Libertad!

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viernes, 11 de julio de 2008

Argelia Ríos // Con el pañuelo en la nariz

Una feria de vanidades se ha convertido la escogencia de los abanderados opositores
Siempre se supo que alcanzar el acuerdo supondría importantes dificultades. Sin embargo, era lógico esperar que la dirigencia se esmerara en empinarse por encima de ellas. La gigante relevancia de las regionales inspiró esa esperanza. Tras diez años denunciando los peligros que acechan a la democracia, en lo menos que el país podía confiar era en un comportamiento avenido con el momento y sus oportunidades... A casi siete meses del 23 de enero, el desarrollo de los hechos reconfirma la amarga verdad con que ha tenido que convivir, durante tanto tiempo, la sociedad democrática venezolana.
Existe una pronunciada brecha entre las prioridades del ciudadano de a pie y las de ciertas figuras políticas, para quienes -a juzgar por sus procederes- Chávez y el "proceso" ya no representan en realidad el gravísimo problema por el que se desgañitan frente a las cámaras y los micrófonos.
¿De qué otra manera puede explicarse esta ramplona feria de vanidades en que se ha convertido la escogencia de los abanderados opositores? ¿Cómo puede entenderse esta refriega que sólo está exponiendo la falsedad con que se asumen los compromisos más serios? Si bien algunos han dado muestras de desprendimiento y de comprensión, son demasiados los que siguen aferrados al ego. Entretanto, mientras más se retrasen los acuerdos, menos efectos positivos producirán éstos. No es lo mismo un acuerdo surgido de la convicción de la clase política acerca de su urgencia y significación, que otro obligado por la presión de la opinión pública. De nuevo los partidos y sus dirigentes pierden la oportunidad de recuperar su reputación. De nuevo el país tiene la sensación de presenciar aquella misma rebatiña ocurrida el 13 de abril de 2002...
La trascendencia del acuerdo no es el acuerdo en sí mismo: completarlo es apenas una parte del desafío. Lo esencial era que la alianza contribuyera a subsanar uno de los déficits más protuberantes de la oposición.
No caben dudas de que ella no ha logrado proyectarse todavía como una opción seria de poder, a los ojos de la mayoría. El acuerdo servía también para eso: tenía utilidad para mostrarle al electorado que los adversarios de la revolución están en capacidad de actuar con responsabilidad ante sus propios retos, incluyendo el reto que el país postbolivariano significará.
Para ello, era y sigue siendo necesario que la tramitación del acuerdo guardara las mejores formas. Que las negociaciones no se transformaran en este amargo espectáculo que se ha prolongado ya por siete meses.
Lo que debe quedar claro es que, a más tardanza, más tendrá el ciudadano la convicción de que asistirá a votar con el pañuelo en la nariz: no para sufragar por un líder auténtico, sino por el "peor es nada" útil a los fines de la gente.
Argelia.rios@gmail.com

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