Teódulo
López Meléndez
El Miércoles de Ceniza el renunciante
Benedicto XVI dio algunas claves sobre la verdadera situación al señalar que “el rostro de la Iglesia aparece muchas
veces desfigurado”, precisando se refería a las divisiones en el cuerpo
eclesial.
Las especulaciones, y hasta
contradicciones, entre voceros vaticanos y L’Osservatore Romano, el
establecimiento de listados de papábiles y hasta la apertura de las casas de
apuestas sobre el presunto sucesor, pasaron a segundo plano ante la admisión un
tanto camuflada de las profundas fisuras que atraviesan a una estructura de
poder mantenida por siglos.
No son secretos los escándalos
vaticanos, desde los bancarios hasta los de espionaje, como en el caso del
mayordomo infiel filtrando documentos. La insidia y las luchas por el poder se
compaginan con la supuesta beatitud del pequeño Estado de grandes intereses
económicos y de soterradas batallas.
Ratzinger, en este memorable Miércoles
de Ceniza, puso de manifiesto la hipocresía –esa fue la palabra utilizada- en
cuanto a actuar sobre las conciencias e intenciones propias. Quién padeció el Vatileaks sabía perfectamente de la
soledad y de la impotencia. Subrayando el individualismo y las rivalidades en el
seno de la Iglesia, creemos Ratzinger no dio muestras de impotencia o debilidad
al renunciar, más bien demostró un coraje personal más allá de lo que se le
suponía, al tiempo que daba una demostración de poder, porque dominio del poder
también se da cuando se renuncia a él.
Es inevitable ir hasta quizás el más
respetado teólogo vivo, el Hans Kung de ¿Tiene salvación la Iglesia? donde
señala como causa fundamental del mal lo que denomina el sistema romano de dominación,
definido en su texto como monopolio de poder, juridicismo, clericalismo,
aversión a la sexualidad y misoginia y el empleo espiritual-antiespiritual de la
violencia, todos siempre en la base de los grandes cismas del
cristianismo.
En
otros de sus libros Hans Kung señala como el papado se fue transformando desde
el siglo XI en un ejemplo monárquico-absolutista. Es el teólogo el que lo
señala: la Iglesia está enferma y cabe preguntarse, con todos los límites y
diferencias del caso, si la enfermedad de Europa no se le asemeja. Es aquí donde
al que se señala como débil Ratzinger es posible se nos haya manifestado como el
fuerte Ratzinger, pues su renuncia rompe con lo definido como “sistema romano de dominación”. Sobre la
cabeza de todos los sucesores de Benedicto XVI pesará este gesto.
Quizás
deberíamos dejar de lado ese cúmulo de expresiones de lugar común sobre la
humildad, admisión de limitaciones y demás hierbas que han abundado estos días,
para decir que con su gesto Ratzinger ha desacralizado el cargo de Papa y ha
realizado una acción de gobierno cuyas implicaciones veremos a la larga. Después
de una renuncia papal cualquier otra cosa es posible. Lo menos a esperar es la
Iglesia comience a deslastrarse de los vicios de poder, aunque asistamos ahora,
en lo inmediato, a los conciliábulos para hacerse con el
gobierno.
Hay un
mensaje a Europa toda. No puede seguir siendo como fue. No dejan de llamar la
atención las reacciones de los líderes europeos centrados en consideraciones
secundarias y sin darse cuenta que desde el Vaticano un aparente Papa derrotado
les ha mostrado con hechos que existe una mutación profunda, que un viejo mundo
muestra los síntomas inequívocos de su erosión y que lo primero a admitir es que
ya no se puede seguir siendo como se fue.
Quizás
la referencia que hago ahora, entre decisiones trascendentales y mensajes de una
fuerza no percibida en toda su magnitud, suene un tanto inoportuna, pero la
intervención de la Secretaria General de las Juventudes Socialistas en la
reunión de su Internacional en Cascais, Portugal, tiene una relación, porque esa
chica le señaló a los líderes políticos su hipocresía, su arraigo a un mundo que
se cae, sus espaldas como respuesta a las exigencias de la juventud europea.
Beatríz Talegón, con su lenguaje propio y su indignación no disimulada, dejó
claro ante unos líderes agotados, lo que es obvio: no es sólo la gran
institución de occidente llamada Iglesia Católica la que se muestra en
agotamiento, lo es Europa toda, cuyas crisis económicas y políticas lucen
insignificantes ante lo que es su verdadero drama: una profunda crisis
existencial.
Benedicto se va en helicóptero desde el Vaticano a Castel
Gandolfo en una imagen que recuerda como salen los presidentes argentinos caídos
desde la Casa Rosada hacia la residencia de Olivos. Ya las imágenes no disimulan
el vacío.
@teodulolopezm
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