Libertad!

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sábado, 18 de agosto de 2012

LA LIBERTAD ANTE EL CHAVISMO SALIENTE

-Alberto Rodríguez Barrera-
 Vencer a cualquier tipo de autoritarismo será posible sólo si la democracia no retrocede y toma la ofensiva para alcanzar la meta de quienes lucharon por la libertad a través de los siglos. Las fuerzas nihilistas caen por la fuerza de la fe, de la vida y de la verdad, por el peso de las ideas (más que por su alcance), ya que las ideas son fuerzas poderosas cuando responden a necesidades humanas específicas, adaptadas para las tareas objetivas que el individuo debe realizar en una sociedad funcional.




    El carácter social se moldea en concordancia con la forma de existencia de una sociedad dada. Así es que el hombre se moldea por la estructura de necesidades económicas y sociales de una sociedad, aunque no es infinitamente adaptable. Hay necesidades fisiológicas y psicológicas que deben ser satisfechas; son cualidades inherentes que generan ciertas reacciones cuando son frustradas; y son cualidades como la tendencia a crecer, a desarrollar y realizar potencialidades que el hombre ha desarrollado en el curso de la historia, como la facultad de pensar creativa y críticamente y de haber diferenciado experiencias emocionales y sensuales; potencialidades que tienen dinamismo propio. Esta tendencia puede ser suprimida y frustrada por impulsos destructivos.
 
     La tendencia general a crecer –idéntica en las tendencias biológicas y psicológicas- resultan en tendencias como el deseo por la libertad y el odio hacia la opresión, ya que la libertad es la condición fundamental para crecer. Pero también el deseo por la libertad puede ser reprimido, puede desaparecer en la consciencia del individuo;  aún así no deja de existir como una potencialidad, y evidencia su existencia por el odio consciente o inconsciente que tal reprimir genera. Igualmente reprimida y pervertida puede ser la lucha por la justicia y la verdad, que también es inherente a la naturaleza humana.
 
     En la situación que actualmente vivimos los venezolanos cabe recordar que el adelanto de la libertad humana no es algo que puede ser realizado sólo en términos políticos y económicos. El único criterio para la realización de la libertad es si el individuo participa activamente o no en determinar su vida y la de la sociedad, y esto no es sólo en al acto formal de votar sino también en su actividad diaria, en su trabajo y en su relación con otros.
 
     La democracia política moderna, si se restringe a la esfera puramente política, no puede contrarrestar suficientemente los resultados de insignificancias económicas del individuo común; tampoco son suficientes los conceptos puramente económicos como la socialización de los medios de producción, ya que se genera una poderosa burocracia que manipula a la vasta masa de la población, impidiendo el desarrollo de la libertad, aún cuando sea efectivo el control gubernamental.
 
     Nunca como hoy han sido las palabras tan mal utilizadas para ocultar la verdad. A las creencias contrarias de los aliados se les llama traición, la agresión militar es camuflada como defensa ante un ataque, la asimilación o conquista de naciones pequeñas lleva el nombre de pacto de amistad, y la represión brutal de la población se perpetra como un neo-socialismo.
 
     Las palabras democracia, libertad e individualismo también se vuelven objetos de tal abuso. Pero la realidad es que la democracia es un sistema que crea las condiciones económicas, políticas y culturales para el total desarrollo del individuo; y el fascismo es un sistema que, independientemente del nombre que adopte,  subordina al individuo a procesos extraños y debilita el desarrollo de la genuina individualidad.
 
     Existe una contradicción entre economía planificada y la cooperación activa de cada individuo. Una economía planificada requiere de centralización, de una burocracia que administre esta máquina centralizada. Por otra parte, la cooperación activa individual y de pequeñas unidades de todo el sistema requiere de una gran cantidad de descentralización. La gran tarea, entonces, es combinar coherentemente centralización y descentralización. Lo cual se hace con el interés real de cuidar los intereses de los seres humanos, y abriendo espacios para innumerables economías independientes.

      Hoy –como lo podemos ver claramente- tal espacio ha disminuido porque sólo un grupo muy pequeño ejerce la iniciativa individual. Y el objetivo de que todo el carácter social pueda ser libre, es algo que sólo será posible sobre la base de un esfuerzo racional y concertado de toda la sociedad, y con una cantidad de descentralización que garantice una cooperación  real, genuina y activa, y control por parte de las unidades más pequeñas del sistema.
 
     El hombre debe adquirir dominio de la sociedad y subordinar la máquina económica para los propósitos de la felicidad humana, porque sólo participando activamente en el proceso social superará lo que lo lleva a la desesperación, ahí donde sufre más al ubicársele como un autómata vacío y sin sentido.
 
     Vencer a cualquier tipo de autoritarismo será posible sólo si la democracia no retrocede y toma la ofensiva para alcanzar la meta de quienes lucharon por la libertad a través de los siglos. Las fuerzas nihilistas caen por la fuerza de la fe, de la vida y de la verdad, por el peso de las ideas (más que por su alcance), ya que las ideas son fuerzas poderosas cuando responden a necesidades humanas específicas, adaptadas para las tareas objetivas que el individuo debe realizar en una sociedad funcional.
 
     Los cambios de las condiciones sociales generan nuevas necesidades y ansiedades. Estas nuevas necesidades generan nuevas ideas que tienden a estabilizar e intensificar el nuevo carácter social que determina las acciones del hombre. Es decir, las condiciones sociales influencian los fenómenos ideológicos por medios del carácter, no es el resultado de adaptación pasiva a las condiciones sociales, sino una adaptación dinámica sobre la base de elementos que son biológicamente inherentes a la naturaleza humana, o que se han vuelto inherentes como resultado de la evolución histórica.
 
     El hombre moderno, en vez de ser empujado a obedecer lo que le ordenen, es impulsado a trabajar duro por una compulsión interior, una autoridad interior de consciencia y deber que opera más efectivamente en controlarlo a él, como jamás podrá hacerlo cualquier autoridad externa.
 
     Este hombre también cree en ideales como la verdad, la justicia y la libertad, aunque sean frecuentemente meras frases o racionalizaciones, pero que pueden ser luchas genuinas, ya que cualquier análisis que no trate con ellas como factores dinámicos es falaz. Estos ideales no tienen carácter metafísico; están enraizados en las condiciones de la vida humana, y en el presente contienen una abundancia de problemas morales.
     Los actos de libertad son también siempre un fenómeno de abundancia.


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