Libertad!

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domingo, 27 de diciembre de 2015

Colas y circos

Por: Carlos Maldonado-Bourgoin

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Aquellas naciones que no dicen y menos presumen de ser socialistas son las que más felicidad ofrecen, en seguridad social, transporte, educación y otros servicios. Canadá, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, España, Francia… son ejemplos magníficos del esfuerzo serio y real por resolver muchos de estos aspectos de sus ciudadanos.

Las experiencias exitosas y funcionales pueden ser medidas por el menor tamaño de sus colas. Cuando un servicio colapsa, aumenta la demora en satisfacer a los usuarios. El ingeniero danés Agner Krarup Erlang a principios del siglo XX creó la «teoría de las colas», que estudia matemáticamente las líneas de espera. Las sociedades que hacen muchas colas expresan su fracaso y su poca eficacia.

Viví en la antigua URSS como diplomático y recuerdo, en esa potencia militar, que el hombre de a pie destinaba parte de su día a hacer colas. En la calle a la intemperie o en un almacén habían colas para esperar a que abrieran, colas para curiosear y adquirir lo que cayera, colas para pagar, y, colas para intercambiar productos porque lo que se había comprado no era lo requerido en cuanto a talla, color... Había la inmarcesible cartilla de racionamiento y el innombrable mercado negro, manejado por funcionarios corruptos del partido.

La gente vivía allí y aún vive en ese tipo de regímenes totalitarios con crispación por temor a ser fichada. Este es y no otro el comunismo-real, denunciado por tantas figuras del pensamiento del siglo veinte. Mítica fue esa Chile de Allende donde había cartilla de racionamiento controlada por agentes de la Europa central, y donde diariamente eran asesinados carabineros y soldados por milicias armadas.

Decía Cicerón: «De hombres es equivocarse, de locos es persistir en el error». Aterra insistir en estos modelos, en hacer «bis» a tales ignominias (afrentas públicas que se hace a las personas con causa o sin ella), en tener como ejemplos la Cuba castro-comunista o la Corea del Norte de Kim Il Sung y su vástago. Basta comparar tales ensayos con las prósperas realidades vecinas.

En país desarrollado como Canadá, el «Cirque du Soleil» es la real expresión de un espectáculo artístico, fino, imaginativo, multidimensional, rico visual y físicamente. Creador del Circo del Sol, el canadiense Guy Laliberté apareció hace días en primera página internacional por estar en la misión Soyuz que viajó al cosmos.

Por el contrario, Iberoamérica enrumba su nave al inframundo. Imagen y comparación entre la esfera de la abundancia, la creatividad y la libertad, frente al mundo de la escasez, la represión y la limitación. «El socialismo de países desarrollados es al Cirque du Soleil (Circo del Sol), lo que el socialismo del siglo XXI es al Circo de los Hermanos Chávez». No hay cosa más penosa que los circos marginales, con bailarinas remendadas, animales famélicos, envueltos en un penetrante vaho de olor a aserrín, entremezclado con sobaquina física y moral.

Correo del Caroní, Puerto Ordaz, 2 de noviembre del 2009, Opinión.

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