Libertad!

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domingo, 15 de abril de 2012

EL CHAVISMO Y LAS PUÑALADAS DE LA TRAICION

-Alberto Rodríguez Barrera-
“Y de esta manera hablamos de cada unión y composición de elementos
como diferentes cuando la forma de su composición se altera.”
Aristóteles

El problema fundamental para el desarrollo de Venezuela y de su universo circundante no es ideológico. La desunión, la sectorización y la sectarización de una ilusión comunista han demostrado en el mundo que la “salvación” no se encuentra en compactar verdades únicas ni en priorizar una supremacía política por sobre el resto de las actividades humanas. Esto pasma y son esfuerzos que aíslan y encajonan bajo la sumisión la acción creadora y productiva, terminando en una desintegración que deja a la colectividad en peores condiciones que aquellas que pretendían salvar.

En Venezuela, la adopción del método castro-comunista es un error que se evidencia tan sólo con ver la realidad que en Cuba se vive: todo se transformó en una guerra fantasmal donde el derecho y la justicia se concentraron en una cabeza loca, que sustituyó la prostitución callejera por una prostitución política lamentable, ahora conviviendo ambas en una país desconchado, carente de las bases mínimas para la autosuficiencia, con la palma de la mano extendida, sin industrias, sin perspectivas de desarrollo, sólo con la “verborragia revolucionaria”, desgastada, derrotada y en adopción por parte del chavismo, cuyos chirridos de “vencer o morir”, “hasta la muerte siempre” y “guerras victoriosas” compran la idea de que esa reiterativa postura “rejuvenece”, siendo en realidad la más común ilusión de le senectud política.

La “revolución” se mantiene gracias a la opresión y represión ocultas en la bota militarista, vieja realidad que ni antes ni ahora se preparó para trascender en las más diversificadas tareas del desarrollo real; llegan al siglo 21 cansados, “con la lengua afuera”, arrastrando miserias; porque cuando el “cambio total” es hacia atrás, se consolida el estancamiento y las “nuevas realidades” significan tan solo un meneo de tembleque en el revoltijo de la logorrea. Inevitablemente, la gravedad termina en traumatismos generalizados, para ellos y para todos. Nada diferente a ello logra el chavismo en su entorno geopolítico, ajeno y enajenado como está para estudiar las lecciones vivas y vibrantes que en el nuevo siglo son incapaces de asimilar.

Si uno toma como ejemplo la América del Norte, constituida por México, Estados Unidos y Canadá, la historia y las realidades del presente tendrían mucho qué decir. México trató de conservar su independencia manteniendo al país indio y rural, importó luego substituciones “no gringas” de la lejana Europa y protegió fuertemente unas industrias que en gran parte eran propiedad del Estado. Todo falló por un proteccionismo que impregnó de corrupción al gobierno, adueñándose la ineficiencia y la incapacidad de competir. Esta fue una política de no integración con su entorno, específicamente con Estados Unidos. Hoy, pese a que cualquier política concebible a uno y otro lado de la frontera no resulta tan “popular”, se buscan los caminos de la coherencia, de la integración lógica, de la conveniencia mutua, porque “hablando se entiende la gente”, sin la cobardía de huidas “ideológicas”.

Por otra parte, las tres culturas (angloescocesa, francesa y canadienseamericana) que constituyen a Canadá conciliaron sus diferencias con Estados Unidos hasta llegar a la integración funcional que conocemos hoy. Entre diálogos permanentes, tratados razonados y hechos civilizados concretos, la “pelea” y la lucha avanzaron hacia un desarrollo integrado, a consciencia de que “ahí comienza todo”: instauración de equilibrios en todos los campos de la actividad humana, concentración sobre la idoneidad económica, compartición de intereses para un beneficio mutuo que prioriza a la colectividad. Y Canadá no es “the U.S.”, es un país integrado hacia adentro y hacia afuera, que funde su economía con otra, descarta el discurso vano de la negatividad acomplejada para darle amplia cabida a los valores positivos, manteniendo un inmenso país heterogéneo, de baja densidad poblacional; y ambos países han aprendido a ser “benignos” (aunque no lo sean tanto), con lo cual superan supremamente al “montunismo subdesarrollado”, cobarde, aislacionista, “anticoversación-civilizada” y etcétera, de un chavismo que prefiere hablar en idiomas que ni ellos mismos entienden.

El chavismo, además de su escasez intelectual, rompe la paz dentro y fuera de Venezuela; no habla de/para “corregir” las “inconveniencias”, “rechazos” u otras con quiensea a que tenga derecho a adversar, prefiriendo insultar, odiar, desbaratar, entrabar, haciendo perder al país y ganar sólo en un ego descocado. El amor a las “guerras inútiles e invisibles” llena el buche armamentista del chavismo, ignorando que ya los venezolanos sabemos que no saben pelear. El gasto gigantescamente colosal que el chavismo hace para “ideologizar” hasta los suspiros de amor de los venezolanos, no son más que “armas” del despilfarro más grande y desaforado que se haya realizado en nuestra historia, y, como si fuera poco, está dirigido a la inversa de los intereses requeridos para el desarrollo venezolano.

El trauma “ideológico” del chavismo ha levantado un febril “armamentismo” que supera con creces lo invertido en todas las necesidades de desarrollo social de Venezuela. Este explosivo e insólito crecimiento de “ideología militarizante” sólo ha logrado un poder destructivo, antidesarrollo; son “armas” que, antes que servir a la colectividad, se han convertido en amo del chavismo. Con ellas, sólo ha podido enseñar lo indebido: corrupción, terror, opresión, algo que pasa de la ineficacia a la traición.

El fracaso de las “estrategias ideológicas” también está demostrado en la historia. Como “puñaladas traperas”, no tienen futuro y se clavan en la propia espalda del chavismo.

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