Freddy Carquez.
Es el título de una interesante película
realizada en la década de los 50 del
siglo pasado e interpretada por los conocidos actores Marlon Brando y
Montgomery Clift como figaras estelares, en el cual la Industria del cine se
ocupa de dar el extraordinario mensaje de la fragilidad del poder,
contraponiendo una de sus versiones más perversas como ha sido el militarismo,
en este caso identificado con la Alemania Nazi, con las fuerzas democráticas
universales, expresadas en uno de los millones de combatientes antifascistas
participantes de la Segunda Guerra Mundial.
Ejemplos tan educativos
como el que he citado, los repite la
historia universal desde la época de las cavernas hasta el presente, una y otra
vez en cualquiera de las sociedades que conocemos sobran los ejemplos de cómo
es de precario y peligroso el sentimiento de omnipotencia que nos trasmite la
posesión del privilegio de la superioridad material, económica, política o
militar. Pero lo que no puede ni debe pasar por debajo de la mesa, son los
efectos destructivos cometidos por ese
poder personalizado (Nerón, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot), que convertido en
autocracia, termina haciendo lo que le viene en gana, convirtiéndose en un elevado riesgo para la
sociedad y en un inmenso problema a
resolver.
Sobran los ejemplos en
nuestra región caribeña y particularmente en Venezuela, sociedades en las
cuales el atraso de sus elites las ha condenado no solo al empobrecimiento,
sino al reciclaje de mecanismos políticos autoritarios, encubiertos ampliamente
en la convocatoria nacionalista y patriotera. Convirtiéndose así la receta caudillesca
y militarista en un auténtico refrito, reveladora
no solo de una profunda ignorancia y de un absoluto irrespeto a los derechos
civiles de los ciudadanos, sino algo
mucho más grave, es pereza intelectual, flojera mental e infinita corrupción
(Jovito Villalba).
Hoy, diciembre del
2012, este tema del abuso del poder político y militar, se ha transformado en
un problema prioritario entre nosotros los venezolanos, porque de nuevo y por
enésima vez, nuestra comunidad se ha convertido en víctima de la irresponsabilidad y de la
avaricia de una buena parte de sus conductores, que como en el pasado imponen
sus intereses personales y grupales, estrechamente vinculados a los negocios y
al lucro personal, utilizando los recursos del Estado en forma posesiva,
ventajista y abusiva.
Durante el siglo XIX,
pareciera que solo Guzmán Blanco demostró suficiente talento y racionalidad,
como para comprender que su tiempo de usufructúo del poder político y militar
había concluido e hizo maletas a tiempo, instalándose en Europa, dejando la
continuidad de la conducción de la República en otras manos.
Creo que casi sin
excepción, los restantes caudillos presidenciales tanto del siglo XIX como el
XX, abandonaron sus funciones solo presionados por el agotamiento político de
su presencia o por la contribución de la naturaleza a la solución, cuya
permanencia en la mayoría de los casos se convirtió en conflictiva porque
intentaron ser dueños y señores de la nación.
Y es muy evidente que
la torpeza y la avaricia de una buena parte de nuestras élites ha “premiado” a
la nación, con la repetición de la decimonónica y anacrónica formula de un Gobierno autoritario y
militarista, el cual armado de la extraordinaria recomendación de Lampedusa,
“de cambiarlo todo para que nada cambie”, se ha provisto de la gatopardiana máscara
del “socialismo”, sustentada en el
derroche de la renta petrolera y en la masificación del empleo clientelar
electoral.
Tal y como lo hemos
afirmado desde hace ya unas décadas, el proceso de deterioro estructural en el
cual nos encontramos atrapados solo lograremos superarlo, en la medida en la
cual las fuerzas democráticas venezolanas construyamos un Proyecto democrático y social avanzado, que trascienda
los objetivos económicos y políticos que caracterizaron a nuestra sociedad
durante el siglo XX. Y se trata de un esfuerzo que se encuentra más allá de las
victorias electorales, independientemente de la importancia y utilidad que
ellas tienen para construirlo.
Maracay, 9 de diciembre del 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario