En el pensar filosófico profundo relativo a la teoría del
conocimiento, el sistema de Kant estableció que todos los fenómenos
externos -la realidad terrenal completa- existen para cada uno en
particular sólo en su imaginación; es solamente su representación. Y
Schopenhauer puntualizó: “Aquello que conoce todo y que no es conocido
por nadie es el sujeto. Por tanto, él es el portador del mundo, la
condición universal, siempre presupuesta, de todo lo que se manifiesta,
de todo objeto; porque sólo para el sujeto está lo que siempre existe.
Cada uno se encuentra a sí mismo como este sujeto, sin embargo, sólo en
tanto que conoce, no en tanto que es objeto del conocimiento. Pero
objeto es ya su cuerpo, al cual por eso nosotros, desde este punto de
vista, llamamos representación”.
El pensamiento original de Schopenhauer fue más allá al afirmar que el rasgo fundamental de su doctrina era “la separación completa de la voluntad y del conocimiento”, cosa que filósofos anteriores consideraban inseparables (“la voluntad condicionada por el conocimiento e, incluso, la mayoría de las veces, como una pura función del mismo, que dicen es la materia fundamental de nuestra esencia espiritual”). “Para mí lo eterno e indestructible está en el hombre, lo cual por eso también integra en él el principio vital, no el alma, sino...lo radical del alma, y esto es la voluntad... La voluntad... es primaria, es lo primero del organismo, y éste está condicionado por ella.”
Al igual que el chavismo, que en esencia no “conoce”, la inadmisible extensión del concepto de voluntad en Schopoenhauer (“la ausencia de toda meta, de toda frontera... El grado más bajo de la objetividad... La imposibilidad evidente de una meta final”) llevaron a este filósofo del pesimismo a una conclusión: en el mundo sólo hay por doquiera sufrimiento, dolor, insatisfacción y miseria constantes; cada quien es un cazador, y cada uno es un cazado. El chavismo nos evidencia congestión, carencia, necesidad y temor, gritos y aullidos; como esperando por saecula saeculorum romper la corteza del planeta, en gesta de trivialidad y carencia, sorda e insensiblemente opaca y tormentosa, repitiendo una y otra vez la cantinela de la insignificancia.
En términos actuales, la voluntad, como la moral, contiene la exigencia de trabajar con la razón contra la propensión a la maldad, contra la insensatez, contra la impunidad de los errores, contra la vanidad y la soberbia intelectualoides que regresan a la grosería de una visión ordinaria disfrazada con ampulosidad absurda de deterioro y decadencia. Es un conjunto de contradicciones intuitivas y arbitrarias sin conceptos pensados, abstracciones de ridiculez total impulsadas por una muy definitiva ausencia de buena voluntad. Mucho se explica el chavismo a sí mismo con la máxima “Nadie puede ser más allá de sí mismo”: cada uno ve en el otro sólo tanto como él mismo es. De ahí nuestra reiteración de que al chavismo hay que creerle exactamente lo contrario de lo que afirma.
En dicha esfera tenebrosa, las facultades intelectuales superiores de otro hombre no se reconocen, “porque toda inteligencia es invisible para el que no tiene ninguna... De aquí se sigue que uno se nivela con aquel con quien habla cuando desaparece todo lo que se puede tener de ventaja frente a él e incluso cuando la autorrenunciación requerida para ello permanece completamente desconocida”. Y esto es falsedad, despreciar al hombre. “Un temperamento tranquilo y sereno que proviene de una salud completa y de una organización feliz, un entendimiento claro, vivaz, penetrante y que aprehende correctamente, una voluntad temperada y suave y, por tanto, una consciencia tranquila; éstas son ventajas que ningún rango o riqueza pueden sustituir.” (Schopenhauer.)
El chavismo no tiene el ingenio para la excelencia de recrearse en pensamientos propios. Sus cambios y olvidos constantes los llenan de variantes “círculos sociales”, espectáculos, diversiones y desviaciones que no logran más que el martirizante tedio del embotado. Abandonan la vida hablando sólo por burla, locamente.
Contradicciones hay en todo, pero la inteligencia clara indica que hay que señalarlas como materia de prevención. Porque todo lo que se llena de contradicciones no puede ser verdadero. El chavismo comparte con Schopenhauer la incapacidad de exponer una doctrina unitaria y lógicamente clara. Sólo logra testarudez y pesimismo encolerizado.
Porque del estado interior de un solo hombre no se puede concluir sobre el estado de todo el mundo. Y es de ahí que parte el chavismo, de que la mayoría de los hombres son producto de fábrica y cabezas huecas que no tienen otra inteligencia digna de mencionarse.¿Por qué ha de ser Chávez entonces una excepción? ¿Es un semidiós, o por lo menos un genio? Tales posibilidades quizás sólo sean consideradas por él, pensando que en su cabezita díscola se encuentra todo el mundo, y obviando que cual equilibrista se balancea de un lado a otro, ignorando el terror que le produce el nido de avispas que lo rodean, hastiadas por el daño que le hace al panal. Esto es algo muy difícil cuando se trata de la primacía de la voluntad. Y aceptar las “ideas” son la primera revelación de la voluntad, donde está el poder actuar del intelecto.
El pensamiento original de Schopenhauer fue más allá al afirmar que el rasgo fundamental de su doctrina era “la separación completa de la voluntad y del conocimiento”, cosa que filósofos anteriores consideraban inseparables (“la voluntad condicionada por el conocimiento e, incluso, la mayoría de las veces, como una pura función del mismo, que dicen es la materia fundamental de nuestra esencia espiritual”). “Para mí lo eterno e indestructible está en el hombre, lo cual por eso también integra en él el principio vital, no el alma, sino...lo radical del alma, y esto es la voluntad... La voluntad... es primaria, es lo primero del organismo, y éste está condicionado por ella.”
Al igual que el chavismo, que en esencia no “conoce”, la inadmisible extensión del concepto de voluntad en Schopoenhauer (“la ausencia de toda meta, de toda frontera... El grado más bajo de la objetividad... La imposibilidad evidente de una meta final”) llevaron a este filósofo del pesimismo a una conclusión: en el mundo sólo hay por doquiera sufrimiento, dolor, insatisfacción y miseria constantes; cada quien es un cazador, y cada uno es un cazado. El chavismo nos evidencia congestión, carencia, necesidad y temor, gritos y aullidos; como esperando por saecula saeculorum romper la corteza del planeta, en gesta de trivialidad y carencia, sorda e insensiblemente opaca y tormentosa, repitiendo una y otra vez la cantinela de la insignificancia.
En términos actuales, la voluntad, como la moral, contiene la exigencia de trabajar con la razón contra la propensión a la maldad, contra la insensatez, contra la impunidad de los errores, contra la vanidad y la soberbia intelectualoides que regresan a la grosería de una visión ordinaria disfrazada con ampulosidad absurda de deterioro y decadencia. Es un conjunto de contradicciones intuitivas y arbitrarias sin conceptos pensados, abstracciones de ridiculez total impulsadas por una muy definitiva ausencia de buena voluntad. Mucho se explica el chavismo a sí mismo con la máxima “Nadie puede ser más allá de sí mismo”: cada uno ve en el otro sólo tanto como él mismo es. De ahí nuestra reiteración de que al chavismo hay que creerle exactamente lo contrario de lo que afirma.
En dicha esfera tenebrosa, las facultades intelectuales superiores de otro hombre no se reconocen, “porque toda inteligencia es invisible para el que no tiene ninguna... De aquí se sigue que uno se nivela con aquel con quien habla cuando desaparece todo lo que se puede tener de ventaja frente a él e incluso cuando la autorrenunciación requerida para ello permanece completamente desconocida”. Y esto es falsedad, despreciar al hombre. “Un temperamento tranquilo y sereno que proviene de una salud completa y de una organización feliz, un entendimiento claro, vivaz, penetrante y que aprehende correctamente, una voluntad temperada y suave y, por tanto, una consciencia tranquila; éstas son ventajas que ningún rango o riqueza pueden sustituir.” (Schopenhauer.)
El chavismo no tiene el ingenio para la excelencia de recrearse en pensamientos propios. Sus cambios y olvidos constantes los llenan de variantes “círculos sociales”, espectáculos, diversiones y desviaciones que no logran más que el martirizante tedio del embotado. Abandonan la vida hablando sólo por burla, locamente.
Contradicciones hay en todo, pero la inteligencia clara indica que hay que señalarlas como materia de prevención. Porque todo lo que se llena de contradicciones no puede ser verdadero. El chavismo comparte con Schopenhauer la incapacidad de exponer una doctrina unitaria y lógicamente clara. Sólo logra testarudez y pesimismo encolerizado.
Porque del estado interior de un solo hombre no se puede concluir sobre el estado de todo el mundo. Y es de ahí que parte el chavismo, de que la mayoría de los hombres son producto de fábrica y cabezas huecas que no tienen otra inteligencia digna de mencionarse.¿Por qué ha de ser Chávez entonces una excepción? ¿Es un semidiós, o por lo menos un genio? Tales posibilidades quizás sólo sean consideradas por él, pensando que en su cabezita díscola se encuentra todo el mundo, y obviando que cual equilibrista se balancea de un lado a otro, ignorando el terror que le produce el nido de avispas que lo rodean, hastiadas por el daño que le hace al panal. Esto es algo muy difícil cuando se trata de la primacía de la voluntad. Y aceptar las “ideas” son la primera revelación de la voluntad, donde está el poder actuar del intelecto.