La palabra “socialismo” confunde más que aclara: Hitler se proclama (nacional) socialista y también Mao, Stalin, Castro y Kim Il Sung, con sus regímenes totalitarios. “Socialista” es también el apellido de envidiables democracias solidarias de economía capitalista
En Venezuela vivimos el fin de una ilusión y el forzoso aterrizaje de la nube “socialista” para construir una sociedad más humana, libre y solidaria.
El “socialismo” como respuesta está muerto en el mundo. No así las necesidades y valores humanos que lo buscan. El “capitalismo” está en una crisis sin solución capitalista. Hoy “socialismo” vs. “capitalismo” es un debate entre palabras cómodas y anticuadas que no aclaran, sino que impiden.
Hablar de una “sociedad capitalista” es un absurdo, pues ni hay tal cosa ni puede haberla. Una economía pudiera definirse como capitalista, pero una sociedad es mucho más que su economía. El actual malestar de Europa o de EE.UU no se resuelve con más capital y más mutilación economicista, sino con el fortalecimiento de valores y dimensiones no económicas de la realización humana.
La palabra “socialismo” confunde más que aclara: Hitler se proclama (nacional) socialista y también Mao, Stalin, Castro y Kim Il Sung, con sus regímenes totalitarios. “Socialista” es también el apellido de envidiables democracias solidarias de economía capitalista, como Noruega y Suecia.
No estamos proponiendo una tercera vía, sino una primera con más clara definición de la sociedad deseable y posible: ¿qué economía, qué poder político, y qué relaciones sociales? Tres aspectos de una misma sociedad entrelazados y en interacción. Economías capitalistas conviven con políticas dictatoriales, con monarquías semifeudales y estamentales, con democracias en sociedades individualistas, o por el contrario en sociedades solidarias y más igualitarias. El Chile de economía capitalista no es el mismo con el dictador Pinochet que con la socialista Bachelet; ni China de partido único comunista y Francia son iguales, aunque sus economías sean capitalistas.
El mundo y Venezuela necesitan avanzar hacia una sociedad con valores e instituciones solidarios, con una política democrática participativa y con una economía de mercado. Tres realidades-instintos diferentes en la sociedad y en la persona humana: 1) el poder, 2) la producción y posesión de bienes y 3) la valoración de la dignidad y convivencia humanas. Ni Cuba, ni Venezuela tendrán un futuro más humano, si no cambian decididamente en los tres aspectos. Lo mismo se diga de EE.UU, de China o de Europa. Necesitamos democracia y solidaridad, con economía de mercado.
Es evidente la fuerte influencia de la economía en toda realidad, pero falso que lo económico determine unilateralmente todo, y que lo socio-cultural y lo político sean simples reflejos unívocos de la economía. En la profunda identidad humana trascendente, son decisivas su espiritualidad y valores humanos, y mortal su carencia, por lo que es indeseable una “sociedad capitalista”, es decir dominada por el capital.
Economía capitalista significa economía del capital, y lo era en la Europa de 1860 y después, donde el capital, como rey exclusivo, definía el hecho productivo y la vida. Siglo y medio después la “economía capitalista” debe ser superada: los otros factores productivos cuentan y la sociedad –nacional y mundial - y su política deben señorear su economía y ordenarla a los fines humanos. De lo contrario, la lógica del capital como fuerza desbocada va a destruir la tierra y la convivencia digna de una humanidad de pueblos diversos.
Consideramos que la “economía de mercado” es un instrumento (instrumento, no fin) mejor que otros para el intercambio de bienes y servicios, para el estímulo de la eficiencia y creatividad y la combinación de los factores de producción, y para el mejor servicio a los usuarios. Pero la economía es ciega y abusiva y ahoga la competencia, sin una sociedad democrática y solidaria, sin fines humanos y sin Estado ni institucionalidad reguladores. Siempre habrá quien gane más o pierda, pero no es aceptable que eso no se regule y que haya personas, clases, naciones, regiones, condenadas - ellas y sus hijos- al infierno de los perdedores perpetuos. Es indispensable el renacer de lo público y de la solidaridad frente al individualismo exacerbado: Democracia solidaria con economía de mercado como instrumento productivo.
Sin soñar lo imposible no conquistaremos lo posible; pero la pretensión de imponer lo imposible desde el poder siempre será dictadura de muerte.
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