Tulio Hernández
Una parte de la población que adversa el proyecto del "socialismo del siglo XXI" y valora la alternancia como condición esencial de la democracia se despertó el lunes con una sensación de duelo, mitad desolación, mitad impotencia, toda vez que aunque muchas encuestas advertían lo contrario acariciaba en sus corazones la posibilidad de ponerle freno al empeño personal de Hugo Chávez de perpetuarse en el poder.
Otra, reaccionó con mayor resignación y una buena dosis de realismo político. Son aquellos que intuían que las condiciones eran muy adversas y, por tanto, resultaba cuesta arriba derrotar el descomunal aparato electoral del Gobierno dispuesto a todo con tal de que no se repitiera una derrota como la del 2-D. Son quienes, además, valoran la votación obtenida por la opción No como prueba del crecimiento sostenido del apoyo a la alternativa democrática y de la reducción de seguidores en del Presidente.
Y hay un tercer sector, reducido pero con fuerte presencia mediática, que insiste en refugiarse en la teoría del fraude electoral. Son los que piensan que no hay nada qué hacer, que Chávez tiene controladas las máquinas electorales y es, por tanto, inderrotable salvo por otras vías. Pero no enuncian cuáles son esas vías, tampoco logran demostrar el fraude, o explicar cómo ha ocurrido entonces el triunfo opositor del 2-D o la derrota sistemática de Chávez en entidades como el Zulia, y otros estados y municipios.
Agregan argumentos reiterados sobre la debilidad y comodidad de la dirigencia opositora o la caducidad de los partidos pero no ofrecen propuesta alterna de conducción de la lucha política ni se dedican a construir nuevas organizaciones o, si no creen en ella, un aparato guerrillero o una subversión militar. En muchos casos recurren a discursos del tipo "cada pueblo tiene el gobierno que se merece" pero no se esfuerzan por entender las motivaciones profundas que, a pesar del desastre e ineptitud del actual gobierno, hace que cierto tipo de venezolanos no terminen de abandonar su encantamiento por el Presidente.
¿Qué hacer ante este panorama? Primero, historizar un poco lo que hemos vivido para no autoflagelarnos de más.
Recordar que venimos de un desastroso proceso de implosión y debacle del sistema político del bipartidismo; que hace diez años cuando Chávez accedió a la Presidencia era un actor político prácticamente solitario sin competencia ni oposición alguna; y que en el presente, en cambio, a pesar de que su proyecto sigue gozando de un gran apoyo popular (pensar lo contrario es miope o suicida), aunque aún débiles, existen partidos con presencia nacional, un movimiento estudiantil vigoroso y motivado, decenas de ONG que dinamizan la resistencia y jóvenes rostros que inauguran nuevos liderazgos y han echado las bases para un trabajo político de largo aliento.
Por eso es indispensable diferenciar entre ventajismo o abuso de poder y fraude electoral.
Una cosa es que el Presidente y sus seguidores hayan convertido la consulta del 15-F en un plebiscito, y otra, muy distinta, suponer que la opción No haya ganado la consulta y a través de una trampa electrónica se le haya adjudicado al Sí.
El abuso de poder hay que enfrentarlo y denunciarlo, la vigilancia electoral hay que mantenerla, pero la tarea más importante para la construcción de una alternativa democrática triunfante no es la de empeñarse en denunciar fraude sino la de hacer un gran esfuerzo por dar un salto cualitativo, construir un proyecto, un discurso y una emoción que deje de tener a Hugo Chávez como tema central, que se comprometa de verdad con las necesidades y esperanzas de los más necesitados, que vaya más allá de la lógica y la estética de las clases medias, y le arrebate al chavismo las banderas de equidad, justicia y compromiso con los pobres con las cuales hasta el presente ha logrado mantener seducidos a sus seguidores.
Ya sabíamos que la carrera no era corta. Ni la lucha fácil. Enfrentar los modelos autoritarios nunca lo ha sido. Inteligencia y sacrificio son siempre componentes esenciales.
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