Libertad!

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domingo, 9 de enero de 2011

Nuestro pobre individualismo

JUAN CARLOS APITZ | EL UNIVERSAL
sábado 8 de enero de 2011 08:55 AM

El artículo "Al sur de la conciencia", que publicamos la semana pasada, trajo toda suerte de comentarios y posicionamientos de nuestros amables lectores. Al parecer, todos estamos forzados a la sentencia de Ayn Rand: "El problema básico en el mundo hoy es la elección entre dos principios: Individualismo y Colectivismo". Creemos que esa dicotomía es falsa en el caso venezolano, pues nuestro individualismo es cualitativamente diferente ya que se trata del individualismo anárquico, esto es, el centrado en los deseos personales y los derechos individuales sin tomar en cuenta las obligaciones y deberes ciudadanos.

Primeramente, la vida venezolana es de tal complejidad que no puede ser constreñida a modelos económicos o políticos que pierden de vista factores anímicos, históricos y culturales. Así, el individualismo anárquico es uno de los dominantes del carácter social del venezolano y un valor de la cultura subjetiva con que percibimos e interpretamos nuestro ambiente social.

Asimismo, si algo ha sido reiteradamente mencionado por los políticos de oficio como un rasgo distintivo de nuestra idiosincrasia es el intenso afán de independencia y libertad. Pero más que el impulso libertario, en nada diferente del de otras sociedades y naciones, lo que nos marca de manera inconfundible es el absolutismo personal, la insumisión rebelde, el marcado individualismo convertido en personalismo a ultranza, donde siempre predomina la voluntad de no estar sometido a nada ni a nadie.

Vale la pena decir, que la historia política venezolana actual es testigo de la fascinación colectiva con la figura del "alzao", el insurgente, el rebelde, el golpista, aquel que se levanta y parte con un piquete para luego volver y dar un golpe de Estado. El tipo que actúa por su cuenta, sin acatar normativa alguna; el hombre que se colea porque le da la gana o cree tener razón, el "echao pa'lante", el audaz, el altanero que no resiste estar supeditado a reglas y normas jurídicas por encima de él. Es un modo de existir, una peculiar forma de sentir e interpretar el mundo, una imagen colectiva inserta en la máxima: "se obedece pero no se cumple". Ese ser que no concibe formas jerárquicas que lo contengan, esa personalidad autónoma y desprendida tiene muchas caras: es tanto el protagonista de los infinitos alzamientos militares del siglo pasado, el burócrata que produce el caos de la deuda pública o el conductor moderno que irrespeta las señales de tránsito, como el amigo cercano que, con picante chispa criolla, nos hace reír contándonos cómo evadió los obstáculos y las reglas para obtener la licencia que quería.

El individualismo anárquico se asocia con: escasa ciudadanía, ausencia de preocupación comunitaria, atomización, encierro privado, desafío de lo público, rechazo a cualquier orden impuesto desde afuera, consideración exclusiva de la propia supervivencia. Es, en resumen, una faceta del individualismo que interpreta la autonomía e independencia del individuo como ausencia de normas, e incapaz de considerar la conveniencia de la cooperación y la utilidad de la sujeción de las personas a la ley.

En definitiva, los problemas de desarrollo social y económico venezolano no obedecen a un supuesto colectivismo o a falta de individualismo sino, todo lo contrario, al exceso individualista, al acendrado voluntarismo. El desdén por el orden, la rebeldía frente a cualquier norma colectiva son, ciertamente, expresión de anarquía; nada cercano al sacrificio y al trabajo persistente requerido para acumular capital y producir el crecimiento económico sostenido indispensable para salir de la abrumante pobreza que hoy sacude nuestro orden social.

Este mismo año, el papa Benedicto XVI dijo: "La difusión de un confuso relativismo cultural y de un individualismo utilitarista y hedonista debilita la democracia y favorece el dominio de los poderes fuertes". Pobre individualismo el nuestro.

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