Por Carlos Alarico Gómez*
Hace 57 años se produjo un movimiento
cívico-militar que puso fin a la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, la
cual tuvo la virtud de restaurar el experimento democrático abortado el 24 de
noviembre de 1948, fecha en la cual fue derrocado el escritor Rómulo Gallegos,
primer presidente electo por el pueblo en forma universal con el respaldo del 74,45% de los votos. Ese movimiento
es conocido en la historia como El 23 de enero, el cual no es un hecho aislado
en la historia de Venezuela. De hecho, Venezuela ha estado siempre en una lucha
constante para lograr su seguridad social y su estabilidad política, tal como
lo señaló Bolívar en el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819. La
libertad se logró en Carabobo, pero la igualdad se obtuvo en 1854 con el
decreto de José Gregorio Monagas en el que le dio la libertad a los esclavos y con
la concesión de los derechos políticos a la mujer, lo cual se concretó en 1946
durante el primer gobierno de Rómulo Betancourt.
No obstante, la igualdad y la libertad han
tenido sus altibajos y aún hoy se observa una chocante discriminación por
razones políticas contra aquellos que no comparten la ideología del partido
gobernante. Las causas de esos altibajos deben ser buscadas en el contexto
histórico, tomando en cuenta los intereses grupales y la actitud de los líderes
de cada proceso, que son variables recurrentes en una buena parte del ayer, en
lo que pasa hoy y ojalá que no lo sean en los escenarios factibles del mañana.
Entre las principales causas que han provocado esos altibajos debe señalarse el
uso desmedido del poder y el deseo de permanencia en el gobierno para dominar
al pueblo. La primera experiencia se vivió en los albores de la Cuarta
República en 1830 cuando el crecimiento institucional fue roto por un grupo
ambicioso, sin contenido ético, dirigido por el general Santiago Mariño, quien
acaudilló la Revolución de las Reformas contra el sabio Vargas en 1835. Posteriormente
el país avanzó en lo económico, pero carente de
libertad, pero el año 1945 trajo la novedad de que por
primera vez en el siglo XX un civil presidía el gobierno, con el anunciado
propósito de que sería para dirigir un proceso eleccionario que le permitiera
al país tener un presidente electo por el pueblo en forma universal, directa y
secreta.
La promesa fue cumplida y el cambio bien
recibido, especialmente por las mujeres, quienes ejercieron el derecho al voto
por primera vez, pero lamentablemente una nueva dictadura se erigió a partir de
noviembre de 1948, derrumbando el recién electo gobierno de Rómulo Gallegos que
solo estuvo nueve meses en el poder, siendo sustituido por un triunvirato
militar integrado por Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis
Felipe Llovera Páez. Dos años más tarde es asesinado Delgado Chalbaud y para
suplirlo es llamado a Miraflores el abogado Germán Suárez Flamerich, quien se
presta para actuar como títere de Pérez Jiménez.
A partir de ese momento se instala una
dictadura férrea y para darle visos de legalidad se crea una nueva Constitución
en la que establece que el período de gobierno duraría cinco años. Al acercarse
al fin del mandato se organiza un plebiscito para mantener al dictador en el
poder, lo que provoca una rebelión que lo derroca el 23 de enero de 1958. Los
hechos que permitieron renacer la democracia se inician a las cinco de la mañana del primero de enero de 1958 cuando un avión
de guerra tripulado por el mayor Néstor Rodríguez sobrevoló la ciudad de
Maracay secundado por una escuadrilla, mientras que grupos de paracaidistas
fuertemente armados tomaban la sede de la Seguridad Nacional, que era la
policía política del régimen. Las acciones de los amotinados fueron efectuadas
de manera coordinada y en pocos minutos tomaron los cuarteles de la ciudad y
los medios de comunicación social. Radio Maracay fue ocupada por el mayor Luis Evencio Carrillo y Radio Girardot por el teniente Hugo Montesinos
Castillo, quienes se dirigieron al pueblo aragüeño en nombre del Frente de
Liberación Nacional, informándole que tenían todo el país bajo su comando. Las
acciones no se concentraron solo en Maracay. A las seis de la mañana dos
aviones F-86 tipo vampiro piloteados por los mayores Luis Viana Lama y Edgar
Suárez Mier y Terán entraron en el cielo caraqueño y se dirigieron hacia el
cuartel de la Seguridad Nacional al cual le arrojaron bombas.
Un factor importante que va a contribuir grandemente al éxito de la
sublevación fue la creación de una Junta Patriótica que se movilizó con rapidez,
sin importarle que gran cantidad de oficiales fuesen detenidos, al igual que
numerosos políticos y directores de medios, entre los cuales estuvieron Miguel Ángel
Capriles de Últimas Noticias y
el padre Jesús Hernández Chapellín de La Religión. Sin embargo, la SN no
pudo evitar que circulara en Caracas un comunicado de la Junta Patriótica en el
que se decía que “Ha desaparecido del escenario venezolano el llamado gobierno
de las Fuerzas Armadas y ahora ya no hay otro que el dejado en manos de Pedro
Estrada, Vallenilla y Pérez Jiménez”. La insurrección del 1 de enero fue
vencida por la dictadura, pero las consecuencias no se hicieron esperar. El
jefe del Estado Mayor, general Rómulo Fernández provocó la militarización del
gabinete con una especie de golpe interno y como consecuencia fueron
destituidos el ministro del Interior y el director de la Seguridad nacional,
sin que esas medidas le permitieran al dictador controlar la compleja situación
existente, la cual se complicó el día 13 cuando se produjo la expulsión de
Rómulo Fernández, quien apenas estuvo tres días en el cargo de ministro de la
Defensa. Su salida causó el último cambio de gabinete del régimen de Pérez
Jiménez. El 15 circuló la Declaración de los Intelectuales y el 16 hubo
una fuerte manifestación estudiantil.
El miércoles 22 se veía inminente la caída de Pérez Jiménez.
Miraflores respondía de cuando en cuando el fuego que le hacían desde Pagüitas,
Agua Salud y El Calvario, pero en las primeras horas de la noche, los
destructores Zulia y Aragua comenzaron a lanzar humo por sus
chimeneas y ese hecho le preocupó al dictador de tal modo que decidió telefonear
a su esposa y le dio instrucciones de asilarse en la Embajada del Paraguay.
Minutos después se enteró del alzamiento de la Escuela Militar, lo que no le
dejó otra alternativa que dispararle a los cadetes o abandonar la lucha. Tomó
la primera opción, pero no se entregó. A la 1,15 de la madrugada del 23 de
enero Pérez Jiménez abandonó el despacho presidencial escoltado por el capitán
Pedro Villarroel Ordosgoiti, encargado de comandar el grupo militar que lo
condujo hasta La Carlota, donde al poco tiempo llegó su esposa en compañía de
sus hijas y de la madre de Pérez Jiménez. También viajaron en la nave Luis
Felipe Llovera Páez, Antonio Pérez Vivas, Pedro Gutiérrez Alfaro, Raúl Soulés
Baldó, Alberto Paoli Chalbaud y Fortunato Herrera. Hacia las tres de la madrugada el pueblo de Caracas sintió un avión de gran
potencia surcar el cielo hacia un destino ignoto. La dictadura había llegado a
su final.