Libertad!

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domingo, 9 de diciembre de 2012

El Ocaso de los Dioses



Freddy Carquez.
 Es el título de una interesante película realizada en la década de  los 50 del siglo pasado e interpretada por los conocidos actores Marlon Brando y Montgomery Clift como figaras estelares, en el cual la Industria del cine se ocupa de dar el extraordinario mensaje de la fragilidad del poder, contraponiendo una de sus versiones más perversas como ha sido el militarismo, en este caso identificado con la Alemania Nazi, con las fuerzas democráticas universales, expresadas en uno de los millones de combatientes antifascistas participantes de la Segunda Guerra Mundial.
Ejemplos tan educativos como el  que he citado, los repite la historia universal desde la época de las cavernas hasta el presente, una y otra vez en cualquiera de las sociedades que conocemos sobran los ejemplos de cómo es de precario y peligroso el sentimiento de omnipotencia que nos trasmite la posesión del privilegio de la superioridad material, económica, política o militar. Pero lo que no puede ni debe pasar por debajo de la mesa, son los efectos destructivos  cometidos por ese poder personalizado (Nerón, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot), que convertido en autocracia, termina haciendo lo que le viene en gana,  convirtiéndose en un elevado riesgo para la sociedad y en un  inmenso problema a resolver.    
Sobran los ejemplos en nuestra región caribeña y particularmente en Venezuela, sociedades en las cuales el atraso de sus elites las ha condenado no solo al empobrecimiento, sino al reciclaje de mecanismos políticos autoritarios, encubiertos ampliamente en la convocatoria nacionalista y patriotera. Convirtiéndose así la receta caudillesca y militarista en un auténtico refrito,  reveladora no solo de una profunda ignorancia y de un absoluto irrespeto a los derechos civiles de los ciudadanos,  sino algo mucho más grave, es pereza intelectual, flojera mental e infinita corrupción (Jovito Villalba).
Hoy, diciembre del 2012, este tema del abuso del poder político y militar, se ha transformado en un problema prioritario entre nosotros los venezolanos, porque de nuevo y por enésima vez, nuestra comunidad se ha convertido en  víctima de la irresponsabilidad y de la avaricia de una buena parte de sus conductores, que como en el pasado imponen sus intereses personales y grupales, estrechamente vinculados a los negocios y al lucro personal, utilizando los recursos del Estado en forma posesiva, ventajista y abusiva.
Durante el siglo XIX, pareciera que solo Guzmán Blanco demostró suficiente talento y racionalidad, como para comprender que su tiempo de usufructúo del poder político y militar había concluido e hizo maletas a tiempo, instalándose en Europa, dejando la continuidad de la conducción de la República en otras manos.
Creo que casi sin excepción, los restantes caudillos presidenciales tanto del siglo XIX como el XX, abandonaron sus funciones solo presionados por el agotamiento político de su presencia o por la contribución de la naturaleza a la solución, cuya permanencia en la mayoría de los casos se convirtió en conflictiva porque intentaron  ser  dueños y señores de la nación.   
Y es muy evidente que la torpeza y la avaricia de una buena parte de nuestras élites ha “premiado” a la nación, con la repetición de la decimonónica y anacrónica  formula de un Gobierno autoritario y militarista, el cual armado de la extraordinaria recomendación de Lampedusa, “de cambiarlo todo para que nada cambie”, se ha provisto de la gatopardiana máscara  del “socialismo”, sustentada en el derroche de la renta petrolera y en la masificación del empleo clientelar electoral.
Tal y como lo hemos afirmado desde hace ya unas décadas, el proceso de deterioro estructural en el cual nos encontramos atrapados solo lograremos superarlo, en la medida en la cual las fuerzas democráticas venezolanas construyamos un Proyecto  democrático y social avanzado, que trascienda los objetivos económicos y políticos que caracterizaron a nuestra sociedad durante el siglo XX. Y se trata de un esfuerzo que se encuentra más allá de las victorias electorales, independientemente de la importancia y utilidad que ellas tienen para construirlo.
 Maracay, 9 de diciembre del 2012

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