Todo el mundo cae en la cuenta de que la cosa ha terminado por no ser en serio
Lo que se aprecia es que el impulso "revolucionario" amaina.
No es fácil definir en que consistió el que parecía haber habido hasta hace algún tiempo. Pero, por unas o por otras, el país podía tener la sensación de que, por lo menos en el plano verbal, retórico, de los anuncios, las promesas y las amenazas, este Gobierno se proponía llevar a cabo transformaciones de monta.
Todo eso como que está pasando a un segundo plano. Por supuesto que en el mundo de las palabras oficialistas todavía los vocablos "revolución" y "revolucionario" son los timbres de gloria, las escalas de medición del valor de las personas.
Pero en el campo de las políticas reales se observa una descompresión de la intensidad "revolucionaria". Esto es más visible en las políticas económicas y en las internacionales, donde se esboza una especie de nuevo realismo que reconoce más que antes las exigencias de los hechos económicos e internacionales.
Estos se imponen. Los disparates del socialismo del siglo XXI se revelan como insostenibles, sea cual sea el precio del barril de petróleo, y como que algunas mentes pragmáticas del Gobierno empiezan a tomar nota.
El avance de la influencia internacional de Chávez está paralizado desde hace tiempo. Los satélites son los que ya conocemos -Bolivia, Nicaragua, algún minipaís caribeño-, no se añade ninguno y alguno se sale de la suerte, como el Ecuador de Correa. Cuba es caso aparte: por un lado, nunca ha sido satélite, sino más bien "tutor recompensado", y por otro, su relación con Venezuela la va a ir llevando cada vez más como Sinatra, " a su manera". En todo caso, la ofensiva internacional del Gobierno luce detenida. ¿Todo uniforme?
No hay que apresurarse en la evaluación de estas constataciones. No todo marcha en esa dirección de manera uniforme.
En el terreno educativo, acabamos de ver el ramalazo de limitar a niveles imposibles el aumento de las tarifas que puede cobrar la educación privada. En el terreno económico, está el anuncio de estatización de las cementeras.
No hay ninguna señal de aflojamiento en el campo del control de los poderes públicos por parte de Chávez. En lo militar podría hablarse incluso de una profundización de la conversión de la FAN en una fuerza armada al servicio de una persona.
Allí, a juzgar por lo que vimos en el desfile del 24 de junio, el asunto ha pisado los terrenos de lo bufo. Pero en todo caso, más allá de los lemas y las consignas, de lo que se trata ya no es de una FAN "revolucionaria", sino de una FAN al servicio de Chávez.
Por otra parte, habrá que ver las secuelas que tendrá para la calidad futura del fervor "revolucionario", lo que está aconteciendo con el tema de las candidaturas de la "alianza" que respalda al Gobierno.
Es difícil que el derroche de sectarismo del que está haciendo gala el PSUV, que llega a niveles escandalosos en casos como Guárico, Carabobo y Portuguesa, no tenga consecuencias para el porvenir, sobre todo si las cosas no le salen muy bien al Gobierno en las elecciones de noviembre. Subrayemos por cierto que, en contraste con ello, en el campo democrático que enfrentará al oficialismo, el esfuerzo hacia las candidaturas unitarias va encontrando su camino y las señales son las de que se llegará a un resultado general satisfactorio.Maniobras
Ha sido frecuente pensar que cosas como las aquí señaladas obedecen a maniobras tácticas, a compases de espera, al un paso atrás para dar luego dos hacia delante, cosas todas en las que Chávez sería un diestro operador.
Puede que ese enfoque haya tenido validez. Incluso es posible que así vean la cosa Chávez y su círculo. Creo que se equivocan.
A partir de cierto punto, pasados ya tantos años -diez- de estar en esto, una "revolución", por muy entre comillas que haya que escribirla, no puede sufrir el tipo de enfriamientos que hemos referido aquí, y luego reanudarse como si nada.
No en una sociedad democrática, donde todavía existe un sustrato de libertades democráticas que pueden ejercerse, donde el mandamás no la tiene en un puño ni a su merced. Cuando en una sociedad así, díscola y altiva, que discute y se entera, la mecha "revolucionaria" se moja, el impulso se detiene y la presión se afloja, empieza a ser imposible reencenderla, retomarla. La gente que ha creído en "el proceso" se distancia, descree.
Las comillas esas se agigantan, y todo el mundo cae en la cuenta de que la cosa ha terminado por no ser en serio, por no ser más que el proyecto personal de un ambicioso y su grupo para quedarse ahí.
dburbaneja@gmail.com
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