Libertad!

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viernes, 27 de junio de 2008

Argelia Ríos // Gestión y "esperanza de vida"

Hace un año nadie se hubiera aventurado a contrariar las decisiones del jefe
El proyecto personalista de Chávez comienza mostrar síntomas de agotamiento. La escogencia de las candidaturas bolivarianas ha servido para comprobar los cambios ocurridos en la relación entre el Presidente y la dirigencia revolucionaria. Que los partidos de la llamada "alianza patriótica" cuestionen abiertamente la pretensión de excluirlos de la fórmula electoral, no es un hecho de poca monta, como tampoco lo es el que reclamen el carácter colectivo de la paternidad del proceso.
Es cierto que la sumisión sigue siendo todavía un signo de estos tiempos: sin embargo, son notables los giros que han tenido lugar tras el fracaso del 2D. Para los factores menos recalcitrantes del chavismo el asunto no puede sino registrarse dentro de un rango positivo, aun cuando el fenómeno "liberador" está vinculado a un problema de gravedad, que pone en riesgo al proyecto.
El punto clave de todo es la gestión del mandatario, cuyas endémicas deficiencias representan el ingrediente silente del debate interno, en donde sólo unos pocos ilusos continúan apostando a la viabilidad de las aspiraciones vitalicias del jefe del Estado. Si el Gobierno se mantiene estancado y no mejora su desempeño, tal cual como está sucediendo, es lógico que su conductor esté sujeto a la reducción de su influencia, tanto de cara a los cuadros políticos revolucionarios, como de cara al electorado.
La convicción de que Chávez no logra mostrar resultados administrativos compatibles con el fuerte flujo de ingresos petroleros, es una inquietud real y, al mismo tiempo, un factor de moderación de su poder. Y lo es en tanto que el drama administrativo reduce la esperanza de vida del "proceso". A esto se añade el desgaste causado por el tiempo -nada menos que dos períodos constitucionales de los anteriores- y la pérdida del "encanto" de los primeros años.
Hace apenas un año nadie se hubiera aventurado a contrariar de un modo tan frontal las decisiones del jefe. Su palabra estaba revestida de santidad. El fracaso de la reforma fue el resultado de la altanería personal de Chávez, pero también de una pésima gestión que ya no consigue exhibir mejoras, ni siquiera en momentos electorales. Tragedias como la inseguridad y la espiral inflacionaria prueban que las cosas se han escapado de las manos y que el dinero no basta para asegurarle a Chávez una sólida capacidad de maniobra. Muy por el contrario, los gruesos ingresos petroleros pueden convertirse en un handicap, al restringir las posibilidades argumentales del Gobierno.
Si el Presidente luciera poderoso ante los ojos de su propia alianza, no estuviéramos observando estos reclamos. En definitiva, son los propios chavistas quienes le están anunciando al país las tremendas oportunidades que tendrían sus oponentes, si se acuerdan adecuadamente, y si logran exhibirse como un colectivo firmemente dispuesto a representar la alternativa administrativa al desastre bolivariano.
Argelia.rios@gmail.com

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