Libertad!

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sábado, 9 de mayo de 2015

Mas que saberlo, recuerda que has de morir: memento mori, vanitas, Ars longa, vita brevis



Gerónimo Alberto Yerena Cabrera

Introducción
La vanidad está representada en los símbolos y mitos por el pavo real y por el grajo (cuervo), la vanidad femenina por el gato. El pavo real es un símbolo tradicional de la vanidad, por el contoneo ostentoso de la belleza. Representó en una época muy antigua el simbolismo de la inmortalidad. En la iglesia los cien ojos de su cola, representa una evocación, que todo lo ve.
El cuervo en la India simboliza la sombra de un hombre muerto. En el cristianismo, por su plumaje negro y su supuesto hábito de devorar los ojos y el cerebro de los muertos, lo han asociado como símbolo del diablo.
El gato, además de variados caracteres simbólicos que se le han atribuido en diferentes épocas y culturas, para los psicoanalistas, es el típico animal femenino. Se halla ligado a la casa, no a una determinada persona. Ofrece en los sueños, todas las diversas manifestaciones afines a lo irracional de la mujer.
Pero lo en la antigüedad del mundo occidental civilizado, greco- romano, sobre todo este último, el término vanitas procede de la traducción latina del versículo del Eclesiastés (12,8) que advierte vanitas vanitatum, omnis vanitas (“vanidad de vanidades, y todo vanidad”). Todo lo que el hombre logra o hace en esta vida es vano.
La simbología y los mitos citados al inicio fueron reemplazados en la cultura occidental, tal como se demostró en las iconografías halladas posteriormente; esto fue más evidente en la representación y simbolismo de la vanitas  la cual  cuenta con una larga tradición. Se puede encontrar calaveras y esqueletos en las antiguas estela funerarias griegas, y en los sarcófagos romanos a menudo aparece la imagen apoyado en una antorcha apagada para simbolizar que “la luz se extinguió al morir el difunto”; expresando así el significado y el significante para constituir el signo de la muerte.
No es nada asombroso que el antiguo dicho de Hipócrates, 460 a.C / 370 a.C:
bioz bracuz h de tecnh makph   «La vida es breve; el arte extenso», haya dejado de estar en relación con el arte del médico en la concepción latina de Séneca como Vita brevis, ars longa (“el arte es largo, la vida breve”) y haya quedado firmemente enraizado en nuestras conciencias la durabilidad de las bellas artes humanas, que ayudan a equilibrar la brevedad de la vida humana y la moralidad del destino individual.

La frase de “recuerdas que has de morir”, no así la idea- la cual debe ser milenaria, desde que el Homo Sapiens tuvo conciencia de la muerte y la debió asociarla en su recuerdo- quizás tiene su verdadero origen en la Antigua Roma, en la época de los desfile victorioso y ostentoso de los hombres  poderosos y los generales, los cuales no disimulaban su engreimiento y petulancia  característico de la vanidad. Fue allí cuando fue necesario recordarle esa frase: memento mori.
Las imágenes más convincente de la muerte datan de fines del siglo XIV; bajo la influencia aparente de una nueva corriente de culpabilidad surgida durante los primeros años de este siglo y que, sin duda se acentúo a raíz de las espeluznantes experiencias que rodearon a la epidemia de la peste negra que arrasó Europa entre los años 1347 y 1551, imágenes de cadáveres putrefactos en descomposición se convirtió  en un lugar común para subrayar la fugacidad y la suprema inutilidad de todos los aspectos del mundo material.
Como observamos en las citas y en las iconografías que nos muestra Ivan Gaskell, trabajo que he seleccionado como modelo central para el desarrollo y conclusión del tema, por considerar que representa gráficamente en forma muy pedagógica, condensada y secuencial de todos los acontecimientos que permiten una mejor visualización de esta materia tan interesante, como difícil de asimilar, y que reproduzco a continuación. El personaje por excelencia para representar en las iconografía del autor es San Jerónimo (340-420), al cual cita en seis ocasiones. Esta conexión con San Jerónimo quizás no es debida a la casualidad: en el marco de su iconografía se dio forma a una gran parte de los elementos del simbolismo de la vanitas.  El San Jerónimo, la imagen del santo humanista ideal, ha sido rodeado de los símbolos de la sabiduría, los libros, pero también se le ha añadido el símbolo del fin de todas las cosas:la calavera.
Entre otros no citados en el ensayo figuran obras como San Jerónimo, del Greco, 1605; San Jerónimo escribiendo, Caravaggio, 1605; además de quince iconografías con la imagen de San Jerónimo y la vanitas.
San Jerónimo, sus epístolas  las inició en el estudio y meditación de la Sagrada Escritura y  en el camino de la perfección evangélica que incluía el abandono de las vanidades del mundo y el desarrollo de obras de caridad; y como cita Paul Johson  en su libro, La Historia del cristianismo: “Jerónimo es el precursor del doloroso intelectual cristiano, cuya carne mantiene un conflicto irreconciliable con el espíritu y cuya continencia forzada ha sido adquirida a costa de la caridad humana”.
Este tipo de pinturas fueron características de las escuelas holandesas y españolas del siglo XVII. Es significativo el uso de la imagen de San Jerónimo en el ejemplo de esos artistas para expresar la vanitas en sus obras.
A principio del siglo XVII  el poeta John Donne expreso explícitamente la frase memento mori en su obra Devotions Upon Emergent Occasions (1624) en su poesía:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”
Frase que ejemplarmente usó el famoso escritor Ernest Hemingway como titulo de su libro publicado en octubre de 1940, dándole el mismo significante del tema que tratamos.
Seleccioné  para desarrollar y reproducir a continuación, tal como lo indiqué, el artículo de Ivan Gaskell (Fogg Art Museum, Universidad de Harvard, Cambridge (Massachusetts).  La representación de la vanitas. Florecimiento y caducidad.  Del libro de Kristen Lippincott: El tiempo a través del Tiempo. Editorial Grijalbo. Edición en castellano 2000.
 El texto en su mayor parte es una reproducción casi literal; algunas notas y  párrafos completos agregados que no aparecen en la obra se señalan con un asterico (*), e igualmente en el artículo original sólo aparecen dos iconografías, se han agregado, respetando estrictamente la secuencia del autor y el texto del mismo, ocho iconografías tomadas en  Google Chrome, las cuales se señalan con dos asterico (**).
La representación de la vanitas. Florecimiento y caducidad
Cráneos humanos, frágiles burbujas a punto de estallar, cirios apagados…estás son las imágenes de las vanitas una expresión visual de la conciencia del fin del tiempo. El fin del tiempo es algo personal- toda la vida debe tener un final, y también es apocalíptico. En el momento en que la creación divina entre una fase de intemporalidad, algunas almas serán juzgadas  y gozarán de la eterna presencia de Dios y otra serán arrojadas lejos de su presencia y condenadas por toda la eternidad. Lo personal y lo universal van ligados, pues sólo en esta vida finita pueden presentarse las almas para Juicio  Final, cuando se tome una decisión de infinita trascendencia: la salvación o la condenación  eterna.
El tema del juicio y la redención es crucial para la iglesia cristiana. El rechazo de todas las cosas que pertenecen a este mundo- el cuerpo, la riqueza, la fama, el poder…- constituyen un paso fundamental hacia la redención. Para designar todas las posesiones terrenales, ejemplos de la vana esperanza del hombre de hallar consuelo eterno en la fugacidad de este mundo, se emplean el término genérico de “vanidades”. Si consultáramos una obra de concordancias bíblicas del siglo XVII, por ejemplo, encontraríamos cerca de un centenar de entradas referente al término de “vanidad”. El mensaje de que todo lo de este mundo no era más que vanidad sirvió de inspiración a infinidad de homilías en el mundo católico y resonó también desde decenas de miles de púlpitos en las nuevas tierras protestantes de Europa y de América del Norte. La vanitas fue, asimismo, uno de los temas principales de paneles, lienzos y estatuas de piedra y bronce. Pero ¿de dónde procedían sus imágenes? ¿Acaso las formulaciones visuales de la vanitas experimentaron un ciclo de florecimiento, madurez y decadencia?
La primera representación de la vanitas se remonta al siglo XV. Como es lógico, durante el período clásico y la Edad Media ya habían surgido imágenes de la muerte y la decadencia como motivos ornamentales funerarios, pero la aparición de obras de arte aisladas que abordaron el tema de la fugacidad de la vida humana constituye un fenómeno típicamente renacentista. Son numerosas  las teorías que intentan explicar por qué razón quienes vivieron en el siglo XV parecen vincularse de forma explícita y creciente con el reconocimiento de su propia inmortalidad, pese a que este hecho, la muerte, no había experimentado cambio alguno con respecto a épocas anteriores. La súbita aparición del memento mori ( “recuerda que has de morir”) como un rasgo característico del retrato del siglo  XV se ha intentado justificar recurriendo a pautas variables de distribución demográfica, pandemias y cambios en las prácticas religiosas. Dado que ninguna de estas hipótesis parece totalmente convincente, cabría pensar que la causa de este fenómeno (suponiendo que se trata de tal fenómeno) se encuentra en cualquier otra parte.
Emplearon el “efecto realidad”  para dar vida a lo que carecía de ella. Por ejemplo, nunca  Cristo había parecido tan “muerto” como en el panel central del Altar de Pasaro, de Giovani Bellini (Pinacoteca Vaticana, 1471-74)
Como muchos otros ya han señalado, durante ese siglo, tanto en el norte como en el sur de Europa, los artistas parecen interesarse cada vez más crear representaciones “naturalistas” del mundo que los rodea.
*Con esta creación pictórica inicia Ivan Gaskel sus ejemplos en cuanto a la muerte y el arte.

 **Giovani Bellini

El tema  del Ecce Homo (he aquí el hombre)  halla nuevas resonancias  en el Cristo muerto de Hans Holbein (Kunstmuseum, Basilia, 1521), cuyo cuerpo, preso ya de la rigidez cadavérica, yace sobre la lápida de su propio sepulcro, con las manos gangrenadas y la herida de costado seca. Si uno de los elementos fundamentales de la devoción cristiana era la meditación sobre la muerte de Cristo, no cabe duda que estas imágenes proporcionaron un nuevo estímulo pictórico.
 **Hans Holbein, 1521.

*EL FLORECIMIENTO DE LA ICONOGRAFÍA DEL MEMENTO MORI
 San Jerónimo. Alberto Durero
*Alberto Durero realizó este San Jerónimo para su amigo Rodrigo de Almeida, que era el factor de Portugal. Este personaje era una especie de embajador en Bruselas, donde Durero coincidió con él durante su viaje a los Países Bajos. Rodrigo de Almeida le consiguió objetos maravillosos llegados de América que fascinaron al pintor, como objetos de arte plumario. San Jerónimo fue uno de los santos predilectos de Durero, por la faceta intelectual y teológica que representa. Presumiblemente, Durero envidiaba el retiro estudioso del santo y siempre nos lo presenta en su celda dedicado a la meditación y el estudio. En este caso, la incidencia en lo intelectual está especialmente resaltada: el santo sostiene una calavera, indicando el lugar físico del pensamiento, al mismo tiempo que con la otra mano se indica su propia frente con una mirada atormentad

San Jerónimo de Alberto Durero (Lisboa, Museo del Arte Antigua, 1521).Durero consiguió consiguió impulsar de forma especial la iconografía del memento mori. Luego de esto varios autores realizaron numerosas variaciones sobre el tema y pinturas muy similares,  sobre todo con el dedo señalando la calavera, incluso ese mismo año Lucas de Leyden.
 San Jerónimo. **Lucas de Leyden
 También destacaron la pintura de Marinus van Reymerswaele.
** Llama la atención que en Google Chrome, aparece quince pinturas  distintas con el mismo tema y el mismo personaje. Muy parecidas a las de los otros autores, pero se puede observar diferencias muy evidentes en detalles de posiciones, sobre todo en los mismos objetos y además del agregado  de nuevas figuras. Eso mismo lo observamos, sí ponemos atención, en los cuadros de los otros autores.
 ** San Jerónimo. Marinus van Reymerswaele.1541

Una de las pinturas más celebres fue la de Joos van Cleve, San Jerónimo en su estudio, óleo sobre tabla de madera, ca. 1524-1530, Cambridge MA, Fogg Art Museum, Harvard University Art Museums. La tradición biblica de las vanitas, encarnada por el traductor de la Biblia al latín, halla su equivalente clásico. En el arquitrabe del nicho de la pared aparece inscrito un antiguo proverbio atribuido al filósofo griego Tales: homo bulla (“el hombre es una pompa de jabón”).
*Vita quasi fumus bullula flosque perit ((la vida perece como una pompa de jabón y como una flor)
 ** San Jerónimo. Joos van Cleve

Una de las representaciones más sorprendente originales del tema de la vainitas en la primera mitad del siglo XVI se halla en un cuadro de Jan Sander van Hemessen (Lille, Palacio de las Bellas Artes, ca. 1535). Sólo se conserva la mitad de lo que probablemente fue un díptico. En ella se ve una figura con alas de mariposa (un símbolo del paso del tiempo), que en lugar de una calavera, sostiene un espejo en el que se refleja una calavera flotante. El espejo sostenido por el tiempo fugaz, refleja la inmortalidad del personaje. En este tipo de pintura, el arte ya no es meramente un medio para representar un conjunto de ideas sobre la fragilidad humana. El arte, el espejo de la vida, se implica plenamente en la consideración de la mortalidad del hombre.
 **Jan Sander van Hemessen

En el arte del siglo XVI, el tema de la muerte y la fugacidad  puede  adoptar formas épicas e intimas, como puede apreciarse en el aterrador cuadro El triunfo de la muerte, Peter Brueghel el viejo (Madrid, Museo del Prado, ca.1562). En él, los conocidos temas del triunfo de la muerte y la “danza macabra” se combinan para crear una imagen realmente dantesca.


**El triunfo de la muerte Peter Brueghel el viejo perteneció a la reina Isabel de Fernesio, teniéndola en el Palacio de la Granja de Asan Ildefonso (Segovia) en 1745. Este cuadro es una de las obras más conocidas y sin duda una de las obras maestras de la colección de pintura flamenca del Museo del Prado.

*Ars longa, vita brevis (“el arte es largo, la vida breve”)
Como es lógico, la confrontación con un objeto inerme era similar a realizar un retrato y, aunque la inclusión del memento mori en estos cuadros sugiere que los modelos eran plenamente concientes de su propia mortalidad, parte del atractivo del retrato radicaba en que podía plasmar el aspecto humano de manera permanente. En este sentido, el arte parece ser capaz de engañar a la muerte. Es interesante  observar que en los siglos XVI y XVII cada vez cobra más fuerza la máxima Ars longa, vita brevis (“el arte es largo, la vida breve”).
Vemos un ejemplo de ello en el cuadro Pintor en su estudio retratando a una pareja (Amsterdan, Rijksmuseum, 1612) del artista Utrecht Herman van Vollenhoven. El pintor capta nuestra atención con su mirada, al tiempo que señala un doble retrato que descansa sobre un caballete  situado ante él y los modelos que se hallan en segundo plano. El modelo masculino mira también hacia el espectador y coloca sus manos sobre un cráneo humano,


**Utrecht Herman van Vollenhoven. Pintor en su estudio retratando a una pareja.

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