizo el heroico Chávez del 4-F-92.
No sé a qué viene tanta indignación porque las encuestas más serias, las realmente creíbles, arrojaban como resultado un empate entre las dos opciones o bien unos pocos puntos por encima al SI. Las que decían esto último eran “las compradas por el gobierno” y por consiguiente no se les podía creer a pesar de que en noviembre pasado acertaron -con pocas excepciones- en los resultados que dieron victorias importantes a la oposición. Ahora, todas decían que ganaría el bloque que lograra una mayor movilización. ¿Cómo ignorar que el gobierno era el único en capacidad de hacerlo? A fuerza de sobornos, de presiones, de meter miedo y de todo lo que resulta repugnante y despreciable en un régimen que se pretende democrático. Este gobierno inescrupuloso se empeñó -con la mayor desfachatez- en no dejarse derrotar por la abstención de esos chavistas desganados que no salieron a votar el 2 de diciembre de 2007.
A todo eso que ocurrió el mismo día del referéndum, habría que agregar la planificación perversa de un acto electoral con los tiempos exactos para impedir la inscripción de nuevos votantes, más las decisiones de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo de Justicia y del CNE, en abyecta obediencia a los caprichos presidenciales. Para cerrar el cuadro: una campaña abrumadora que abandonó la iconografía mabitosa del Ché Guevara, Fidel Castro, y otros carcamales del comunismo cavernícola y se lanzó con afiches, vallas y mensajes de radio y TV modernos y vistosos, como los de cualquier campaña presidencial en el Imperio. Por supuesto que los mensajes de la Oposición, algunos bastante ingeniosos, pasaban por filtros y lupas casi policiales antes de ser aprobados. Y Chávez, el inefable Chávez for ever, encadenado cada día, mañana, tarde y noche rogando que no lo dejaran irse, que no lo abandonaran, que su destino político estaba en juego, que los oligarcas le iban a quitar las Misiones al pueblo, que él los amaba, que él era el pueblo y el pueblo era él. Evita Perón reencarnada en un militarote seudo socialista y fascistoide.
¿Cómo es posible que los partidos y grupos de oposición hayan aceptado votar en esas condiciones de falta de transparencia y minusvalía? ¿Cómo fue que arrastraron a la inocente y virginal masa opositora al matadero electoral? Ajá ¿y qué hacían entonces, llamar a la abstención como en la elección de la actual Asamblea Nacional, un error que hemos pagado día a día durante cuatro años? Puede parecer alegría de tísico creer que el resultado fue un logro para la oposición, pero lo fue. Claro que podría haber sido mayor si los partidos se hubiesen empeñado más a fondo, si se pusieran de acuerdo para entender porqué la mitad de la población sigue siendo chavista o cree en Chávez o tiene miedo de lo que viene si se va Chávez o no confía en el mensaje difuso de los opositores o está cansada de ver las mismas caras de siempre y reclama un nuevo liderazgo. No todos reciben dádivas ni son brutos o marginales como le oímos y leímos a muchos indignados por la derrota del NO. Como tampoco son ricos, oligarcas y racistas quienes constituyen la otra mitad que votó contra Chávez.
Por último ¿qué habría pasado si gana el NO? ¿Se iba Chávez, renunciaba con la gallardía de un Charles De Gaulle? Habríamos tenido que seguir soportándolo cuatro años más, con el agravante de alguien que ni ganando ni perdiendo sabe comportarse con altura. Claro que era preferible que ganara el NO, su efecto psicológico habría pesado mucho en los seguidores y opositores. Pero hasta allí. Y en cuanto a si vale la pena seguir votando, por lo que a mí respecta pienso hacerlo incluso si se trata de elegir a la reina de carnaval de mi cuadra. Quienes siguen creyendo que hay una manera diferente del voto para salir de Chávez, son admirables por su optimismo. Nos encantaría comprender su lógica para compartirlo.
paugamus@intercable.net.ve
¿Fue fraudulento el acto electoral en el que los votantes venezolanos debían decidir si Chávez y todos los que ocupan cargos de elección popular podían postularse hasta el final de sus días y quizá de los nuestros?. Hubo denuncias de atropellos y presiones por parte de los militares del Plan República, de amenazas a los empleados públicos y beneficiarios de Misiones y otros programas sociales del gobierno, de parcialización de los funcionarios del Consejo Nacional Electoral al permitir a los acólitos del régimen cometer faltas o delitos electorales no tolerados a opositores.
Se produjerón hechos aislados de violencia relacionada con preferencias electorales. Quienes debían impedirlo, se hicieron la vista gorda ante el despliegue de propaganda electoral por la opción oficialista de SI, puertas adentro y puertas afuera de los centros de votación.
En muchos casos la tinta indeleble se borraba fácilmente. Y cuando se analice con detenimiento el número de votos obtenidos por las dos opciones en pequeños pueblos, en caseríos y en lugares apartados de las ciudades más pobladas, se descubrirá que la opositora, sin testigos, no obtuvo un solo voto.
Si se suman todos esos vicios, tropelías, abusos y actos violentos ¿podría decirse que el gobierno cometió un fraude de tales proporciones que logró voltear los resultados electorales? Ya comienzan a circular por Internet las denuncias de presuntos ingenieros presuntamente honestos de un presunto CNE, que nos explican, con pelos y señales, cómo fue que se armó la trampa después de las 4 de la tarde. También escriben con furia los que se sienten engañados, arreados, burlados por los dirigentes de la oposición.
Y alguna columnista de prensa acusa de cobardes a esos dirigentes “que no arriesgan el pellejo”. Mandar -desde una computadora o un estudio de radio- a los demás a que entreguen sus vidas por la causa, es igualito a lo que hizo el heroico Chávez del 4-F-92.
No sé a qué viene tanta indignación porque las encuestas más serias, las realmente creíbles, arrojaban como resultado un empate entre las dos opciones o bien unos pocos puntos por encima al SI. Las que decían esto último eran “las compradas por el gobierno” y por consiguiente no se les podía creer a pesar de que en noviembre pasado acertaron -con pocas excepciones- en los resultados que dieron victorias importantes a la oposición. Ahora, todas decían que ganaría el bloque que lograra una mayor movilización. ¿Cómo ignorar que el gobierno era el único en capacidad de hacerlo? A fuerza de sobornos, de presiones, de meter miedo y de todo lo que resulta repugnante y despreciable en un régimen que se pretende democrático. Este gobierno inescrupuloso se empeñó -con la mayor desfachatez- en no dejarse derrotar por la abstención de esos chavistas desganados que no salieron a votar el 2 de diciembre de 2007.
A todo eso que ocurrió el mismo día del referéndum, habría que agregar la planificación perversa de un acto electoral con los tiempos exactos para impedir la inscripción de nuevos votantes, más las decisiones de la Asamblea Nacional, del Tribunal Supremo de Justicia y del CNE, en abyecta obediencia a los caprichos presidenciales. Para cerrar el cuadro: una campaña abrumadora que abandonó la iconografía mabitosa del Ché Guevara, Fidel Castro, y otros carcamales del comunismo cavernícola y se lanzó con afiches, vallas y mensajes de radio y TV modernos y vistosos, como los de cualquier campaña presidencial en el Imperio. Por supuesto que los mensajes de la Oposición, algunos bastante ingeniosos, pasaban por filtros y lupas casi policiales antes de ser aprobados. Y Chávez, el inefable Chávez for ever, encadenado cada día, mañana, tarde y noche rogando que no lo dejaran irse, que no lo abandonaran, que su destino político estaba en juego, que los oligarcas le iban a quitar las Misiones al pueblo, que él los amaba, que él era el pueblo y el pueblo era él. Evita Perón reencarnada en un militarote seudo socialista y fascistoide.
¿Cómo es posible que los partidos y grupos de oposición hayan aceptado votar en esas condiciones de falta de transparencia y minusvalía? ¿Cómo fue que arrastraron a la inocente y virginal masa opositora al matadero electoral? Ajá ¿y qué hacían entonces, llamar a la abstención como en la elección de la actual Asamblea Nacional, un error que hemos pagado día a día durante cuatro años? Puede parecer alegría de tísico creer que el resultado fue un logro para la oposición, pero lo fue. Claro que podría haber sido mayor si los partidos se hubiesen empeñado más a fondo, si se pusieran de acuerdo para entender porqué la mitad de la población sigue siendo chavista o cree en Chávez o tiene miedo de lo que viene si se va Chávez o no confía en el mensaje difuso de los opositores o está cansada de ver las mismas caras de siempre y reclama un nuevo liderazgo. No todos reciben dádivas ni son brutos o marginales como le oímos y leímos a muchos indignados por la derrota del NO. Como tampoco son ricos, oligarcas y racistas quienes constituyen la otra mitad que votó contra Chávez.
Por último ¿qué habría pasado si gana el NO? ¿Se iba Chávez, renunciaba con la gallardía de un Charles De Gaulle? Habríamos tenido que seguir soportándolo cuatro años más, con el agravante de alguien que ni ganando ni perdiendo sabe comportarse con altura. Claro que era preferible que ganara el NO, su efecto psicológico habría pesado mucho en los seguidores y opositores. Pero hasta allí. Y en cuanto a si vale la pena seguir votando, por lo que a mí respecta pienso hacerlo incluso si se trata de elegir a la reina de carnaval de mi cuadra. Quienes siguen creyendo que hay una manera diferente del voto para salir de Chávez, son admirables por su optimismo. Nos encantaría comprender su lógica para compartirlo.
paugamus@intercable.net.ve
Venezolana, Abogada, Ex-parlamentaria ,ex miembra del CEN de AD y Ex-ministra de Cultura.
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