¿Creen sinceramente que un hábil y agudo parlamentario se saca de un bolsillo sin más?
Hay una abundante cosecha de candidatos este invierno venezolano. Espléndida o aberrante -escoja usted el adjetivo que estime adecuado- el hecho cierto es que parece haber demasiados para los escasos cargos que por doquier se ofrecen. Esto de que haya más candidatos para cada parcela, que mangos en el suelo de cualquier parcela, muestra varias cosas que ofrecen variadas interpretaciones.
Una primera interpretación tiene que ver con la posibilidad cierta de que, haga lo que haga esta especie de CNE que tenemos en Venezuela, hombres y mujeres que no están en el amor del Único pueden obtener tantos, tantísimos votos que sea imposible escamotearlos, sobre todo porque, independientemente de que se siembren las mesas electorales con personal del PSUV, nada hay menos confiable que un portador de carnet de eso.
Otra interpretación, que en lo absoluto cancela la anterior, sino que puede incluso potenciarla, es que hay muchísima gente en Venezuela que se cree capaz de comandar no sé cuál territorio, que cree que posee, en abundancia, las habilidades y destrezas, pero sobre todo la paciencia y piel de cocodrilo que se requieren para ocupar, con relativo éxito, cualquier cargo electivo. Es aquí donde el término cándido comienza a tener mucho sentido.
Al lado de esta última, podríamos asomar una aviesa interpretación: por cada candidato cándido, hay un grupo de gente que lo que ve y siente son sus posibilidades de gustar las mieles del poder y ya se ven de secretarios, asesores, pero sobre todo contratistas de los elegidos.
En este último apartado -el de los contratistas- prosperan los "financiadores". Asombra, en efecto, la munificencia de las campañas de gente que uno sabe -porque incluso muchos de ellos alardean de eso- que no tiene más que un sueldito y/o unos modestos honorarios que de cuando en vez recogen. ¿De dónde sale tanta plata?, pero sobre todo, ¿con qué fines en mente esos reales acuden a ese candidato en particular?
Una última interpretación tendría que ver con un fenómeno de transferencia: muchos de estos candidatos se han destacado en años recientes en áreas de la vida social y política, en determinados cargos o vocerías.
Así, sabemos de su competencia como parlamentarios, como periodistas, como profesores, articulistas de opinión y/o investigadores sociales. ¿Son transferibles esas destrezas, que comprobadamente poseen, al fastidioso mundo diario de una aburrida alcaldía, que clama a gritos por un buen conserje? ¿Son transferibles a complicadas (y arrasadas por quienes las dejan, libres al fin) gobernaciones con mil problemas y escasos cobres?
¿Se dan cuenta muchos de estos candidatos de la orfandad en la que dejan a Venezuela, que los necesita en otrospuestos, en otras trincheras de combate? ¿Creen ellos, sinceramente, que un hábil y agudo parlamentario se lo saca uno de un bolsillo sin más? ¿Se dan cuenta que se nos viene encima la ciclópea tarea de recuperar la Asamblea Nacional y variados Consejos Legislativos?
El Poder Legislativo -tan vital e indispensable para una democracia- ha sido herido de muerte en Venezuela. La Asamblea Nacional, incluso, parece que está literalmente sembrada de esas "flores" que en este país conocemos como "clavel de muerto". Por eso, allí hay que llegar, no sólo haciendo leyes dignas de tal nombre, sino quitando los rastrojos y poniendo en movimiento los tribunales de justicia, que justamente claman por eso, ¡por justicia!
Si en ese momento tenemos a algunos de los prominentes que necesitaremos en esa agotadora tarea, ocupados en lidiar con los camiones del aseo urbano, o con la toma de un barrio que ya se hartó de tantos cuentos de camino, o peleando para que contralores indignos no estén husmeando en cuanto gasto se hace para pagar jubilados y vigilantes, ¿creen ustedes, lo creen sinceramente, que cualquiera puede llevar a cabo esas tareas? Yo no, y como yo, muchos tampoco lo creen; ni lo imaginan.
Quizás lo más importante para cada candidato sean los costos. Tenemos la impresión, en efecto, que la mayoría de estos candidatos creen, sinceramente, que la van a tener fácil. Que no van a campos de batalla terribles, sino al Desfile de las Rosas de Pasadena, California. Y eso nos hace sospechar que no son idóneos para los cargos que pretenden y para los cuales solicitan nuestros votos.
¿Saben que la tendrán dura, sin real y con acoso? ¿Saben que sus electores les necesitan para batallas, no para manguangas? ¿O es que, como en el Cono Sur, entienden lo de candidato como sinónimo de cándido?
antave38@yahoo.com
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