Libertad!
martes, 22 de abril de 2014
EL BOTON ÚNICO
Paulina Gamus
La muerte de Gabriel García Márquez ha provocado no solo un aumento en las ventas de sus libros sino también el interés por rescatar y volver a poner en circulación muchas de sus crónicas periodísticas, siempre deliciosas y llenas de ese humor que hizo de él un escritor capaz de encantar a todo público. Una de esas crónicas fue sobre el viaje que hizo en 1957 a varios países de la Europa comunista, con una visa que lo acreditaba como delegado al Congreso Mundial de la Juventud a celebrarse en Moscú. La tituló “90 días en la Cortina de Hierro” y fue publicada por la revista Cromos, de Bogotá.
De ese relato voy a citar algunos pasajes: la característica primaria y esencial de todo gobierno totalitario o con tendencia a serlo que es coartar y, de ser posible, suprimir la libertad de expresión. En su visita a la ciudad de Leipzig, García Márquez que aún no era el célebre Gabo, y sus acompañantes, se reúnen en un bar con un “expropiado”, Herr Wolf, a quien el gobierno de Alemania oriental había indemnizado miserablemente por arrebatarle su empresa. Entonces Herr Wolf se gastaba el dinero en copas en un bar que por supuesto era del gobierno, ya que el sistema había suprimido la figura jurídica de la herencia. Las otras presentes en el encuentro eran dos jóvenes estudiantes universitarias.
Escribe GGM: “No era incomprensible que Herr Wolf detestara el régimen. Lo alarmante era que las dos muchachas que no conocían otra cosa, que eran educadas por el estado con un sueldo y la promesa de un porvenir seguro, fueran tan intransigentes como Herr Wolf. Se sentían avergonzadas por la calidad de sus trajes, deseaban saber algo de París, donde se leen novelas de todo el mundo y el nylon es un producto popular. Franco (un italiano acompañante de García Márquez) les dijo que era cierto, pero les recordó que los estudiantes no tienen sueldo en los países capitalistas. Eso no les importaba. La respuesta de ellas, de la mayoría de los estudiantes que conocimos e inclusive de los estudiantes de marxismo de la Universidad Marx-Lenin, fue aproximadamente la misma: que no nos paguen nada pero que nos dejen decir lo que nos da la gana”.
Al llegar al destino final de su viaje, Moscú, Gabo escribe: “Había cosas más esenciales que impresionaron a los visitantes occidentales y que sin embargo no fueron disimuladas. Entre ellas los receptores de radio con un solo botón: Radio Moscú. Los receptores son muy baratos en la Unión Soviética, pero la libertad del auditor está limitada a escuchar radio Moscú o a no utilizar el receptor”. La radio con un solo botón en Moscú, la existencia de un solo periódico Pravda (La Verdad) órgano oficial del gobierno y del partido comunista fundidos en un mismo cuerpo para decir una sola verdad, la oficialista, fue la marca de fábrica de todos los gobiernos de Europa sometidos al régimen soviético y se extendió a la Cuba de Fidel Castro.
Pero no se crea que solo los gobiernos francamente autoritarios son los que suprimen la libertad de las personas para decir lo que piensan, la tentación es general. Muchos que se precian de ser democráticos procuran ponerle freno a los medios de comunicación para que no desnuden sus errores y vicios. En América del Sur los gobiernos de Evo Morales, en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y de Cristina Kirchner, en Argentina, han emprendido acciones abiertamente represoras de la libertad de prensa. Pero ninguno ha llegado a los extremos del régimen bolivariano o socialista del siglo XXI, primero con Hugo Chávez y luego con su heredero Nicolás Maduro. Venezuela es hoy el país de un solo botón para la televisión y la radio. El empeño en acallar cualquier opinión crítica o disidente, se extiende a la prensa escrita a la que se niegan las divisas para adquirir el papel y los insumos que se necesitan para imprimir un periódico.
Los métodos para alcanzar la meta del botón único han variado desde el cierre abusivo de un canal de televisión -Radio Caracas TV- y la confiscación de sus equipos, hasta la compra de otros canales y la presión sobre los dos que aún permanecen en manos privadas, para que practiquen la autocensura. Distinto fue el caso de Globovisión, que hasta hace un año era el único medio televisivo que abría sus puertas a la oposición, cubría sus actividades, informaba sobre el curso real de los procesos electorales y mostraba la catadura del régimen, sus corruptelas y abusos. El método en este caso fue presionar a sus propietarios, mediante juicios amañados y multas impagables, para que vendieran el canal a un grupo vinculado al gobierno. Globovisión simula hoy mantener alguna independencia con dos o tres programas en los que según el refrán criollo, dan un tirito al gobierno y otro a la oposición. Pero se niega a informar hasta las agresiones físicas de los paramilitares del oficialismo a sus propios periodistas y el robo o destrucción de sus equipos. Y, mientras hay protestas multitudinarias reprimidas brutalmente por la Guardia Nacional, la Policía y los delincuentes organizados en los llamados Colectivos, el canal transmite las incidencias de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines o los resultados del fútbol europeo.
El hoy presidente de VTV cuando protestaba el cierre de RCTV
La familia Capriles, propietaria por décadas del periódico con mayor circulación nacional y el preferido de los sectores populares -Últimas Noticias- fue extorsionada al comienzo del gobierno de Chávez para colocar en la dirección del diario a un ex combativo gremialista del periodismo contestatario en la Cuarta república, transmutado en instrumento dócil del régimen chavista. El método en este caso fue reabrir un juicio por la herencia del fundador del periódico, que ya tenia sentencia firme de la extinta Corte Suprema de Justicia. Aún con ese neochavista en la dirección, de vez en cuando se colaba una que otra información crítica del oficialismo. Era más de lo que el gobierno de Nicolás Maduro podía soportar. Apareció entonces un grupo de testaferros que compró el periódico por un precio astronómico y el director que esporádicamente dejaba colar alguna opinión o información no plegada al gobierno, ha permitido ahora la presencia de censores designados por el oficialismo y se ha erigido él mismo en censor.
El botón único ha ido avanzando también en la programación radial. Son muy pocas las emisoras que conservan uno que otro programa que da cabida a opositores y a opiniones adversas al gobierno. Pero las radios llamadas comunitarias, las adquiridas por el régimen y aquellas que aún están en manos privadas pero se autocensuran para sobrevivir, copan el espectro radial del país. El Twitter ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen ya francamente totalitario de Nicolás Maduro.
Lamentablemente es un medio que no llega a los sectores populares sin acceso a las redes sociales. Los twitteros practicamos el libre ejercicio del periodismo, por consiguiente logramos lo que aspiraban las chicas universitarias del Leipzig comunista visitado por García Márquez: decir lo que nos da la gana. Y en ese decir lo que a uno se le antoja, aparece la oposición de la oposición: la que descuartiza a Henrique Capriles y a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por no ser suficientemente combativos ni estar en la palestra pública como debieran. Claro, como debieran si pudieran, porque el acceso de la MUD a la televisión está severamente restringido y Capriles está vetado del todo y no se permite su presencia física ni referencial en ningún canal. Sin embargo, todos los esfuerzos del espurio Nicolás Maduro por mantener la fachada democrática de su gobierno, han fracasado estrepitosamente. No hay un rincón del mundo donde se ignoren las maneras salvajes que éste ha utilizado para reprimir las protestas ciudadanas y a la par, no hay lugar en el que la gente no sepa como fue que el manirrotismo, la corrupción y la ineptitud de la revolución chavista, arruinaron al país más rico de la América del Sur.
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