¿Qué imagina usted al encontrarse con esta cifra?
¿Le parece que puede ser el total de la población de un continente?
¿Será una enorme fortuna?
No es nada de eso. Cien millones es el número de víctimas del comunismo.
La cifra representa los crímenes cometidos por regímenes comunistas.
E s e l g e n o c i d i o c o m u n i s t a.
En efecto, los diversos especialistas que volcaron el resultado de sus estudios e investigaciones en las casi mil páginas de El Libro Negro del Comunismo, prueban fehacientemente que el número de muertos causados por el comunismo, en todo el mundo, supera los cien millones de víctimas.
Hoy, mientras tanto, la violación brutal, sistemática y ACTUAL de todos y cada uno de los derechos humanos por parte de gobiernos comunistas está siendo silenciada o edulcorada por los medios de comunicación masiva.
¿Ud. leyó o escuchó a periodistas, políticos, sacerdotes u obispos referirse al tema, denunciando que el comunismo es -en doctrina y en su práctica revolucionaria- la más criminal de las ideologías políticas?.
¿Se enteró acaso que los dirigentes comunistas fuesen detenidos y sometidos a juicio por tanta bestialidad?.
¿Supo Ud. de algún Tribunal o algún valiente juez (español o de otra nacionalidad), que iniciara acciones judiciales contra dirigentes comunistas responsables de tan monstruosos crímenes?.
¿Por qué no habrá habido una especie de Nuremberg para los culpables de esos siniestros regímenes de terror comunista?
¿H I P O C R E S Í A?
Si al término de la lectura de estas líneas, el lector coincide con la percepción de la maniobra propagandística que se describe, podrá compartir la pertinencia de modificar este título suprimiendo los signos de interrogación. O mejor, todavía,: sustitúyalos por signos de exclamación.
Veamos: sincero es quien se expresa con veracidad y sin doblez mientras que hipócrita es aquél que finge ser lo que no es, el que representa lo que no piensa ni siente.
En los voceros de la izquierda observamos un discurso que pretende aparentar moderación y fingir espíritu democrático. Son maestros de la mentira. En boca del comunismo hasta la misma verdad se transforma en mentira. La razón de la simulación estriba en que, cuando el marxileninismo se muestra a cara descubierta, con toda su perversidad intrínseca al descubierto, la opinión pública lo rechaza automática y categóricamente. La injusticia de su doctrina antinatural y la brutalidad de sus métodos han merecido -siempre- la más severa condena. En diversas partes del mundo, han logrado dominar territorios y someter tiránicamente a millones de almas pero no han podido convencer a las personas.
Para evitar el rechazo que despierta, el comunismo pretende aparentar lo que no es. Simula sistemáticamente para postergar o impedir la reacción que provocan sus métodos y sus fines cuando aparecen tal cual son.
En verdad, el comunismo constituye una secta filosófica materialista y atea, liberticida y apátrida. Responden a una concepción ideológica transpersonalista que desemboca en el totalitarismo más opresivo.
Las más sutiles tácticas psicopolíticas pretenden ocultar que el marxileninismo le niega al individuo, frente a la colectividad, todo derecho natural. Sin embargo, los activistas del marxileninismo, en todos los ámbitos, utilizan un discurso que pretende hacer creer que ellos son los paladines de la justicia social, de los derechos humanos y del régimen democrático. Pero la verdad es muy otra: ellos quieren que todos los resortes de la vida, todas las actividades humanas queden subordinadas a un Estado omnipotente y omnipresente. La persona es considerada como un simple instrumento al servicio de fines supraindividuales encarnados por el Estado.
Según ellos, el Estado es lo principal y el hombre apenas lo accesorsio, que sólo vale en la medida que se desindividualiza y se somete a lo colectivo. El individuo, entonces, existe para la sociedad y debe producir para la colectividad.
Bien puede imaginar el lector qué tipo de respuesta encontrarían los políticos y agitadores al servicio de la izquierda si proclamaran, claramente, conforme a la doctrina que los inspira, su radical y auténtica posición contraria a la libertad, a la familia, a la religión, al derecho de propiedad privada, etc.
Resumiendo, las siguientes son algunas de las características del totalitarismo marxileninista al que pretenden llevarnos y que ocultan tras el hipócrita maquillaje discursivo, aparentemente filantrópico, muy moderado y pseudodemocrático de sus activistas:
· No reconocen derechos individuales, naturales, anteriores y superiores al Estado. El Estado omnímodo absorbe las libertades y derechos fundamentales.
· Consideran que la familia debe ser destruida por tratarse de una "institución burguesa inventada por la Iglesia".
· Procuran instaurar un dios-Estado, un Moloch, ante quien deben sacrificarse todos los derechos y todas las libertades.
· Inducen a la identificación estado-gobierno-partido. El poder del estado es ilimitado. A los órganos de gobierno les otorgan los más amplios poderes en el marco de una competencia imprecisa. Es la situación diametralmente opuesta a la del Estado de Derecho.
· Son partidarios del régimen de partido único y combaten a sangre y fuego toda forma de eventual oposición.
· Buscan sustentarse en el mito de la liberación del proletariado. Lo medular de su acción propagandística, para captar incautos, gira en torno a este mito.
· Buscan constituirse en “gobierno de fuerza” (antagónicos al tipo de los “gobiernos de opinión" que son aquellos que se apoyan en el consentimiento de la población libremente expresado.) Ellos se proponen instaurar la "Dictadura del proletariado” que es “la dominación no restringida por la ley y basada en la fuerza".
· Promueven un verdadero culto a la violencia sin detenerse ante ley divina, natural o humana. Sin escrúpulos, aplican los más brutales métodos de acción. Promueven revoluciones y crímenes. Dicen que "Todo lo que contribuya a la rebelión es moral."
· Edifican un estado-gobierno-partido militantemente ateo y francamente hostil para con la religión en general y con la Católica en particular (Creen en lo afirmado por Lenin: "Dios es el enemigo personal de la sociedad comunista" (Carta a Gorki, dic.1913, "Le marxisme-laninisme", J. Ousset, p.132) y, por tanto, declaran la guerra a la misma idea de Dios y combaten a la religión, calificada por ellos como "opio de los pueblos".
· Niegan la legitimidad del derecho de propiedad. (Marx y Engels confiesan en el “Manifiesto Comunista”: “Podemos resumir nuestra doctrina con esta proposición: abolición de la propiedad privada”).
Importa tener presente que el derecho de propiedad se origina en la libertad del hombre y reposa en ella. Por tanto, la abolición de la propiedad privada implica la negación de la misma libertad. Conculcada la propiedad, todos los derechos individuales quedan sometidos al arbitrio despótico del Estado.
La supresión de la libre iniciativa particular genera la tiranía política. La estatización de la economía conduce a la miseria y al despotismo.
El interés del marxileninismo por los asalariados no obedece a que estos sean débiles u oprimidos sino a que constituyen una enorme fuerza instrumental al servicio de sus designios. Ellos no desean curar las heridas sino machacarlas como sostenía Engels. En rigor, son revolucionarios y no filántropos. Por ello, fomentan descontentos, fabrican conflictos, exacerban enfrentamientos, promueven el odio y la lucha de clases, organizan revoluciones y cometen los más brutales crímenes. Hipócritamente lucran con el dolor ajeno y. en general, con la explotación del tan vapuleado tema de los derechos humanos.
Estas perversas metas son reveladas sólo a los iniciados en la secta roja cuando llegan a poseer un grado suficiente de corrupción ideológica como para aceptar semejante aberración. Al gran público: nada de esto. Para las masas crearon incontables y eficaces artificios psicopolíticos que se caracterizan por ocultar la verdadera identidad ideológica y esquivar las definiciones doctrinarias claras.
En suma: el marxileninismo detesta la democracia, pisotea derechos humanos pero utiliza las libertades que ofrece la democracia con el fin de destruir el mismo sistema que garantiza esas libertades y derechos. Esa es la finalidad real, con toda la radicalidad que ella implica, aunque sean “gradualistas” en el camino a recorrer, por momentos en forma lenta, para lograr esa perversa meta.
El comunismo -junto a sus compañeros de ruta- sólo se opone a los gobiernos de fuerza que han tenido un signo ideológico opuesto al marxileninismo. No son demócratas contrarios a las dictaduras sino que implantaron las más crueles dictaduras en el pasado reciente y todavía HOY mantienen a sangre y fuego varias dictaduras en el mundo.
Creer que hay sinceridad en el marxileninismo cuando dice defender los derechos humanos, es tan equivocado como confiar en la autenticidad de un narcotraficante que predique contra el consumo de drogas.
Prof. Alexander TORRES MEGA
Dir. Resp. de FLASHESCulturales
E mail: <Flashes@adinet.com.uy>
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