Gobernar es saber y saber hacer. Es saber gerenciar la cosa pública
Tiempo de campañas. Se exacerba la cursilería, las frases almibaradas y los gestos empalagosos. Luce que los candidatos no pueden evitar caer en el guión de radioculebra baratona, repartiendo besuqueos a su paso por las comunidades, cual "miss" en decadencia. No falta el genio asesor que les dice que la gestión no importa, que la gente lo que necesita es sentirse querida, aunque esté pelando más que el perro de El Fugitivo.
Estas elecciones son la oportunidad para que políticos y electores nos dejemos de babosadas y entendamos que el camino al progreso no está asfaltado con promesas de amor eterno. Está pavimentado con capacidad de gestión, con credenciales para el manejo del Estado y la formulación de buenas políticas públicas, con creatividad y jovialidad en el pensamiento. Me aturde que a estas alturas bobadas como "yo soy de aquí" sea el argumento de algunos para seducir a los electores. ¡Hasta cuándo! De "aquí" son muchos los que hoy están apoltronados en gobernaciones y alcaldías, y su gestión ha sido infecta. Ese es un argumento baladí. Porque el gobernar es algo mucho más complejo que un verso cursi. Gobernar es saber y saber hacer. Es saber gerenciar la cosa pública. Es tener carácter para decir no cuando se deba y para impulsar algunas acciones que incluso no gocen de popularidad. Gobernar es lograr que la gente desee lo que necesita.
Me eriza la piel la pedantería infeliz de algunos. Obras son amores, y no buenas razones. Un candidato no me tiene que decir que me quiere. Tiene que decir cómo va a solucionar los problemas que hacen que la vida sea un infierno. Tiene que decir cómo va a solucionar el problema de la inseguridad, de la basura, de la vialidad, del estado miserable de las escuelas y el sistema de salud; tiene que decir cómo va a ponerle coto a la destrucción del ambiente; tiene que decir cómo va a administrar los dineros públicos, cómo va a rendir cuentas verificables, cómo va a garantizar que la gente que trabaje en su gobierno va a ser la mejor.
Tiene que comprometerse a respetar a los poderes públicos y a no tratarlos como si fueran apéndices de su gobierno. Tiene que hablar de Gobierno, con "g" en mayúscula. Si no tiene sino amor para dar, pues que se vaya pa' su casa, que con amor no va a resolver las calamidades que padecemos. No necesitamos más "aneciadores".
Tiempo de campañas. Se exacerba la cursilería, las frases almibaradas y los gestos empalagosos. Luce que los candidatos no pueden evitar caer en el guión de radioculebra baratona, repartiendo besuqueos a su paso por las comunidades, cual "miss" en decadencia. No falta el genio asesor que les dice que la gestión no importa, que la gente lo que necesita es sentirse querida, aunque esté pelando más que el perro de El Fugitivo.
Estas elecciones son la oportunidad para que políticos y electores nos dejemos de babosadas y entendamos que el camino al progreso no está asfaltado con promesas de amor eterno. Está pavimentado con capacidad de gestión, con credenciales para el manejo del Estado y la formulación de buenas políticas públicas, con creatividad y jovialidad en el pensamiento. Me aturde que a estas alturas bobadas como "yo soy de aquí" sea el argumento de algunos para seducir a los electores. ¡Hasta cuándo! De "aquí" son muchos los que hoy están apoltronados en gobernaciones y alcaldías, y su gestión ha sido infecta. Ese es un argumento baladí. Porque el gobernar es algo mucho más complejo que un verso cursi. Gobernar es saber y saber hacer. Es saber gerenciar la cosa pública. Es tener carácter para decir no cuando se deba y para impulsar algunas acciones que incluso no gocen de popularidad. Gobernar es lograr que la gente desee lo que necesita.
Me eriza la piel la pedantería infeliz de algunos. Obras son amores, y no buenas razones. Un candidato no me tiene que decir que me quiere. Tiene que decir cómo va a solucionar los problemas que hacen que la vida sea un infierno. Tiene que decir cómo va a solucionar el problema de la inseguridad, de la basura, de la vialidad, del estado miserable de las escuelas y el sistema de salud; tiene que decir cómo va a ponerle coto a la destrucción del ambiente; tiene que decir cómo va a administrar los dineros públicos, cómo va a rendir cuentas verificables, cómo va a garantizar que la gente que trabaje en su gobierno va a ser la mejor.
Tiene que comprometerse a respetar a los poderes públicos y a no tratarlos como si fueran apéndices de su gobierno. Tiene que hablar de Gobierno, con "g" en mayúscula. Si no tiene sino amor para dar, pues que se vaya pa' su casa, que con amor no va a resolver las calamidades que padecemos. No necesitamos más "aneciadores".
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