Jesús Alfaro
“Hay que acabar con
la burguesía”
Nicolás
Maduro, ex chofer de autobús y
sobrevenido
Vicepresidente de Venezuela
Según el DRAE, BURGUESIA es
el cuerpo o conjunto de burgueses o ciudadanos de las clases acomodadas o ricas.
¡¡ Que cosa más grande, mi sangre ¡!.
En realidad no hay nada más sabroso que ser burgués y cada
quien se acomoda para llegar a serlo. El problema radica que en esta clase
caben pocos y los que quedan por fuera que son los muchos, les tienen una
arrechera grande. Las desigualdades generan reacciones lamentables.
Tratemos de analizar a un verdadero burgués. Es una persona
que se define como trabajador, pero sin necesidad de hacerlo; es decir trabaja
para entretenerse y no para asegurar su vida, ya que su Papi le dejó tanto real
que le aseguró la vida de él y de varias generaciones más. Está casado con una
gorda fea, pero que tiene más real que él y esto asegura la continuidad de la burguesía
a su prole.
Un buen burgués vive en senda casa, pero como ahora a los
ladrones les ha dado por robar las casas, prefieren vivir en los penthouses de
los edificios más caros, claro está que sobrepasen los mil metros de
construcción sólida.
Estos afortunados ciudadanos gustan del ejercicio al aire
libre, la buena mesa, las hermosas compañías y los viajes. La buena vida pues,
nada de la peladera de bolas del populacho.
Tuve un vecino que después se convirtió en buen amigo que
era el prototipo del burgués. Yo le llamaba EL CONDE pero su nombre era
Baldomiro de Rampanes y Balcarzel, era de nacionalidad española y se distinguía
por un trato exquisito y una simpatía arrolladora, tenía la característica de
tener su pelo ensortijado siempre mojado y vestía como el mejor dandy, rodeado
por una sutil nube de perfume de lavanda. Nunca trabajó y vivía a todo dar.
En una ocasión y después de varios scotchs, Baldomiro me
dijo pasándome el brazo sobre mis hombros “lo que pasa mi querido sudaca es que
tú no sabes lo que es un CABALLERO ESPAÑOL”. Esta denominación conlleva una
obligación inaplazable: el caballero español nunca debe trabajar. Esto
se logra teniendo mucha plata o acercándose a donde esta exista. Ante esa
declaración y en ese entonces yo quedé patidifuso.
Baldomiro era enemigo del reloj, nunca jamás se despertó con
alertas de relojes, despertaba cuando ya cansado de dormir sus párpados se
abrían. Después de una rápida y reparadora ducha fría, se dirigía a la sombra
de una palmera del jardín, donde el mayodormo ya le esperaba con una humeante
taza de buen café criollo y los diarios del día en la mesa. Un delicioso
desayuno y leer los compromisos sociales que le esperaban el resto del día era
la rutina. Luego, vestido con una ligera ropa de verano se dirigía al club
donde recibía clases para mejorar su putting
en el golf. Mas tarde tomaba unos aperitivos en el bar del club y almorzaba con
amigos. Después de las tres de la tarde y sin falta se dirigía a sus oficinas,
donde una encantador grupo de secretarias le esperaban sonrientes, en la
“oficina” no se hacía nada pero el ramillete de niñas recibían un pago solo con
la condición de adornar el espacio tallado en finas maderas y decorado con
sillas chipendale. Tiempo para algunas llamadas a sus amistades del exterior y
tocaba el botón de LA CHIQUI, quien fungía de jefa de secretarias y que estaba
más buena que comer con las manos. Un besito aquí y otro más allá le estaba
permitido y en algunas ocasiones estas caricias se alargaban y terminaban en un
nidito de amor que tenía en un edificio de Altamira. La Chiqui recibía con
frecuencia un chequecito extra, en pago a servicios prestados.
Ya la noche se le venía encima y tenía que correr a su casa
a buscar a la gorda para cumplir con los agotadores compromisos sociales, esta
obligación, me confesaba, era la parte más ladilla que enfrentaba mi querido
Baldomiro.
En el tiempo de mi amistad con este personaje yo era un
médico que trabajaba en el Hospital y tenía que cumplir un horario, me
levantaba de noche y regresaba a mi casa de noche también, siempre me quejé de
que era una situación anti fisiológica. Comparando mi pobre vida con la de
Baldo terminaba con ganas de llorar. Algunos nacen con estrellas y otros
estrellados.
Me preguntan que si cambiaría mi oficio por el de Baldomiro,
desde luego que sí, pero modificando una cosa: ¡¡CAMBIENME A LA GORDA ¡!
Febrero 2013
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