Libertad!

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miércoles, 15 de julio de 2009

Antonio Cova Maduro // Una ruta choreta

La revolución chavista es una "ficción jurídica" y como tal pasará a la historia
Toda revolución que ha padecido la terrible historia del siglo XX ha seguido una ruta. La que, desde el asalto al Palacio de Invierno de San Petersburgo, en Octubre de 1917, condujo a Lenin y a los suyos al poder total en la Rusia que, exhausta llegaba al final de la Primera Guerra Mundial. La que, en la desolada China pasaría por la brutal acción de las fuerzas del Guomindang en el Shangai de 1927, que destruyó al aparato del joven Partido Comunista Chino, llevando sus restos hasta Kiangsi y de allí, en la famosa "Larga Marcha", a montar el notable experimento de Yenán. Esos pioneros vencerían al invasor japonés, y más tarde a las fuerzas de Chiang Kaishek, a las que acogotarían en Formosa (Taiwán).
Esa ruta culminó con la proclamación de la República Popular de China el 1 de Octubre de 1949, dando inicio a otra más espectacular: la del experimento comunista más radical del siglo. Luego veríamos las otras dos importantes rutas del siglo XX: la revolución cubana que, en ruinas, pervive aún; y la guerra de liberación de Vietnam que se llevó a cabo en dos etapas: la lucha contra los franceses hasta 1954 y luego, desde 1960, contra los norteamericanos, a quienes terminarían venciendo 15 años después.
En 1975 se instalaría el régimen comunista de más corta duración, si exceptuamos al afortunadamente malogrado experimento camboyano. Esa fue la experiencia del siglo XX. Cuando ningún venezolano lo esperaba, un oscuro militar trataría de trazar -y obligarnos a seguir- otra ruta.
Una que siempre se vería "torcida" por la historia viva de este país. Esa ruta, chueca y choreta, es la que se acelera por estos días y que hace creer a muchos que "forma parte de un plan genial y muy bien pensado", que es conducido con maestría sin igual por su creador y propulsor. Los hechos, los hechos puros y duros, sin embargo, parecerían sugerir otra cosa. ¿Cuál cosa? Pues una ruta choreta, una que baila al ritmo de encuestas y elecciones, algo absolutamente novedoso en la historia de las revoluciones.
Novedad que acaba de recibir su primer golpe en la escena internacional con el fiasco de Honduras, donde la receta fue cortada justo cuando ya el fogón estaba encendido. Pero esta ruta choreta no ha pisado el acelerador justo ahora porque eso haya sido fríamente previsto desde el inicio. No.
Lo ha hecho por lo que parecería sugerir el aparentemente abortado Informe Tascón sobre la evolución de las tendencias electorales: el chavismo encara el eclipse y todo parece indicar que, en las grandes ciudades las fuerzas democráticas triunfarían rotundamente.
Las elecciones para la Asamblea Nacional, ahora muy temidas por el régimen, comenzaron a lucir como el Thermidor de esta revolución. Eso, eso y no otra cosa es lo que ha cambiado el panorama reciente. ¿Y qué es lo quieren con esta "nueva" ruta que ahora han emprendido? Lo mismo que, desde los lejanos tiempos del tenebroso Robespierre, ha terminado siendo la tumba de toda revolución: saltarse las etapas, correr a ciegas& creyendo que eso es posible, que no terminarían reventando lo mismo que querían instalar definitivamente.
Lo más asombroso, empero, es la forma: la revolución criolla debe lograrla una Asamblea Nacional de muy escasa legitimidad, respaldada por un Tribunal Supremo que compite con ella a ver cuál de los dos es más intragable a la opinión pública.
Tenemos, pues, que, a falta de una revolución desde la calle, que concite amplio apoyo popular, aparece una que se lleva a cabo a escondidas y con descarado ocultamiento, desde los antros del poder.
La revolución chavista es, ni más ni menos, que una "ficción jurídica" y como tal pasará a la historia (en los dos sentidos de esta expresión: la historia conocerá que eso fue su ruina, y ni nos acordaremos de ella cuando la pesadilla haya terminado).
Pero no se conforma con ser sólo una ficción jurídica; la revolución pretende imponerse con las acciones violentas de grupos de choque, absolutamente minoritarios y nominales -en el sentido de que su fuerza descansa en una nómina, en nada más- que la población aborrece y que tratará acordemente cuando llegue el momento.
¿Una revolución de leguleyos que, por azar, y con el respaldo de cabilleros pagados llegaron a donde están? ¿Tiene eso algún chance? Basta con hacer la pregunta con claridad para conocer la respuesta: ¡ni de vaina!
Y eso ya se siente por toda Venezuela: la experiencia de su denostada democracia y su amor por la libertad rechazan algo que le es totalmente extraño.
antave38@yahoo.com

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