Luis García Planchart*
La decadencia idiosincrática del venezolano
José Rafael Pocaterra
MacPherson, nacido en Valencia, Venezuela (18-12-1889) y fallecido en Montreal,
Canadá (18-04-1955), además de diplomático, escritor y periodista, fue quien
mejor analizó y describió esa característica idiosincrática y deplorable del
venezolano que le hace adulante impúdico, lambucio arrastrado y pedigüeño
crónico ante los dictadores que usufructúan el poder, para favorecerse ellos
mismos y cebar a sus cúpulas, durante la triste historia de una república a la
cual Simón Bolívar visualizó como un cuartel. Y conste que el Libertador
lo aseveró de una manera peyorativa, y no metafórica.
Las conclusiones de
Pocaterra figuran en Memorias de un venezolano de la decadencia, una
obra dura, incisiva y profunda, que comenzó a redactar durante su cautiverio en
la celda 41 de La Rotunda, inmundo presidio caraqueño, donde sufrió 3 años de
terribles torturas, castigos y soledad, y fue testigo de varios decesos.
Sus vivencias le
permitieron delinear la crítica más aguda contra el régimen del general Juan
Vicente Gómez, a quien no sólo combatió con la pluma, sino a cuyas tropas
enfrentó con valor durante la legendaria invasión del vapor Falke a
Cumaná (1929).
Un varón que no se
la caló
El por qué Pocaterra, a
quien le sobraba talento y cultura, no se plegó a la tiranía gomecista –como si
lo hicieron Pedro Manuel Arcaya, José Gil Fortoul y Laureano Vallenilla Lanz,
tres de los intelectuales venezolanos más brillantes del siglo pasado- puede
ser atribuido a dos razones:
Genéticas:
El autor descendía de oficiales de la Legión Británica, por el lado materno, y
de combatientes del Ejército Republicano, por el paterno. Asimismo, estaba
emparentado con don Miguel de Unamuno.
Éticas: A
Pocaterra debió haberle repugnado hasta la médula la actitud de las clases
dirigentes, que llegaban hasta ofrecerle a sus hijas vírgenes al general Gómez
a cambio de beneficios pecuniarios.
Al examinar Memorias
de un venezolano de la decadencia, se cae en cuenta que el país ha
regresado a ese mundo cortesano, el cual se creía superado desde el 23-E de
1958.
Un vacío de poder
para jalabolas
Las cartas de los
jalabolas por la salud de que usted sabe, amigo lector, a quien me refiero,
baten todos los récords de adulancia establecidos con anterioridad, y se elevan
al límite de la cursilería. Puede revisar al respecto archivos, querido
seguidor, como los telegramas enviados a Gómez durante los 27 años de su
mandato y el Libro de Oro que le firmaron al general Marcos Pérez
Jiménez meses antes de su defenestración; y los debe comparar con las notas
sobre esta segunda versión de la Misión Lástima que ha desplazado de las
primeras páginas la información sobre el peligro mortal que corre la nación de
terminar de castro-comunizarse con la implementación de la aprobada Ley Comunal
.
El culillo invade todos
los terrenos, y una substancia semilíquida, apestosa y amarilla sustituye a la
retrechera y venezolanismo expresión: Esta boca es mía, y con ella digo lo
que quiero. Es más, yo diría que estamos inmersos en la ñoña, y nadie
quiere moverse, por aquella expresión catalana que asegura: La mierda,
mientras más se remueve, más hiede.
La crónica de Pocaterra
no difiere en mucho de lo que relata el periodista Francisco Olivares en su
recién publicado ensayo: Afiuni, la presa del Comandante.
Como tampoco del vídeo
ganador del Premio Planeta sobre las movilización de oposición, truncada
a tiro limpio por funcionarios del chavismo el 11-A del 2002, cuyos presos
prominentes, cargando con un crimen que no cometieron para impedir un
juicio potencial al actual procónsul de Cuba, se pudren en la cárcel del
Helicoide por falta de sol.
Como tampoco de la
biografía de Franklin Brito, mártir de la democracia venezolana, a quien le
confiscaron su propiedad agropecuaria en el Estado Bolívar, y le dejaron morir
de mengua en el Hospital Militar de Caracas, porque sus tierras porque estaban
colmadas de coltán.
La hegemonización
de Venezuela
Pero lo peor de todo es
que el país se ha hegemonizado, de cabo a rabo.
Hay una hegemonía
política, constituida por un continuo PSUV-MUD,
cuyos extremos –como sucede en todo circuito cerrado- no sólo se tocan, sino
que asimismo se entienden, y negocian a espaldas de la mayoría.
Una farsa, donde la
información es igual en los medios del estado que la de los supuestos
independientes, donde la única variante es la formalidad en el lenguaje,
pues los fablistanes chavistas son más brutos e ignorantes que sus colegas
opositores, y se expresan –como el Jefe Máximo- a carajazos. Este decir lo
mismo, de manera vulgar o fina, conduce a la hegemonía mediática.
Y una tercera hegemonía,
la económica, donde los boliburgueses y los antiguos oligarcas que se adaptaron
a las reglas del juego vil, cobran completo y, encima, manejan el dinero a su
discreción, a través de la banca privada, la importación y otros negociados de
dudosa transparencia.
Al reflexionar sobre el
tema de las hegemonías, comprendo el profundo asco de Pocaterra hacia sus
connacionales, en un tiempo que pareciera no haber cambiado.
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