De allí que el autor sostiene que la indagación literaria permite develar los cimientos esquirlados, amorfos y difusos de ese inconsciente colectivo que de alguna manera ha devenido como contrapeso de la centralidad de la razón. Y, por ello mismo, es un campo estético trágico que permite integrar lo escindido en el devenir de la modernidad. En este sentido propondrá a la novela contemporánea como la experiencia donde se hace transparente al ser. Entendiendo por ser la generalización de aquello que alude a la vida: la vida como experiencia.La indagación estética como experiencia de la totalidad concreta, como metafísica de lo aparente, como inversión del platonismo , la plantea a partir de la autobiografía, en el sentido de la tradición de Maurice Blanchot, como práctica hermenéutica de la corporeidad. (Sabato, 1953/1979)La pretensión del presente ensayo no es otra que la de tejer algunas de las ideas, argumentos, sugerencias y metáforas que ha realizado Ernesto Sabato en ciertos libros, que me han permitido indagar a tientas el ámbito del arte no como un campo de la cultura, del saber de las bellas artes, sino como un pensamiento integral cuya vocación es la comprensión del ser; expresado en otra forma, realizaré un boceto de las herramientas que me han permitido indagar en el sentido ampliado del arte, como diría Heidegger.
La exploración estética, desde ésta perspectiva, dígase en el sentido ampliado del arte, por su propio estilo y forma implica como condición necesaria, a mi juicio, la búsqueda y elección de sí en el universo incierto de la contingencia. Parafraseando a Nietzsche, diremos que la investigación estética tiene como condición necesaria la obsesión de hacerse siendo, como una obra de arte en permanente gestación, insertado perversamente en el mundo, en la cotidianidad. De lo anterior se desprende, entonces, que el sentido del artículo es explicitar algunas de las lecturas que han fungido de base y de horizonte de sentido de mi propia mirada en el ámbito de la estética.
La Historia de la Deshumanización de la HumanidadA comienzos de los años cincuenta Sabato se plantea como investigación el problema de la crisis de la modernidad, o lo que él llamará, siguiendo a Berdiaeff, la paradoja de la deshumanización de la humanidad. De allí que se aboque a la historia de la configuración de la modernidad.La aproximación que realiza es lo más alejado a la búsqueda positiva del encuentro de causas históricas , lo dice de forma expresa:Es difícil precisar por qué despierta Occidente.
Lo que sucede es resultado de infinitos factores, desde una ética hasta la belleza de una mujer, desde una estructura económica hasta el poder de convicción de un fanático a caballo. Es muy difícil, y a menudo muy bizantino, establecer las causas últimas de un acontecer histórico... (Sabato, 1951/1979: 22).La mirada sabatiana a propósito de la historia ni está atada a la precisión y el análisis de un acontecimiento como causa y menos a una comprensión lineal y evolutiva de la historia, como muestra de tal perspectiva podemos recordar lo que dice en Heterodoxia: “Por desgracia, los siglos no terminan al mismo tiempo para todos, y así como Nietzsche fue un hombre del siglo XX, así pululan en nuestro tiempo los habitantes del siglo XIX” (Sabato, 1953/1979:173)
Lo que en otras palabras pone en cuestión el autor no es sólo los criterios de demarcación del acontecer sino de las pretensiones científicas del abordaje histórico que son expresiones del lugar desde el cual se piensa, se mira, se aborda, el mundo.
El mundo que pone en cuestión Sabato no es otro sino el reino de la objetividad como sinónimo de la verdad y ésta como equivalente del bien y éste de lo perfectamente bello. Es por ello que afirma: “Con lo que no escribiremos La Historia, sino las historias. Para una escuela será más importante señalar la aparición de la máquina de vapor; para otra, la rebelión de los husitas” (Sabato, 1953/1996: 183) Creo que se puede intuir de manera más transparente de qué trata, cómo es la mirada sabatiana, a propósito no sólo de la historia sino del conocimiento y la vida en general, haciéndose cargo del fragmento que titula, insinuantemente, Advertencia en su primer libro Uno y el universo de 1945; en otras palabras, en el fragmento, que hace las veces de prólogo, el autor deja entrever cuál es lugar donde se coloca para interpelar el mundo. A mi juicio la Advertencia pudiera ser colocada como el prólogo de toda la obra de Sabato. Valga la cita: Las reflexiones que aparecen aquí por orden alfabético no son producto de la vaga contemplación del mundo: se refieren a entes que he encontrado en el camino hacia mí mismo. (Uno se embarca hacia tierras lejanas, o busca el conocimiento de los hombres, o indaga la naturaleza, o busca a Dios; después se advierte que el fantasma que se perseguía era uno mismo.)
Fuera de mi ruta debe haber otros entes, otras teorías e hipótesis. El Universo de que se habla aquí es mi Universo particular y, por lo tanto, incompleto, contradictorio y perfeccionable; no poseo la más modesta Weltanschauung que pueda satisfacer a una persona respetable o germánica: prohíbo a estos inspectores del urbanismo filosófico que lean este libro (no veo, además, para qué habrían de leerlo).
Este libro es el documento de un tránsito y, en consecuencia, participa de la impureza y de la contradicción, que son los atributos del movimiento. Imagino la irritación que producirá a los fanáticos del sistema, que tienen la curiosa pretensión de ser propietarios de la Verdad, frente a los otros mil sistemas, como por alguna especie de arreglo personal, con el Organizador del Espectáculo. Por mi parte, reconozco no tener vinculaciones tan influyentes.La ciencia ha sido un compañero de viaje, durante un trecho, pero ya ha quedado atrás. Todavía, cuando nostálgicamente vuelvo la cabeza, puedo ver algunas de las altas torres que divisé en mi adolescencia y me atrajeron con su belleza ajena de los vicios carnales. Pronto desaparecerán de mi horizonte y sólo quedará el recuerdo. Muchos pensarán que esto es una traición a la amistad, cuando es fidelidad a mi condición humana (Sabato, 1945/1975: 15-16).Desde ese horizonte y con una esa mirada que se puede vislumbrar en el fragmento citado, el pensador argentino se propone reconstruir las líneas de fuerzas que orientan a esta sociedad. Aquellas fuerzas que inquieten a los hombres y hacen que se perciban las cosas, al otro, a sí mismo, de manera distinta. Las líneas que determinan el cómo es posible pensar en tales términos y no en otros. Su pregunta se inscribe en el ámbito epistemológico, cuáles fueron las condiciones de posibilidad de ese conocimiento que se instauró en la cultura occidental. Dicho en palabras del propio Sabato: “Pero lo que importa es ver las líneas de fuerza que ocultamente empiezan a dirigir la orientación de una sociedad, la inquietud de los hombres, la dirección de sus miradas (...)” (Sabato, 1951/1979: 24).Las líneas de fuerzas no se configuran ni en un orden lógico ni progresivo, ni causal, por el contrario, ellas son manifestaciones de tendencias y tensiones en su interior. Sabato sostiene que el Renacimiento, por ejemplo, se configura en las antinomias entre la secularización y el misticismo, el naturalismo y la maquinización, entre el vitalismo y la abstracción, entre el individualismo y la masificación.
Y es en ese mar de tensiones que se configura lo que el autor llamará la religión cientista de la modernidad que configura no otra cosa sino el humus, el clima, el ambiente del devenir occidental como una de las fuerzas enajenantes del hombre contemporáneo que han entrado en crisis.El dogma del progreso es el momento estelar de la religión cientista que como visión del mundo se fue colando en los intersticios del Renacimiento; ella no es otra cosa que la secularización del sentimiento religioso. Religión desencadenada por la propia Razón, porque, dirá el autor, la cantidad, como expresión de la Razón, se manifiesta en la matematización de las diversas esferas de la vida cotidiana. Esta manifestación esta caracterizada por la universalización y la abstracción, y, por tanto, alejada de la intuición y comprensión del hombre medio. Donde sólo le queda al hombre su fe, irracional, en la Razón Científica, suplantando la comprensión por la admiración y el fetichismo. Sabato caracteriza, mordaz e irónicamente, a la religión cientista de la siguiente forma:A lo largo de los siglos XVIII y XIX se propagó, finalmente, una verdadera superstición de la ciencia, lo que es bastante singular porque equivale a decir que se desencadenó la superstición de que no se debe ser supersticioso. Pero era inevitable: la ciencia se había convertido en una nueva magia y el hombre de la calle creía tanto más en ella cuanto menos iba comprendiéndola.La reducción del Universo a Materia-en-Movimiento dio origen a las doctrinas más peregrinas. Primero fue la tentativa de localizar el alma en una glándula. Luego, la investigación del alma con amperímetros y compases; mientras algunos se dedicaban a medir con tales aparatos la inteligencia y la sensibilidad, otros, como Fechner, organizaba desfiles de señores delante de diversos rectángulos, para decidir estadísticamente la belleza; y otros, en fin, exponían bruscamente una lámina a la mirada de un sujeto, anotando el tiempo de reacción tomado con un cronómetro. Al mismo tiempo, Gall y Lombroso perpetraban su frenología y su fisiognómica -¡Oh, espíritu de Balzac!- Y al llegar al siglo XX, Pavlov midió la salivación de un perro ante un trozo de carne, con y sin tortura. (Sabato, 1951/1972:37) La fe en el progreso de la religión cientista Sabato la describe y la cuestiona lapidaria y brutalmente de la siguiente forma:Y a nuestro alrededor o hay ingenuos que siguen creyendo en el Progreso Incesante de la Humanidad mediante la ciencia y los inventos, o monstruos enloquecidos que sueñan con la esclavitud o la destrucción de razas y naciones enteras.Ni dos guerras mundiales, ni la barbarie mecanizada de los campos de concentración han hecho vacilar la fe de esos adeptos al Progreso Científico. Ni siquiera los ha hecho meditar el que los peores excesos sucedieran en el país que más lejos había ido en el perfeccionamiento científico. El dogma sigue en pie. No importan las torturas, las gestapos y checas. Todo eso no tiene importancia porque es transitorio: a la Humanidad le espera una Edad de Oro, en que todos seremos iguales y en que la felicidad reinará para siempre. Mientras tanto, hay que perseguir o aniquilar a los que ponen en duda ese Brillante Futuro, hay que quemar sus libros y proscribir sus doctrinas, hay que denunciarlos como decadentes, contrarrevolucionarios y vendidos.(Sabato,1951/1972: 45)El dogma central de la religión cientista, el progreso, lo considera el autor como la expresión de una de las líneas de fuerza que se trenzó en la sociedad viejo europea en el engranaje de dos potencias la razón y el dinero. Para graficar tal aseveración hace un recorrido a manera de un boceto paisajístico articulado de múltiples datos y acontecimientos, interpretaciones de diarios, etc.Registra en su trama, por ejemplo, la necesidad de la cartografía para transportar mercancía en barcos, para mejorar las vías de comunicación tanto marítimas como terrestres, de los primeros comerciantes; caracteriza al artista, que también es artesano, Piero della Francesca que introduce en la pintura la perspectiva y es, a su vez, creador de la geometría descriptiva; hace un breve comentario de Jacques Coeur, quien acuñaba monedas a cambio de concesiones mineras y fue tal su acumulación de dinero que tuvo el poder de financiar la elección de Carlos V en contra de Francisco I, etc... Todo con el objeto de dar cuenta que la crisis de occidente está en sus propios cimientos y por lo tanto, el trance contemporáneo no es la fragmentación ni la rotura de una teoría sino es un síntoma de la enfermedad de una civilización, de la mirada que se configuró en el devenir de sí misma. En sus palabras: Frente al caos capitalista, surgió el movimiento socialista, pero pronto adquirió los atributos del siglo que quería combatir: la Ciencia y la Máquina se convirtieron en sus dioses tutelares, y al socialismo "utópico" de Owen, Fourier y Saint- Simon sucedió el socialismo "científico" de Marx. Y de este modo, la concentración del poder estatal mediante la ciencia y la economía condujo a los superestados basados en la máquina y la totalización.Esta crisis no sólo es crisis del sistema capitalista: es el fin de toda esa concepción de la vida y del hombre, que surgió en Occidente con el Renacimiento. De tal modo que es imposible entender este derrumbe si no se examina la esencia de esta civilización renacentista.Tal como Berdiaeff advirtió, el Renacimiento se produjo mediante tres paradojas:1. Fue un movimiento individualista que terminó en la masificación.2. Fue un movimiento naturalista que terminó en la máquina.3. Fue un movimiento humanista que terminó en la deshumanización.Que no son sino aspectos de una sola y gigantesca paradoja: la deshumanización de la humanidad. (Sabato, 1951/ 1979: 17).Los Ciegos, el Infierno, la Noche: el ArteEn la novela Sobre héroes y tumbas, Fernando Vidal escribe un Informe sobre un mundo subterráneo donde habitan los ciegos. La entrada es un túnel que comunica al mundo luminoso y real de la superficie con la caverna, la cueva subterránea, el mundo de la oscuridad. El ingreso está ubicado donde están las calles limpias, donde están los mercados, los bancos y las escuelas de ciencia. El reino de la oscuridad está descrito de la siguiente forma: Todo era hediondo y pegajoso. Las paredes o muro de aquel túnel eran asimismo húmedas y por ellas corrían hilillos de agua, seguramente filtraciones de las capas superiores del terreno... ¡Abominables cloacas de Buenos Aires! ¡Mundo inferior y horrendo, patria de la inmundicia! Imaginaba arriba, en salones brillantes, a mujeres hermosas y delicadísimas, a gerentes de banco correctos y ponderados, a maestros de escuela diciendo que no se deben escribir malas palabras sobre las paredes; imaginaba guardapolvos blancos y almidonados, vestido de noche con tules o gasas vaporosas, frases poéticas a la amada, discursos conmovedores sobre las virtudes patricias. Mientras por ahí abajo, en obsceno y pestilente tumulto, corrían mezclados las menstruaciones de aquellas amadas románticas, los excrementos de las vaporosas jóvenes vestidas de gasa, los preservativos usados por los correctos gerentes, los destrozados fetos de miles de aborto, los restos de comida de millones de casas y restaurantes, la inmensa, la innumerable Basura de Buenos Aires.Y todo marchaba hacia la Nada del océano mediante conductos subterráneos y secretos, como si Aquellos de Arriba se quisiesen olvidar, como si intentaran hacerse los desentendidos sobre esa parte de su verdad.
Y como si héroes al revés, como yo, estuvieran destinados al trabajo infernal y maldito de dar cuenta de esa realidad (Sabato, 1961/1978: 424-425).En ese mundo de tinieblas habitan unos hombres que han perdido la facultad de contemplar el mundo de la superficie –explica en su Informe Fernando Vidal Olmos-; Son ciegos. Perdieron la mirada. No perciben la Luz.
Sin embargo, pueden transitar y relacionarse en la superficie porque han desarrollado al máximo el resto de sus sentidos, sobre todo el tacto. Porque en ese cuando habitan su reino sus cuerpos sufren múltiples metamorfosis, de allí que sus cuerpos se hacen dúctiles e hipersensible siendo ésta la única manera de enfrentar el vértigo de lo inasible y de la incertidumbre que habita en esa región. Los miembros de la secta que hacen vida subterránea cuando están en la superficie dan la impresión que fueran iguales al resto de los mortales.
Sin embargo, ellos son los testigos del otro mundo, del infierno, que subyace en la ciudad; que de alguna manera misteriosa también gobierna los acontecimientos del universo de la superficie. Dentro de la secta están entre otros, los locos, los artistas, los literatos y filósofos que dejaron el mundo de las luces, donde reina la razón científica, y optaron por la oscuridad, por el mundo interior, por la incertidumbre, por el devenir de la existencia, por el cuerpo. Un cuerpo bisexual que se nutre de lo efímero... Los Ciegos, Artistas: Los monstruos bisexualesLos que han perdido la visibilidad, los que perdieron la condición de aproximarse a la contemplación perfecta de la verdad pura, “(…) porque la vista es el sentido más sutil, el más próximo al espíritu puro” (Sabato, 1968:248), pero que sin ningún problema pueden desandar el mundo donde reina la luz, no porque miren sino por el contrario, porque han adquirido la condición de sentir la tierra, su humedad, su ambiente, a conocer, reconocer y comprender a través del tacto, de los sonidos, del gusto, siempre imaginando sus contornos, como bocetos imprecisos que apenas dejan entrever el paisaje; aquellos que aunque su cuerpo habite en las tinieblas pueden dar cuenta del mundo de la luz, son los que tienen la condición monstruosa de ser bisexuales como los artistas.El artista es el hombre que más se aproxima a la unidad y, como tal, es un extraño monstruo, mitad hombre y mitad mujer, que tiene de aquél su capacidad para trascender la pura subjetividad, a la búsqueda de otros mundos, y de la mujer su tendencia a la unidad, a la permanencia en el magma primordial. (Sabato, 1953/1979: 103)La imagen de la bisexualidad alude a la integración de lo masculino y femenino como arquetipos del ser. Para Sabato, el hombre (lo masculino) es abstracto, filosófico, calculador, su apuesta es la razón y la lógica. Su amor es energía dirigida hacia la cosidad, donde las ideas puras son su regodeo. La cópula es un salto a la nada, su amor como su falo va para fuera. Los errores lo conducen a la guerra o a la creación de un sistema filosófico. Es un ser esencial, cuando hace maletas para salir de viaje, por ejemplo, lleva el mínimo equipaje y, si pudiera, no llevaría sino su cuerpo. Su región es la empresa y el comercio. Su fe la escribe en tratados de teología o conforma la secta de los ateos sustentado cada movimiento. Sus discursos comunican conocimientos y verdades. El hombre siempre falla en la vida cotidiana.
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Ella nos arrastra a su mundo, nos aísla de la realidad y, a la vez, nos revela la realidad que nos rodea. En este sentido, el escritor argentino, nos plantea una de sus ideas centrales, en El escritor y sus fantasmas, nos la revela en el fragmento titulado La disonancia, dice:Cuando se comparan las últimas partituras de Mozart con las primeras, comprendemos el valor de las disonancias, su poder de penetración a través de los estratos de la mera belleza para alcanzar zonas más profundas. Es lo que, en mayor escala, ha pasado con la literatura de nuestro tiempo: la disonancia de Rimbaud, en Dostoievsky, en Joyce es como dinamita que hace estallar los paisajes convencionales para poner al desnudo las verdades últimas, y muchas veces atroces, que hay en el subsuelo del hombre...Claro que la disonancia no ha sido descubierta por la literatura de hoy: piénsese en el modo en que Shakespeare contrasta la bufonería con lo sublime, en los efectos que logra Cervantes entre Don Quijote y Sancho, en las despiadadas disonancias que Dante emplea en el Infierno. Pero es cierto, sin embargo, que nunca ha desempeñado un papel tan trascendente como en esta literatura áspera de nuestro tiempo. (Sabato, 1967: 143)Sabato intenta expresar, por medio de la novela, las grandes crisis que atraviesa el sujeto concreto. Indaga sobre las "verdades últimas" que moran en el espíritu; pretende hacer accesible y verbalizable "el conocimiento trágico". El escritor argentino procura que su apuesta no sea un salto al vacío donde el verbo pierda sus ecos. Es por esta razón que coloca todos sus dados en la novela porque se presenta como la herramienta que permanentemente prepara el camino para el encuentro con nuestros demonios, con la "facticidad" y develan grotescamente el "derrumbe de la civilización occidental”, en el mismo instante que míticamente potencian una nueva manera de aprehender el cuerpo que transita la vida cotidiana.BibliografíaAlzuru Aponte, Jonatan (2001). Sabato: El derrumbe de la civilización occidental en un hombre de nuestro tiempo.
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