Viernes, 14 de enero de 2011
El callejón sin salida de la revolución cubana ha llevado a Raúl Castro a aceptar que la mentalidad errada es “consecuencia del excesivo enfoque paternalista, idealista, e igualitarista que instituyó la revolución en aras de la justicia social”.
“Hay conceptos erróneos e insostenibles acerca del socialismo”- confiesa Raúl Castro- que nos han llevado al borde del precipicio. O rectificamos o nos hundimos.
Esos “conceptos erróneos e insostenibles” son los que nos quieren imponer en Venezuela. Las autoridades comunistas de Cuba necesitaron medio siglo para admitir que han llevado a la sociedad a la miseria insostenible. Si alguien opinaba que eran erradas, era un traidor, agente del imperialismo y condenado a cárcel o al exilio. Es imposible que, impuestos durante cincuenta años como verdad oficial y única, con persecución de toda otra idea, esos conceptos erróneos no estén tan “enraizados en amplios sectores de la población” cubana, como confiesa Castro.
Tremendo error antropológico que, con voluntarismo tenaz - a veces hasta heroico- el régimen comunista ha impuesto al pueblo cubano. Se ha empeñado en que algunas limitaciones inherentes a la condición humana son fruto del capitalismo y que con una reeducación carcelaria y erradicación de toda iniciativa privada, los comunistas producirán el paraíso terrenal (“el mar de la felicidad”) y el “hombre nuevo”, sin egoísmo ni mal. Este error no es cubano, sino del mismo Marx y Lenin que creían en sus “remedios infalibles” contra toda forma de alienación humana.
El callejón sin salida de la revolución cubana ha llevado a Raúl Castro a aceptar que la mentalidad errada es “consecuencia del excesivo enfoque paternalista, idealista, e igualitarista que instituyó la revolución en aras de la justicia social”. Confesión clara de una verdad evidente. Su reconocimiento al comienzo del camino revolucionario hubiera evitado muchas decenas millones de muertos, perseguidos y fracasados en la Unión Soviética, China, Cuba… En Venezuela todavía estamos a tiempo de corregir disparates y no empeñarnos en actuar “contra natura" forzando a vivir en agua dulce a peces de agua salada.
Paternalismo, idealismo, igualitarismo y muerte (abismo), nos dice el mando cubano en reconocimiento del grave error. En toda sociedad y en toda familia es necesaria una dosis pequeña de estos tres componentes. Sin ellos la sociedad se vuelve un infierno, pero el exceso y la sobredosis convierten el remedio en veneno.
Si el paternalismo en Cuba fue excesivo, en la Venezuela petrolera con el barril casi a 100 dólares son terribles los males del paternalismo, igualitarismo y reparticionismo, enquistados en la mayoría de la población y en los “revolucionarios”. Esto lleva al estatismo demencial, a la masificación de la mendicidad oficial, a la improductividad y al desestímulo de la dignidad y de los talentos productivos ocultos de la gente, verdadera riqueza nacional, muy por encima del petróleo del subsuelo.
Igualitarismo que desestimula la producción, persigue el esfuerzo y la iniciativa propia de 30 millones de venezolanos, porque se considera pecado que unos lleguen a tener más que otros. Lo importante es - decimos nosotros- que todos tengan oportunidades las más iguales posibles, pero sabiendo que los logros serán diferenciados, pues diferentes son las personas y el esfuerzo cualificado de cada uno.
El idealismo es natural e imprescindible; la sociedad sin utopía ni ideales de cambio se pudre. Pero es muy grave necedad seguir predicando el “paraíso” en la tierra y el hombre nuevo sin mal, que nacerá gracias a un invento económico descubierto por Marx. Castro añade que ese enfoque errado lo “instituyó la revolución en aras de la justicia social”. Confesión válida. Por deseo de justicia social, los comunistas lo impusieron, lo instituyeron.
El capitalismo tiene graves, gravísimas enfermedades; pero no se resuelven con el estatismo carcelario impuesto como remedio. El camino está en combinar dialécticamente el ideal de superación, la libre iniciativa, el estímulo al talento y a la creatividad propia, con la solidaridad personal que toma cuerpo en instituciones y leyes que frenan abusos y fortalecen y potencian al débil. Hay que cultivar la cultura, espiritualidad y las instituciones para que la realización propia pase por el éxito y la realización de los demás. Donde no hay trabajo digno sin empresas exitosas, ni empresas prósperas a costa de trabajadores maltratados, ni país desarrollado con la mitad de la población en la miseria.
fernandamujica@gmail.com
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