-Alberto Rodríguez Barrera-
Las más de las veces, la filosofía puede resultar ininteligible,
pero aclara y es iluminadora para quienes son capaces de profundizar y
buscar las razones que fundamentan la vida del hombre común. En ella hay
mucha racionalidad práctica de sabiduría que, si fuera seguida por la
mayoría de los ciudadanos, introduciría mejoras sustanciales en las
naciones.
En contra del egoísmo, por ejemplo y a propósito del chavismo,
filósofos ha habido que señalan el egoísmo y su ausencia de límites como
el origen de todas las acciones inmorales, de todos los vicios,
exigiendo una ética libre de motivos egoístas y reconociendo valor moral
a la acción altruista que se realiza por el bienestar del prójimo.
En el chavismo, esta intención está hoy en ruinas, envuelta en
palabrería hueca, en desesperación materialista, porque se ha perdido la
fe en el poder constructivo del espíritu. El chavismo contiene un
pesimismo intrínseco que deja caer los brazos y desespera el sentido de
la vida y del mundo; tiende al olvido y al no ser absoluto.
Hoy vemos al chavismo arrojado a las amenazas, esa “guerra” ajena a
la razón, donde lo que se exalta –aunque crean lo contrario- es el
decrecimiento de la solidaridad con la gente y con los estados,
transmitiendo incertidumbre y regodeándose plutocráticamente. No
favorecen la voluntad de la verdad; no se dan cuenta de que existe una
jerarquía de valores y un orden de valores que no se pueden hacer a un
lado simplemente. Aunque sea cierto que la mayoría de los hombres viven
con muy poco conocimiento, no se puede exagerar y presentar como axioma
que el intelecto es completamente extraño a la voluntad (ni Schopenhauer
pudo con esta tesis imposible); tal es una doctrina para quienes
fracasan en la vida.
La fuerza de gravedad no es manifestación de la voluntad, que es
humana y cualidad del alma del hombre que prepara e introduce sus actos
ejecutorios. La voluntad auténtica –para ser aplicable al hombre- parte
del hombre, es antropológica. Y el alma está llena de misterios; las hay
absolutistas y voluntaristas, con innumerables “opiniones intermedias”
que consisten en determinar la imagen del hombre por la preponderancia
del intelecto o del ejercicio de la voluntad. Ante lo complicado, una
opinión conciliadora es la correcta. Y eso sería admitir la posibilidad
de que el intelecto determine la voluntad, donde sólo lo genial hace
retroceder a la voluntad, que sería más débil que el intelecto genial.
Platón no quiso definir el alma, pero aceptaba el alma cósmica (no
ciega), una fuerza anímica que determina toda la vida. Dijo que el alma
humana habita todo lo que se mueve “ordenándola”: “Bien: el alma, pues,
dirige cuanto hay en el cielo, en la tierra y en el mar con sus propios
movimientos a que damos los nombres de querer, ponderar, prevenir,
deliberar, opinar recta o falsamente, en la alegría o el dolor, en el
valor o en el temor, en el odio o en el amor, y a través de todos los
demás movimientos afines, o sea movimientos primarios, apoderándose de
los movimientos secundarios de los cuerpos, lo llevan todo al aumento o a
la consunción, a la separación o a la mezcla, así como a lo derivado de
esto: calores, fríos, pesadez, ligereza, dureza o suavidad, blancura o
negrura, dulzura o amargor, y a todas aquellas otras condiciones de que
se sirve el alma lo mismo cuando aplicando constantemente su divina
inteligencia, en recta carrera, lo encauza todo recta y felizmente, que
cuando, vinculada a la insensatez, produce totalmente efectos
contrarios”.
De tal manera queremos destacar cuán difícil y peligroso es el
interés del chavismo por establecer una voluntad que no discierne y no
quiere saber nada de las enormes y múltiples tensiones bajo las que
pretende hacernos vivir.
La voluntad de poder puede ser enfermiza cuando se le ve como raíz
unitaria, como instinto que domina y explica todo; genera efectos de
parálisis. Puede ser locura emprender una transmutación de todos los
valores tradicionales, donde lo hasta ahora bueno es malo y lo malo debe
convertirse en bueno. Nietzsche trató esto en su planteamiento sobre el
“superhombre”, pero a este genio sólo puede comprendérsele cabalmente
conjugando su realidad dual, como poeta y filósofo, ya que sus grandes
contradicciones no se resuelven partiendo de la filosofía y de la
lógica: el poder es un mal, luego es el fondo original de la realidad,
del que todo se deriva...
Lo enfermizo y malsano del chavismo es la parálisis intrínseca, su
carencia de efectividad social, su pérdida de asidero sólido, su
desatención a las contradicciones que lo carcomen. Lo que no se puede
conocer bien, por inconsistencia y cerrazón, se aísla en el fracaso, se
desarticula, se incapacita para seguir adelante.
La filosofía tiene que ver con el amor a la sabiduría, a la verdad,
y ésta consiste en el conocimiento del ser, de lo real, de lo bueno. No
se trata de cinceladores del espíritu que persiguen la liberación a
través del dolor, dolor que se toma tiempo, quemándonos y obligándonos a
apartar de nosotros toda confianza y a encubrirnos bajo su manto de
mediocridad. El chavismo está enfermo del cuerpo y del espíritu, y de
una esencia enferma proviene una realidad enferma. Avanzar no es posible
pregonando una doctrina falsa, no verdadera. Así no es posible conocer
lo auténtico, lo sano.
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