Por
Pilar Rahola
Lunes por la noche, en Barcelona. En el
restaurante, un centenar de abogados y jueces. Se han
reunido para oír mis opiniones sobre el conflicto de Oriente Medio.
Saben que soy un barco heterodoxo, en el naufragio del pensamiento
único que impera en mi país, sobre Israel.Quieren escucharme.
Alguien razonable como yo, dicen, ¿por qué se arriesga a perder la credibilidad, defendiendo a los malos, a los culpables? Les digo que la verdad es un espejo roto, y que todos tenemos algún fragmento. Y provoco su reacción: “todos ustedes se creen expertos en política internacional, cuando hablan de Israel, pero en realidad no saben nada. ¿Se atreverían a hablar del conflicto de Ruanda, de Cachemira, de Chechenia?”. No. Son juristas, su terreno no es la geopolítica.
Alguien razonable como yo, dicen, ¿por qué se arriesga a perder la credibilidad, defendiendo a los malos, a los culpables? Les digo que la verdad es un espejo roto, y que todos tenemos algún fragmento. Y provoco su reacción: “todos ustedes se creen expertos en política internacional, cuando hablan de Israel, pero en realidad no saben nada. ¿Se atreverían a hablar del conflicto de Ruanda, de Cachemira, de Chechenia?”. No. Son juristas, su terreno no es la geopolítica.
Pero con Israel se atreven. Se atreve todo el
mundo. ¿Por qué?
Porqué Israel está bajo la
permanente lupa mediática y su imagen distorsionada, contamina los cerebros del mundo.
Y, porqué forma parte de lo políticamente correcto, porqué parece solidario, porqué sale gratis hablar contra Israel.
Y, porqué forma parte de lo políticamente correcto, porqué parece solidario, porqué sale gratis hablar contra Israel.
Y así, personas cultas, cuando leen sobre Israel
están dispuestas a creerse que los judíos tienen seis brazos, como
en la Edad Media creían todo tipo de
barbaridades. Sobre los judíos de antaño y los israelíes de
hoy, todo vale. La primera pregunta, pues, es porqué tanta gente
inteligente, cuando habla sobre Israel, se vuelve
idiota. El problema que tenemos quienes no
demonizamos a Israel, es que no existe el debate sobre el
conflicto, existe la pancarta; no nos cruzamos ideas, nos
pegamos con consignas;
no gozamos de
informaciones serias, sufrimos periodismo de hamburguesa, fast
food, lleno de prejuicios, propaganda y simplismo. El pensamiento intelectual y el periodismo
internacional, ha dimitido en Israel. No existe. Es por
ello que cuando se intenta ir más allá del pensamiento único, pasa a
ser sospechoso, insolidario y reaccionario, y es
inmediatamente segregado. ¿Por qué? Hace años que intento responder a
esta pregunta: ¿por qué? ¿Por qué de todos los
conflictos del mundo, solo interesa éste? ¿Por qué se
criminaliza un pequeño país, que lucha por su supervivencia? ¿Por qué triunfa la mentira y la manipulación
informativa, con tanta facilidad?
¿Por qué todo, es reducido a una
simple masa de imperialistas asesinos? ¿Por qué las razones de Israel
nunca existen? ¿Por qué nunca existen culpas palestinas? ¿Por qué
Arafat era un héroe, y Sharon un monstruo? En definitiva, ¿por qué, siendo el único país del mundo amenazado
con la destrucción, es el único al que nadie
considera víctima? No creo que
exista una única respuesta a estas preguntas. Al igual que es
imposible explicar completamente la maldad histórica del
antisemitismo,Tampoco resulta posible explicar la imbecilidad
actual del antiisraelismo. Ambas beben de las fuentes de la intolerancia, la
mentira y el prejuicio. Si,
además, aceptamos que el
antiisraelismo es la nueva forma de antisemitismo, concluimos que han cambiado las contingencias,
pero se mantienen intactos los mitos más profundos,
tanto del antisemitismo cristiano medieval, como del
antisemitismo político moderno. Y esos mitos han desembocado en el relato sobre
Israel. Por ejemplo, el judío medieval que mataba niños
cristianos para beber su sangre, conecta
directamente con el judío israelí que mata niños palestinos, para quedarse sus tierras. Siempre son niños
inocentes y judíos oscuros.
Por ejemplo, los banqueros judíos que querían
dominar el mudo a través de la banca europea, según el mito de los
Protocolos, conecta directamente con la idea de que los judíos de
Wall Street dominan el mundo a través de la Casa
Blanca.
El dominio de la prensa, el dominio de las
finanzas, la conspiración universal, todo aquello que
configuró el odio histórico contra los judíos, desemboca hoy en
el odio a los israelíes. En el subconsciente, pues, late el ADN antisemita occidental, que crea un
eficaz caldo de cultivo. Pero,
¿qué late en el consciente? ¿Por qué
hoy surge con tanta virulencia una renovada intolerancia,
ahora centrada, no en el pueblo judío, sino en el estado
judío? Desde mi punto de vista, ello tiene motivos
históricos y geopolíticos, entre otros el cruento papel
soviético durante décadas, los intereses árabes, el
antiamericanismo europeo, la dependencia energética de Occidente y el
creciente fenómeno islámico.
Pero también surge de un conjunto de derrotas que
sufrimos como sociedades libres y que desemboca en
un fuerte relativismo ético. Derrota moral de la
izquierda. Durante décadas, la izquierda levantó la bandera de la
libertad,
allí donde existía la injusticia, y
fue la depositaria de las esperanzas utópicas de la sociedad.
Fue la gran constructora de futuro. A pesar de que la maldad asesina del estalinismo
hundió esas utopías y dejó a la izquierda como el rey
desnudo, despojada de atuendos, ha conservado intacta
su aureola de de lucha, y aún marca las pautas de los buenos y los malos
del mundo. Incluso aquellos que nunca votarían
posiciones de izquierdas, otorgan un gran prestigio a los
intelectuales de izquierdas, y permiten que sean ellos los
que monopolicen el concepto de solidaridad. Como han hecho siempre. Así,
los luchadores contra Pinochet, eran los luchadores de la
libertad, pero las víctimas de Castro, son expulsados
del paraíso de los héroes, y convertidos en agentes de
la CIA, o en fascistas encubiertos. Recuerdo perfectamente como, de
joven, en la Universidad combativa de la España de Franco,
leer a Solzhenitsyn era un anatema… Y así, el hombre
que alzaba el grito desde el agujero negro del Gulag
estalinista, no podía ser leído por los luchadores antifranquistas,
porqué ni existían las dictaduras de izquierdas, ni las
victimas que las combatían. Esa traición histórica a la
libertad, se reproduce en el momento actual, con
precisión matemática. También hoy, como ayer, esa izquierda perdona
ideologías totalitarias, se enamora de dictadores y, en su
ofensiva contra Israel, ignora la destrucción de
derechos fundamentales. Odia a los rabinos, pero se enamora
de los imanes; grita contra el Tsahal, pero aplaude a los terroristas de
Hamás;
llora por las víctimas palestinas,
pero desprecia a las víctimas judías; y cuando se conmueve por
los niños palestinos, solo lo hace si puede culpar a los
israelíes.
Nunca denunciará la cultura del odio, o su
preparación para la muerte, o la esclavitud que sufren sus madres. Y
mientras alza la bandera de Palestina, quema la
bandera de Israel. Hace un año, en
el Congreso de AIPAC en Washington, hice las siguientes
preguntas: “¿Qué patologías profundas alejan a la izquierda de su
compromiso moral? ¿Por qué no vemos manifestaciones en
París, o en Barcelona en contra de las dictaduras
islámicas?¿Por qué no hay manifestaciones, en contra de la
esclavitud de millones de mujeres musulmanas? ¿Por qué no se manifiestan
en contra del uso de niños bombas, en los
conflictos donde el Islam está implicado? ¿por qué la
izquierda, solo está obsesionada en luchar contra dos de
las democracias más sólidas del planeta, y las que han sufrido atentados
más sangrantes, Estados Unidos e Israel?”… Porqué la
izquierda que soñó utopías ha dejado de soñar, quebrada
en el Muro de Berlín de su propio fracaso. Ya no tiene
ideas, sino consignas.Ya no defiende derechos, sino
prejuicios. Y el mayor prejuicio de todos es el que tiene
contra Israel. Acuso, pues, de forma clara: la principal
responsabilidad del nuevo odio antisemita, disfrazado
de antiisraelismo, proviene de aquellos que tendrían que defender la
libertad,
la solidaridad y el
progreso.
Lejos de ello, defienden a déspotas, olvidan a
sus víctimas y callan ante las ideologías medievales que
quieren destruir la civilización. La traición de la izquierda
es una auténtica traición a la modernidad. Derrota del periodismo. Tenemos un mundo más
informado que nunca, pero no tenemos un mundo mejor
informado. Al contrario, las autopistas de la información
nos conectan con cualquier punto del planeta, pero no nos
conectan ni con la verdad, ni con los hechos.Los periodistas actuales no necesitan mapas,
porqué tienen Google Earth, no necesitan saber historia,
porqué tienen Wikipedia. Los históricos periodistas
que conocían las raíces de un conflicto, aún existen, pero son una
especie en vías de extinción, devorados por este periodismo
de hamburguesa que ofrece noticias fast-food, a
lectores que desean información fast-food.Israel es el lugar del mundo más vigilado y, sin
embargo, el lugar del mundo menos
comprendido. Por supuesto, también influye la presión de los
grandes lobbys del petrodólar,
cuya influencia en el periodismo es
sutil pero profunda. Cualquier mass media sabe que si habla contra
Israel, no tendrá problemas. Pero ¿qué ocurrirá si
critica a un país islámico? Sin duda, entonces, se complicará la vida. No
nos confudamos. Parte de la prensa que escribe
contra Israel, se vería reflejada en una aguda frase de
Goethe:
"nadie es más esclavo que el que se
tiene por libre, sin serlo". O también en otra, más cínica de Mark Twain:
“Conoce primero los hechos y luego distorsiónalos cuanto
quieras”. Derrota del pensamiento crítico. A todo ello, cabe sumar el
relativismo ético que define el momento actual, y que se
basa, no en la negación de los valores de la civilización, sino en su
banalización.
¿Qué es la modernidad?
Personalmente lo explico con este pequeño relato: si me perdiera en una isla desierta, y quisiera volver a fundar una sociedad democrática, solo necesitaría tres libros: las Tablas de la Ley, que establecieron el primer código de la modernidad. “El no matarás, no robarás,…” fundó la civilizacion moderna. El código penal romano. Y la Carta de Derechos Humanos. Y con estos tres textos, volveríamos a empezar. Estos principios, que nos avalan como sociedad, son relativizados, incluso por aquellos que dicen defenderlos. “No matarás”…, depende de quien sea el objetivo…, piensan aquellos que, por ejemplo en Barcelona, se manifestaron con gritos a favor de Hamás. “Vivan los derechos humanos”…, depende de a quien se aplican, y por ello no preocupan millones de mujeres esclavas. “No mentirás”…, depende de si la información es un arma de guerra a favor de una causa
Personalmente lo explico con este pequeño relato: si me perdiera en una isla desierta, y quisiera volver a fundar una sociedad democrática, solo necesitaría tres libros: las Tablas de la Ley, que establecieron el primer código de la modernidad. “El no matarás, no robarás,…” fundó la civilizacion moderna. El código penal romano. Y la Carta de Derechos Humanos. Y con estos tres textos, volveríamos a empezar. Estos principios, que nos avalan como sociedad, son relativizados, incluso por aquellos que dicen defenderlos. “No matarás”…, depende de quien sea el objetivo…, piensan aquellos que, por ejemplo en Barcelona, se manifestaron con gritos a favor de Hamás. “Vivan los derechos humanos”…, depende de a quien se aplican, y por ello no preocupan millones de mujeres esclavas. “No mentirás”…, depende de si la información es un arma de guerra a favor de una causa
. La masa crítica social se ha adelgazado y, al
mismo tiempo, ha engordado el dogmatismo ideológico. En ese doble
viraje, los valores fuertes de la modernidad han sido
substituidos por un pensamiento débil, vulnerable a la
manipulación y al maniqueismo. Derrota de la ONU. Y con ella, una
rotunda derrota de los organismos internacionales que
deben velar por los derechos humanos, y que se han
convertido en muñecos rotos en manos de déspotas. La ONU
solo sirve para que islamofascistas como Ahmadineyad, o demagogos
peligrosos como en su momento Hugo Chávez, tengan un
altavoz planetario desde donde escupir su odio. Y, por
supuesto, para atacar sistemáticamente a Israel. También contra Israel, la ONU vive mejor.
Finalmente, derrota del Islam. El Islam de las luces sufre
hoy el violento ataque de un virus totalitario que
intenta frenar su desarrollo ético. Este virus usa el nombre de Dios
para perpetrar los horrores más inimaginables:
lapidar mujeres, esclavizarlas, usar embarazadas y jóvenes con
retraso mental como bombas humanas, adiestrar en el
odio, y declarar la guerra a la libertad. No olvidemos, por ejemplo, que
nos matan con móviles vía satélite conectados… con la Edad
Media… Si el estalinismo destruyó a la izquierda,
y el nazismo destruyó a Europa, el fundamentalismo
islámico está destruyendo al Islam.Y también tiene, como las otras ideologías
totalitarias, un ADN antisemita.
Quizás el antisemitismo islámico es
el fenómeno intolerante más serio de la actualidad, no en vano
afecta a más de 1.300 millones de personas educadas, masivamente, en el odio al judío.
En la encrucijada de estas derrotas, se encuentra
Israel. Huérfano de una izquierda razonable, huérfano de un
periodismo serio y de una ONU digna,
y huérfano de un Islam tolerante,
Israel sufre el violento paradigma del siglo XXI: la falta de
compromiso sólido con los valores de la libertad. Nada resulta
extraño. La cultura judía encarna, como ninguna, la metáfora de un
concepto de civilización que hoy sufre ataques por todos los
flancos. Ustedes son el termómetro de la salud
del mundo. Siempre que el mundo ha tenido fiebre
totalitaria, ustedes han sufrido. En la Edad Media española, en las
persecuciones cristianas, en los progroms rusos, en el fascismo europeo,
en el fundamentalismo islámico. Siempre, el primer
enemigo del totalitarismo ha sido el judío. Y en estos
tiempos de dependencia energética y desconcierto social, Israel encarna, en propia carne, al judío de
siempre. Una nación paria entre las naciones, para un
pueblo paria entre los pueblos. Es por ello que el
antisemitismo del siglo XXI se ha vestido con el eficaz disfraz del
antiisraelismo. ¿Toda la crítica contra Israel es antisemita? No. Pero,
todo el antisemitismo actual se ha volcado en el
prejuicio y la demonización contra el Estado judío. Un nuevo
vestido para un viejo odio. Dijo Benjamin Franklin: “donde mora la libertad, allí está mi patria”. Y
añadió Albert Einstein: “la vida es muy peligrosa. No
por las personas que hacen el mal, sino por las que
se sientan a ver lo que pasa”. Este es el doble compromiso aquí y hoy:
no sentarse nunca a ver pasar el mal y Defender
siempre las patrias de la libertad.
Gracias.
Pilar
Rahola
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