Libertad!

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sábado, 30 de enero de 2016

Carnaval en Caracas. Evolución desde la Colonia hasta el siglo XXI.

Gerónimo Alberto Yerena Cabrera.

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En el siglo XVII, ya la ciudad de Caracas en función de Capital de lo que más tarde fuera la Capitanía General de Venezuela disfrutaba de las costumbres carnavalescas. Esto fue evolucionando conjuntamente con los cambios de las autoridades,
fundamentalmente la de Gobernadores y Obispos. En el siglo XVII y mediados del XVIII ya se jugaba con agua, negro humo, almagre, huevos, se embadurnaban con harina, azúcar o pinturas; y aprovechaban los jóvenes, y algunos no muy jóvenes, para dar riendas sueltas a los impulsos propios de la liberación de sus hormonas. Esto ocurría, según la zona y estratos sociales, desde la forma más inocente hasta las más bárbaras posibles. Estas costumbres desde la Colonia hasta el siglo XX, se fueron alternando “sus modalidades” entre la diversión, la molestia y el abuso, en diferentes épocas, según las circunstancias y los Gobiernos de turnos.

Narra Don Arístides Rojas (1), que en la época del Obispo Diez Madroñero, en el siglo XVIII (1757-1769) cuando Caracas era una ciudad en que prácticamente no existía diversión alguna y con ansia esperaban el Carnaval para festejarlo; el Obispo, el cual ya había impuesto una series de modificaciones de índole religiosas en las costumbres y en la nomenclatura de la ciudad, decreto la prohibición de los juegos de carnaval y estableció el rezo del rosario todos los días de carnaval. Al morir el Obispo, el rezo del rosario fue desapareciendo en el carnaval y volvieron nuevamente las viejas costumbres, para beneplácito de la gran mayoría de sus habitantes.

Carnavales de febrero de 1894
Ya en el siglo XIX, los tres primeros tercios, había el carnaval invadido nuevamente la ciudad con todas sus modalidades, llegando al extremo en la segunda mitad del siglo, que pocas casas y edificaciones se salvaran de manchas de pinturas que se iban acumulando de cada carnaval, dando un aspecto grotesco.

Graciela Schael Martínez (2), en su artículo: Primer carnaval organizado, narra en forma genérica las mismas costumbres hasta la fecha del centenario del nacimiento del Libertador, cuando el general Antonio Guzmán Blanco, había insinuado la conveniencia y su deseo de ver sustituido el bárbaro juego “que echaba por tierra todo miramiento culto y de respeto, por diversiones dignas de una ciudad civilizada”.
Como por encanto, al amanecer del domingo se vieron flotar en las ventanas gran número de banderas. En lugar del agua e inmundicias como en años anteriores, caía sobre el transeúnte una lluvia de flores, dulces y perfumes. Máscaras de aspecto que recorría toda la escala de lo grotesco paseaban la ciudad.


El Cojo Ilustrado,1901. Fotos tomadas del blog Caracas en retropectiva.Club Venezuela
Sin embargo el juego con agua el martes de carnaval no fue desterrado completamente; cuenta Lucas Manzano (3), que un General muy mandón él, ante una situación que se había presentado en la Calle Real de La Candelaria, donde mojaron a la tropa, fue el mismo a poner el orden y al llegar al sitio, bellas damas lo bajaron del caballo y le dieron un baño completo; éste sonriendo y celebrando el atrevimiento de las muchachas dio la orden de alejarse y que las chicas siguieran con su juego.
Uno de los mejores costumbristas
Don José García De la Concha
“Reminiscencias: vida y costumbres de la vieja Caracas” libro del cronista José García de la Concha fue publicado en Caracas por Ernesto Ermitaño, Editor en 1973.   Don José García De la Concha (4), contemporáneo de Don Lucas Manzano y quien fue testigo presencial de la celebración del carnaval a principios del siglo XX, cuenta que era una fiesta donde se podía apreciar claramente el grado de cultura y de ingenio de un pueblo, y Caracas en esto se iba superando y continuaba celebrando el carnaval de una manera decente y elegante. En la ciudad con suficiente antelación se formaba la junta directiva, y de su seno se elegía un presidente y se formaban juntas subalternas para las parroquias. Se organizaban los desfiles compuestos por carrozas, coches y faetones; estos salían el sábado por la tarde del Capitolio prestos a la batalla de serpentinas, flores, confetis y caramelos; subían al Principal, doblaban hacia la Torre y tomaban la Calle Real de La Candelaria. Las dos primeras cuadras no representaban resistencia, pero de la Marrón para abajo la cosa era seria, desde allí comenzaba la guerra de papelillos y serpentinas; al llegar a la esquina de la Romualda se detenían para compartir el jolgorio en el gran templete situado alrededor de esa esquina; luego continuaban hasta la Cruz de la Candelaria ,bajaban a Miguelacho, desde allí se devolvían pasando por el templete de Socarras y cruzaban a Salvador de León (recuerden que la esquina de Socarras esta al sur de Romualda, situadas ambas en lo que hoy es la Avenida Fuerzas Armadas). De Salvador de León bajaban siete cuadras hasta Peláez; en la época de Castro se hizo famoso en esa esquina el templete del Gobernador Tello Méndez, según narra De la Concha. De las Peláez seguían al oeste, posiblemente hasta la esquina de Monzón y de allí subían directo hasta el Principal donde terminaba el desfile ese día. La fiesta se prolongaba hasta el Martes de Carnaval, tanto en el colectivo como en las residencias particulares.

Sin embargo a comienzo del segundo cuarto de siglo XX en los carnavales de 1928 fue diferente a todos los anteriores; comenta Guillermo Meneses (5), que con motivo de la elección de la Reina de los Estudiantes: “Beatriz Peña se llama y es preciosa como tienen que ser las Reinas de entusiasmo y juventud”; Pio Tamayo, un personaje que se incorpora por entonces a las conversaciones y a los espectáculos moderno y rebelde en su descuidada altanería, en homenaje a la Reina dijo las siguientes palabras: “ Una Reina, pero sucede que, (¡cómo se cuaja la ira en el corazón de algunos gobernantes!) un moscardón de rebeldía se ha juntado a la algazara de los estudiantes”; Antonio Arraiz, quien andaba en la misma línea de Pio Tamayo comentó que esas palabras fueron candentemente sospechosas; sumado a esto los estudiantes en camiones adornados de colorines con un distintivo que no puede confundirse con disfraz alguno gritan:
¡Ajá,ajá!
Mariquita ya se va
¡Ejé, ejé!
Mariquita ya se fue…

Los festejos del reinado de Beatriz terminan con el arresto de todos los estudiantes y sus compinches que participaron en la celebración, además de Pio Tamayo y Antonio Arraiz. Estos fueron los famosos carnavales de La Semana del Estudiante en el 28.
Sonora Caracas,1933. En plena época del "Benemerito" Image result for Carnaval en Caracas 
Niños jugando con agua a principio de los años cincuenta
Luego a finales de los años 40 y en los 50, el carnaval se traslado a los clubes privados. Juan J Valverde M (6) y Marisa Vannini (7), comentan que comenzaron a celebrarse en el Casablanca Tennis Club (hoy La Hermandad Gallega); el Club Paraiso (después Las Fuente); el Centro Asturiano; el Star Light del Hotel Madrid, situado en la esquina de Cipreses; el Monumental, debajo del puente 9 de Diciembre en el Paraiso; el Hotel Ávila y el Hotel Tamanaco.
El dominicano de nacimiento y caraqueño de corazón, que le pidió a Juan Vicente Torrealba, que por favor le compusiera algo a Caracas. A diferencia, él fue el que más le compuso canciones a nuestra capital, Juan Vicente no lohizo...¡! 
 En el puente 9 de diciembre se veían a los curiosos observando desde las barandas a las personas bailando en el Monumental, incluso en fechas distintas al carnaval. En mi infancia, los fines de semana cuando íbamos al pueblo de El Junquito y aún no habían construido la actual Avenida Morán, se subía  generalmente por lo que se llama: La Subida del Atlántico, en la urbanización Artigas para evitar ir por la Plaza de Catia, ruta que era más lejos para los que veníamos del sur, muy a menudo nos parábamos en el Puente 9 de Diciembre y observabamos  los bailes y el tremendo jolgorio que allí se formaba. Recuerdos alegres de un pasado más alegre.
Los templetes volvieron a alegrar el carnaval, estaban bajo el control de la Gobernación del Distrito Federal y las diferentes Juntas Parroquiales. Como estaba prohibido el consumo de alcohol, la gente se sentía más estimulada a asistir y confiada en la conducta de todos los asistentes a los templetes. Muy populares y famosos fueron los de San Juan, La Pastora y el de San José, pero también los hubo en otras parroquias y barrios caraqueños.
Luego de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, los festejos se limitaron nuevamente a los clubes, colegios y residencias particulares. Para el año 1961 se reactivó el carnaval en la UCV y hubo más entusiasmo ese año; aunque a nivel popular colectivo el carnaval nunca más volvió a ser lo que era antes.

¡Quién se puede imaginar la celebración del carnaval en Caracas en esta época, sin que,con toda seguridad, además de que nadie tenga ánimo para eso, lo siquitrillen con 25 a 30 balazos frente a la impunidad más grande jamás vista en nuestro país...!
Sólo a los que vayan rodeados de 20 a 30 guardaespaldas, y hallan resquiceado previamente la zona por donde van a hacer la farsa del espectáculo: será...¡!

En Caracas a decir verdad, en carnaval a igual que en Semana Santa, mucho antes del actual régimen,desde hace varios años, aunque hubiera seguridad, sus habitantes en la gran mayoría lo que hacen es viajar al interior y el jolgorio lo forman fuera de la ciudad,a Dios gracia...
¿Usted quiere estar en una ciudad tranquila?: quédese en Caracas en carnaval o Semana Santa y no se arrepentirá…

Bibliografía revisada.
1º.- Arístides Rojas. Crónica de Caracas. Fundarte. Colección Rescate.1994.p49.
2.- Graciela Schael Martínez. Estampas Caraqueñas. Concejo Municipal del Distrito Federal. 1975. El primer carnaval organizado. p 109.
3º- Cuadernos de Lucas Manzanos.
4.- José García de la Concha. Reminiscencias Vida y costumbres de la vieja Caracas. Ernesto Armitano, Editor. El carnaval de Caracas. p146.
5º.-Guillermo Meneses. El Libro de Caracas. Fundarte.1995.p145.
6º.-Juan J. Verde M. Caracas del Recuerdo a La Nostalgia. Impregraf C.A. 1997.p51.
7º.- Marisa Vannini. Arrivederci Caracas. Libros del Nacional. Nº 53. P122.


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