Venezuela les agradece que "dejaran frío" a su vecino y exánime a la guerrilla. ¡Aleluya!
Un veterano jinete se desplaza, raudo, por las estepas del Asia Central. Lleva una encomienda que no admite dilaciones: es el correo del Gran Khan del imperio mongol recientemente fundado por el inmortal Gengis Khan. No importa donde se produzca una novedad en el infinito territorio del Imperio, el Khan debe saberlo para poder dar una respuesta inmediata y contundente. Son muchos los pueblos que cobija el Imperio, son muchos sus enemigos. Sólo esperan un leve signo de debilidad para zafarse de su control, o para aprovecharse de cualquier "talón de Aquiles" que muestre.
Todo pueblo, toda aldea debía proveer de montura fresca a cualquier correo del Gran Khan. Del mismo modo, nadie, ni en sueños, podía atacarle y menos despojarle de su preciosa carga. Quien lo hiciese incurriría en la ira del Khan y suficientes pruebas había de lo que ello implicaba para el agresor.
Para el siglo XIII de nuestra era tal sistema de comunicación fue lo mejor y lo más eficiente que pudieron diseñar, pero lo que era un portento para aquellos tiempos, se convierte en una peligrosa rémora para los que hoy corren. Sobre todo si se pudo disponer de rápidos y eficaces sistemas de comunicación hasta hace escaso tiempo. Esta es la tragedia de las FARC: correo de boca a boca.
En efecto, el sorpresivo y contundente ataque al cuartel general que las FARC creían inexpugnable por encontrarse en territorio ecuatoriano produjo algo más que la liquidación de quien quizás fuese el más competente líder militar -y al parecer, político- de la organización armada. Proveyó, por lo que se ve, una fenomenal mina, no sólo de datos, sino quizás de algo más importante: del modo de actuar y de "conectarse con el mundo exterior" que tiene este movimiento.
Su desgracia, su derrumbe en picada, sin embargo, no habría sido posible si no tuviese un poderoso, avezado y muy sagaz enemigo enfrente: el sistema del militar colombiano, el mismo que hoy producen pasmo e ira no disimulable en los variados voceros del chavismo, tanto nacional como internacional.
La guerrilla colombiana, en efecto, ha sido primero que nada insigne maestra. De ello debería estar orgullosa. Y le ha tocado un alumno sumamente aventajado: el estrato militar colombiano, que, con paciencia de hormiga y tesón admirable la ha ido estudiando por años, sin pausa pero sin prisas y los resultados son asombrosos: hoy es el ejército colombiano quien informa lo que la guerrilla hace o padece, como lo mostraron los casos del hijo de Clara Rojas y el anuncio de la muerte de Tirofijo.
Para quien quisiera conocer una admirable exposición de ese proceso de enseñanza-aprendizaje, es altamente recomendable el ilustrativo reportaje de la periodista colombiana Juanita León ("La aguja en el pajar. El Ejército rompe el cerco de las FARC", en su libro País de plomo, Aguilar, Bogotá, 2005). Allí la autora analiza con precisión cómo el Ejército frustró el cerco a Cundinamarca, que de tener el éxito esperado hubiera hecho caer la capital colombiana como fruta madura en el regazo de las FARC.
Del asombro, Colombia ha pasado al justo orgullo de contar con una institución que logró el mayor éxito en parte alguna del globo terráqueo en los últimos 60 años: una operación de salvamento con precisión de avezado relojero. Ni los israelíes, tan zarandeados en la última operación en el Líbano, pueden exhibir algo semejante. La más veterana y terrible guerrilla de América cayendo como mango maduro en una feliz trampa, cuidadosamente preparada y realizada con matemático esmero.
La golpeada -y muy desacreditada- izquierda mundial, presa todavía del desconcierto, ha corrido torpemente a ver cómo desmerecen del logro. Pero allí están Ingrid Betancourt y el resto, sanos y salvos, y hablando hasta por los codos, y allí están las cadenas y los testimonios.
Esta izquierda parece no darse cuenta de cuánto contribuyen a la maldita leyenda negra sobre nuestros países: nada somos capaces de hacer bien, nada propio será eficiente ¡jamás! Es eso lo que con esmero gritan a los cuatro vientos. No pueden aceptar que todo un país esté haciendo ciclópeos esfuerzos por romper el cerco de violencia y horror que llevan padeciendo por más de medio siglo; y lo más importante ¡que esté ganando esa crucial batalla!
El Ejército y la policía colombianos han condensado en 22 tensos minutos años de esfuerzos y paciente dedicación; y por qué no, de dolorosas frustraciones. Venezuela les agradece que "dejaran frío" a su vecino y exánime a la guerrilla. ¡Aleluya!
antave38@yahoo.com
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