Economista Jesús Alexis González*
Venezuela
experimenta un clima de indefinición e incertidumbre, ante el ostracismo (con
potenciales intenciones soterradas) que se perfiló en el mensaje presidencial
del 21/01/15 al momento de informar sobre la gestión, habida cuenta de la
ausencia de anuncios categóricos en relación a una determinada política económica orientada a
enfrentar la crisis socioeconómica que sufre el país, mediante acciones que
debían armonizarse con el resultado de un profundo análisis en materia de economía política; siendo que en mucho
la alocución repitió lo señalado en la cadena nacional presidencial del
02/09/14 en cuanto a la radicalización del socialismo territorial (¿?) y la
construcción del Estado Comunal (añadiendo ahora que no se calará (sic) a la
burguesía). Se estaba a la espera de alguna información, referente a cómo propiciarían una profunda reestructuración de
la sociedad, de la economía y de la institucionalidad en el entendido que son
las relaciones económicas las que determinan el ordenamiento social; soportando
cualquier enfoque en la definición de métodos y estrategias para alcanzar la
sociedad socialista que pretenden, más allá de un totalitarismo de Estado que
históricamente no ha sido la alternativa para cambiar el modo de producción (integración
de las relaciones de producción), y que
muy por el contrario está generando (la sola pretensión) una atmosfera social
asfixiante en nuestra sociedad.
La
inobservancia de los principios económicos, fue radicalmente contundente a la
luz de soslayar (¿intencionalmente?) la importancia de las políticas cambiaria
y monetaria en la cadena de causalidad del desajuste macroeconómico y de la
vulnerabilidad imperante donde el elemento más perverso es la inflación con su
consecuente efecto negativo sobre el tipo de cambio (TC), que erróneamente el
Gobierno viene utilizando mediante el
abaratamiento de las importaciones para intentar reducir el mal que el
mismo causa (inflación), con obvio estrangulamiento del aparato productivo
nacional a la par de una caída secular de las reservas internacionales que a principio
de 2015 se situaron en apenas unos US$ 23.000 millones, con la debilidad que
14% son liquidas (de potencial uso en momentos de gravedad coyuntural), un 70%
está en oro y 16% en Derechos Especiales de Giro (DEG); escenario que muy
probablemente inducirá un decrecimiento del 7% en 2015.
En lo que se refiere al actual
esquema cambiario (profundamente disfuncional), estructurado con un cambio fijo
sobrevaluado acompañado por 4 TC soportado en continuas devaluaciones y “defendido”
desde 2003 por un control de cambio
ideológico cuyo rol básico es condicionar el desenvolvimiento del sector
privado de la economía en aras de su destrucción; dícese que fue “modificado” al ajustarse a tres tasas de cambio
pero hasta la fecha solo se conoce la ratificación del 6,30 Bs/$ para alimentos
y medicinas que confirma la guerra
gubernamental contra la producción nacional, al tiempo de ser un sacrificio
financiero que consumirá cerca del 26,7% (US$ 12.000 millones) de las divisas
posibles en 2015 (US$ 45.000 millones) en un marco tanto de insuficiencia de
divisas (más de US$ 36.000 millones) como de déficit fiscal (20% en 2014 y un
estimado de 23% en 2015), que como bien se sabe está inducido por incrementos
persistentes del gasto público mayormente “financiado” con dinero inorgánico
(otro efecto inflacionario). De las otras dos tasas de cambio anunciadas, muy
poco se conoce salvo que (a) se unificarán los imperfectos Sicad i y II (sin
otros detalles sobre su funcionamiento) a un TC aún desconocido (lo estimamos
en Bs35/$) y (b) se creará con una tasa de cambio de libre flotación ( en pro
de eliminar el paralelo) cuyo precio lo determinará el mercado ( inferimos será
superior a Bs 35/$ y un poco menor de Bs 135/$) por intermedio de las Casas de
bolsa; y del cual tampoco se conocen detalles sobre su operatividad más allá de
estarse iniciando las pruebas técnicas de su plataforma. Sea oportuno destacar,
que luego de atender los requerimientos del 6,30Bs/$ el remanente que se
destinará a la nueva tasa única será marcadamente marginal en relación a las
necesidades de la economía; mientras que la tercera tasa dependerá, según se
expresó, de la participación divina
como complemento al retorno parcial de más de US$ 165.000 millones depositados
por “afortunados” venezolanos en el exterior (¡utopía por partida doble!).
A
tenor de lo expresado, lo único que está suficientemente claro es que se
sucederán dos nuevas devaluaciones cuyos recursos generados se incorporaran (sin
la menor duda posible) al círculo
vicioso del gasto público: se recoge un circulante al elevar las TC (sin
hacer lo propio con las tasas pasivas de interés de la banca) monto que no es
“esterilizado” como estrategia para disminuir la presión de demanda (y de la
inflación) sobre un ambiente de desabastecimiento y escasez, sino que retorna
al caudal del gasto público bajo distintas figuras, como por ejemplo un pírrico
aumento de los sueldos en un 15% (versus una inflación superior al 64%) y de la
procura de recursos para acciones de populismo electoral; hasta que la
improvisada gestión gubernamental “haga necesaria” otra devaluación. Resulta
una verdad de Perogrullo señalar, que el aumento del gasto público en una
economía dinámica y de progreso se convierte en un multiplicador del bienestar,
lo cual no se corresponde con la Venezuela del presente.
Otras
materias quedaron pendientes, y en lo posible las abordaremos en próximos
artículos, muy especialmente en lo que respecta a la usencia de un modelo
económico.
Economista Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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